Nota: en este finde de 11 y 12 de junio el Tema Central
es: “Ser y Crecer como Persona Mujer/Hombre”. Los siguientes textos sirven de
soporte para la meditación en el silencio de este encuentro. Hoy los publicamos
en nuestro blog, atendiendo a personas interesadas en seguirlo desde sus casas,
aunque allí en el finde se entregan en papel.
Son los siguientes documentos para la reflexión:
1.-PERSONA .- Carlos Diaz
2.-LAS MUJERES Y EL MISTERIO DE LA VIDA.- Ivon Gebara
3.-LA PERSONA SER EN RELACIÓN.- García Noblejas
4.-FEMINIDAD Y MASCULINIDAD.-
Rose
Muraro y L. Boff
5.-PROCESO DE CRECIMIENTO.- Teresa de Jesús (Libro de la
Vida)
6.-LO QUE YO CREO SOBRE LA PERSONALIDAD.- Teilhard de
Chardin
7.-LA RELACIÓN PERSONAL .-Carl Rogers
P E R S O
N A
(Resumido
de Carlos Díaz, fundador del Instituto Mounier)
Introducción
Enmanuel Mounier:
“Digamos inmediatamente que, desde una experiencia fundamental y progresiva
de una vida, la vida personal, el
personalismo, añade una afirmación de
valor: la afirmación del valor absoluto de la persona humana”.
“Si no se comienza por situar todo diálogo sobre la persona en
esta zona profunda de la existencia, si nos limitamos a reivindicar las
libertades públicas o derechos, se adopta una posición sin resistencia
profunda, ya que entonces se corre el riesgo de no defender más que privilegios
del individuo, y es cierto que estos privilegios deben ceder en circunstancias
diversas, en beneficio de una cierta organización del orden colectivo.”
“ Cuando hablamos de defender la persona, gustosamente se sospecha
que quisiéramos restituir, bajo una forma vergonzosa, el viejo individualismo.
Es, pues, hora de distinguir con mayor precisión la persona del individuo.
Esta distinción nos lleva, por su propio peso, a describir la vida personal del
exterior al interior.”
1.-Raíces filosóficas del
personalismo
Dos dimensiones cruzan la noción de persona en la antigüedad y
en el medievo, ambos fecundadas por lo cristiano: por un lado, su consideración
como realidad «en sí»; y por otra parte, como realidad relacional.
Definir a la persona
como «libertad e independencia
frente al mecanismo de la naturaleza entera, como la facultad de un ser
sometido a leyes propias, es decir, a leyes establecidas por su propia razón».
A Kant, esa libertad racional
bajo leyes morales capaz de darse a sí misma su propio comportamiento, le
fascina: «Dos cosas llenan el ánimo de
admiración y respeto, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas
la reflexión: el cielo estrellado sobre mi, y la ley moral en mí.”
Dado este carácter sumamente valioso y sin parangón natural del obrar personal, nada tiene de extraño que Kant, rechazando toda instrumentalización de la libertad humana que pretendiera utilizarla como medio, defina a ese libre obrar humano personal como fin en sí mismo:
«En toda la creación puede todo lo que se quiera y sobre lo que se tenga algún poder ser también empleado sólo como medio; únicamente el ser humano, y con él toda criatura racional, es fin en sí mismo. El es, efectivamente, el sujeto de la ley moral, que es santa gracias a la autonomía de su libertad»
De ahí que lo propio de todo fin en sí, de toda persona, sea respetar a Ios demás fines en si: «El deber de amar al prójimo puede expresarse también del siguiente modo: Es el deber de convertir en míos los fines de otros; el deber de respetar a mi prójimo está contenido en la máxima de no degradar a ningún otro ser humano, convirtiéndole únicamente en medio para mis fines “
Dado este carácter sumamente valioso y sin parangón natural del obrar personal, nada tiene de extraño que Kant, rechazando toda instrumentalización de la libertad humana que pretendiera utilizarla como medio, defina a ese libre obrar humano personal como fin en sí mismo:
«En toda la creación puede todo lo que se quiera y sobre lo que se tenga algún poder ser también empleado sólo como medio; únicamente el ser humano, y con él toda criatura racional, es fin en sí mismo. El es, efectivamente, el sujeto de la ley moral, que es santa gracias a la autonomía de su libertad»
De ahí que lo propio de todo fin en sí, de toda persona, sea respetar a Ios demás fines en si: «El deber de amar al prójimo puede expresarse también del siguiente modo: Es el deber de convertir en míos los fines de otros; el deber de respetar a mi prójimo está contenido en la máxima de no degradar a ningún otro ser humano, convirtiéndole únicamente en medio para mis fines “
De esta forma, aunque Kant abre a
su vez la persona a la trascendencia afirmando que si Dios no
existiera esa ley moral personal quedaría frustrada y carecería de
sentido, y aunque viene a resolverse en las afirmaciones básicas
cristianas, sin las cuales pese a todo Kant no hubiera escrito lo que
escribió, ensaya por su parte con originalidad extraordinaria una vía de
autonomía moral que le resultará muy querida a la conciencia contemporánea.
2.- El personalismo comunitario
2.- El personalismo comunitario
Filósofos personalistas como
Lévinas y otros: La persona es un ser
necesitado, menesteroso, abierto desde su origen, y sólo se desarrolla y
planifica en el buen trato con el otro y consigo mismo.”
Si, pues, ser es ser-con-otro, y no meramente co-existiendo, ello exige dar respuesta, es decir, afrontar la relación con el otro, que por ser otro es pregunta, ….Todo preguntar es un abrirse relacionalmente.
Por ende, si me cierro y no doy respuesta para evitarme las molestias de toda relación interrogadora, entonces me inhibo y digo como Cain: «¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»
Si, pues, ser es ser-con-otro, y no meramente co-existiendo, ello exige dar respuesta, es decir, afrontar la relación con el otro, que por ser otro es pregunta, ….Todo preguntar es un abrirse relacionalmente.
Por ende, si me cierro y no doy respuesta para evitarme las molestias de toda relación interrogadora, entonces me inhibo y digo como Cain: «¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»
Al potenciarse en el cristianismo el reconocimiento de la
dignidad de todo ser humano, y al ponerse gracias a él en ejercicio la
invitación al amor universal, todo estaba ya abierto y facilitado para la
especulación filosófica personalista. La persona no es un objeto mundano, ni
siquiera el más maravilloso de los objetos mundanos, cognoscible desde el
exterior como los demás y desde allí mensurable, sino que ella es la única
realidad presente intencionalmente en todas partes, pero no reductible a
ningun sitio.
De ese modo Emmanuel Mounier perfila así el perímetro de lo personal: «Una persona es un ser espiritual constituído como tal por una manera de subsistencia y de independencia en su ser; conserva esa subsistencia por la adhesión a una jerarquía de valores libremente aceptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una constante conversión; unifica así toda su actividad en la libertad, y desarrolla además a impulsos de actos creadores su vocación personal».
Irreductible, pues, a las cosas, la persona es fin en sí misma, fin en sí misma y abierta a lo que la funda y trasciende, y por ende irreductible a las cosas, esto es, no tratable como objeto, de ahí que no deba preguntarse «qué» o qué cosa sea la persona, sino al contrario «quién» es ella, cuáles sus caracteres constituyentes. La persona es, por lo antedicho, y sólo podría ser, la realidad suprema sobre la tierra, cualitativamente distinta a todo lo demás (y no sólo cuantitativamente), una realidad ontológicamente digna, un fin en sí y nunca un medio.
El ser humano es persona, algo que nos habla de la eminente dignidad merecida: «Trátame como a un ser humano», decimos recabando del otro un respeto superior, equivalente a un «no me trates como si yo fuera un mero animal.
De ese modo Emmanuel Mounier perfila así el perímetro de lo personal: «Una persona es un ser espiritual constituído como tal por una manera de subsistencia y de independencia en su ser; conserva esa subsistencia por la adhesión a una jerarquía de valores libremente aceptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una constante conversión; unifica así toda su actividad en la libertad, y desarrolla además a impulsos de actos creadores su vocación personal».
Irreductible, pues, a las cosas, la persona es fin en sí misma, fin en sí misma y abierta a lo que la funda y trasciende, y por ende irreductible a las cosas, esto es, no tratable como objeto, de ahí que no deba preguntarse «qué» o qué cosa sea la persona, sino al contrario «quién» es ella, cuáles sus caracteres constituyentes. La persona es, por lo antedicho, y sólo podría ser, la realidad suprema sobre la tierra, cualitativamente distinta a todo lo demás (y no sólo cuantitativamente), una realidad ontológicamente digna, un fin en sí y nunca un medio.
El ser humano es persona, algo que nos habla de la eminente dignidad merecida: «Trátame como a un ser humano», decimos recabando del otro un respeto superior, equivalente a un «no me trates como si yo fuera un mero animal.
Ese fin en sí mismo tiene, pues, valor y no precio, no habiendo dinero
ni cosa alguna que sirva para comprarle; ni comprable ni vendible, la
persona es la medida de todo lo que se compra y se vende, alguien, en
suma, absolutamente digno y no mediatizado por nada, tan digno por ello
como merecedor de eternidad. Henos, pues, ante la persona como realidad
estructuralmente superior.
3.- Carácter relacional de la persona
Así, pues, en su relación se comprende en profundidad lo humano: «Poned atención: un corazón solitario no es un corazón».
Machado nos recuerda que el ojo que ves no es ojo porque tú le veas, es ojo porque te ve; el ojo mismo, como el resto del cuerpo, está hablándonos del carácter radicalmente abierto y extravertido de nuestra existencia, de nuestra apertura radical al mundo y a las personas. Por su radical apertura, el «yo» se enlaza con el «tú» y en la pluralidad unitaria del «nosotros». El niño no dice «yo» al principio, sólo más tarde lo aprende. La filosofía contemporánea ha hecho hincapié en la dimensión intencional (tender a) de la persona, recordándonos que no se nace cerrado, sino abierto y como a la búsqueda del mundo cual si de su otra media naranja se tratara. Hasta podría decirse que formamos una unidad ecológica.
Antes, pues, de que por convicción moral tengamos que abrirnos al otro, por constitución metafísica formamos parte del cosmos mismo; no es que tengamos que formar parte de él, es que formamos ya parte de él. El cosmos nos proporciona una magnífica lección de solidaridad, diciéndonos franciscanamente con los hermanos árboles y con las hermanas flores y los hermanos animales y los hermanos minerales: Todos para uno, uno para todos.
Aquí las relaciones no son de poder ni de supeditación, sino entre iguales, cooperativas, libres.
Efectivamente, el ser humano, como dijera Ortega y Gasset, es un dentro que necesita un fuera, a la par que un fuera que necesita un dentro. El diálogo en que crece la persona como consecuencia de su condición de abierta es una relación que se sitúa en el entre de tú-y-yo. Como señala el filósofo judío Martin Buber: “Dicho de otro modo, cuando me encuentro en el rostro del otro, cuando amo, «me pierdo» en el tú, pero es así como paradójicamente alcanzo la autoconciencia recognoscitiva. Cuando tal se produce, entonces surge el ex-stasis.”
3.- Carácter relacional de la persona
Así, pues, en su relación se comprende en profundidad lo humano: «Poned atención: un corazón solitario no es un corazón».
Machado nos recuerda que el ojo que ves no es ojo porque tú le veas, es ojo porque te ve; el ojo mismo, como el resto del cuerpo, está hablándonos del carácter radicalmente abierto y extravertido de nuestra existencia, de nuestra apertura radical al mundo y a las personas. Por su radical apertura, el «yo» se enlaza con el «tú» y en la pluralidad unitaria del «nosotros». El niño no dice «yo» al principio, sólo más tarde lo aprende. La filosofía contemporánea ha hecho hincapié en la dimensión intencional (tender a) de la persona, recordándonos que no se nace cerrado, sino abierto y como a la búsqueda del mundo cual si de su otra media naranja se tratara. Hasta podría decirse que formamos una unidad ecológica.
Antes, pues, de que por convicción moral tengamos que abrirnos al otro, por constitución metafísica formamos parte del cosmos mismo; no es que tengamos que formar parte de él, es que formamos ya parte de él. El cosmos nos proporciona una magnífica lección de solidaridad, diciéndonos franciscanamente con los hermanos árboles y con las hermanas flores y los hermanos animales y los hermanos minerales: Todos para uno, uno para todos.
Aquí las relaciones no son de poder ni de supeditación, sino entre iguales, cooperativas, libres.
Efectivamente, el ser humano, como dijera Ortega y Gasset, es un dentro que necesita un fuera, a la par que un fuera que necesita un dentro. El diálogo en que crece la persona como consecuencia de su condición de abierta es una relación que se sitúa en el entre de tú-y-yo. Como señala el filósofo judío Martin Buber: “Dicho de otro modo, cuando me encuentro en el rostro del otro, cuando amo, «me pierdo» en el tú, pero es así como paradójicamente alcanzo la autoconciencia recognoscitiva. Cuando tal se produce, entonces surge el ex-stasis.”
(Resumido
de Carlos Díaz, fundador del Instituto Mounier)
Las
mujeres y el misterio de la vida
(Elaborado
desde Teología a Ritmo de Mujer de Ivone Gebara)
Nosotras, la mujeres,
estamos invadidas hasta tal punto por el amor romántico burgués en su forma
decadente caracterizado por las relaciones casuales y pasajeras y por los sentimientos
explosivos que nacen y mueren sin que los percibamos, que terminamos
identificando ese producto mostrado, comercializado, fetichizado al que Ia
humanidad llama amor. El amor decadente burgués es también expresión de
dominio patriarcal androcéntrico, vigente sobre todo en las sociedades
ciudadanas contemporáneas,
La situación de reducción
del amor a cosa y mercancía es tan dramática que hace brotar en nosotros la
pregunta: ¿qué es exactamente el amor? ¿Qué es esto que llamamos amor?
Quiero en primer lugar rechazar
lo que se presenta con la etiqueta <<amor», aun estando habituada a su
invasion y a sus tentaciones: eso no es más que la utilización de una extraordinaria
fuerza humana al servicio de las ideologías aniquiladoras de la vida en sus
diferentes formas. Y no quiero, ademas, escribir sobre el amor de madre, de
esposa o de amiga, el amor expresado en el sentimiento de las mujeres Iatinoamericanas
en su mayoria. Con esto no deseo negar todos esos amores; deseo ir más allá
de ellos. Pretendo tocar ese
sentimiento, al mismo tiempo masculino y femenino, de otro tipo, a partir de
otra óptica.
Quiero hablar de él naciendo
de la carne femenina, esto es, de lo femenino, de la mujer, que constituye
un aspecto de todos nosotros, antes de asumirse como mujer en las diferentes
sociedades.
La tradicion cristiana ha
llamado a Dios amor, afirmando que los que aman conocen a Dios y de él han
nacido (1 Jn 4,7). En otros términos, ha identificado lo absoluto y lo trascendente,
“experimentados”, con esa realidad que se llama amor. En ese sentido, el que
ama vive en su propia carne lo absoluto y lo trascendente, dentro de los límites
de la historia. El que ama vive, en lo ordinario de la historia, lo extraordinario,
experimentando algo de la extraordinaria manifestación del misterio de la vida
en nosotros.
Hay algo en esa experiencia
que toca a las energias constitutivas del ser humano, de forma que podemos
decir que el amor esté en nuestro origen. Pero, ¿cómo comprender ese
amor en cuanto origen? ¿cómo recuperar ese
“inicio”, cuando estamos ya lejos de los
origenes, sumergidos en el vicio de lo que es habitual y normal segun las costumbres?
El amor como origen
significa que, mucho antes de la fecundacion del género humano, en el seno de
la evolución de la tierra, la atracción entre los seres, la reciprocidad y
la interdependencia en los procesos vitales fueron siempre condiciones para que
todo existiese. Esa atracción, reciprocidad e interdependencia se humanizaron y se
trasformaron en ética, es decir, en comportamientos en connivencia con nuestros
orígenes terrestres primitivos.
El amor, esto es, la fuerza
de atraccion entre todos los seres, se vuelve fuerza ética, fuerza que hace
valer concretamente nuestros orígenes femeninos de union, atraccion, maduracion
y agregación. Sin embargo, no cualquier ética, cualquier comportamiento, toca
nuestros origenes constitutivos, sino solo el que permite que la vida se abra
en toda su exuberancia y diversidad. Por eso, hablar de amor a partir de las
entrañas de la mujer y de la tierra es hablar de un nuevo nacimiento; es exigir
una vuelta, quiza profundamente dolorosa, a nuestros origenes profundos
integrales.
Se trata, pues, de volver a
aquel lugar en el que, a primera vista, no tenemos conciencia de haber
habitado. Solo conocemos aquello que la sociedad nos permite conocer, como los
hombres del mito de la caverna de Platón, los cuales, encadenados, se
imaginaban que no existia nada mas que aquello que sus ojos estaban habituados a
ver.
Por eso la vuelta a los
origenes es una especie de entrar de nuevo en el útero materno, en el seno de
la tierra, a fin de poder renacer. Jesus dijo en el evangelio de Juan que es posible
nacer de nuevo, es decir, simbólicamente; es posible penetrar de nuevo en el útero
de la tierra, en el seno de la madre, para redescubrir quiénes somos e intentar
desalienar nuestro ser. Esto significa que es posible rebasar las
exterioridades, las conveniencias sociales y el racionalismo divisor, para
inaugurar nuevas formas de comportamiento.
Estoy segura de que este es
un movimiento espiritual profundo, captado tal vez de manera privilegiada por
las mujeres; movimiento que sin duda abarca las reivindicaciones feministas,
ecologistas, antinucleares y otras, pero que va mas alla de ellas, porque
pretende volver al fondo de lo humano para devolverle su vocación amorosa
originaria,
Hemos olvidado nuestros
orígenes... Durante mucho tiempo los fijamos en la imagen masculina de Dios
Padre, del Dios creador, del que existe independientemente de la criatura, del
que somete a sí todas las cosas. Este no es nuestro origen. Es un producto
cultural idealizado a lo largo de siglos de dominación religiosa masculina, que
no corresponde a una vision universalista capaz de unir a la humanidad respetando
la diferencia de expresion. Por eso hemos de volver a la matriz, a la tierra, y
extraer de ella la energía primitiva, condición de toda hermandad.
El movimiento de vuelta a
los orígenes es, por el momento, abrazado por una minoría. Forman parte de él
aquellos cuyas entrañas consigan armonizar y vibrar con la fuerza de atracción
que existe en el universo, en la carne humana,
en nuestros frágiles
cuerpos. Es un movimiento espiritual ético-político, porque no acepta solo
contemplar pasivamente el misterio de la vida que nos envuelve; quiere estar en
constante dolor de parto, para que por fin nazcan hombres y mujeres marcados
por la pasión por la vida y por una visión antropológica unitaria, superando
los nefastos dualismos.
La novedad de este
movimiento de vuelta a las entrañas de la tierra y de la mujer no estriba en
presentar otra teoría economica y politica de comprensión de las relaciones sociales,
o una teoria diferente en favor de un equilibrio entre las naciones, sino en
retroceder hasta lo primitivo, en el sentido de algo constitutivo, de
retorno a la desnudez de nuestra relación de reciprocidad corpórea
profundamente terrícola.
Esa vuelta debe significar
el principio de un encuentro de ternura, de una experiencia de admiración, de
éxtasis ante la maravilla que es, de la maravilla que somos. Del éxtasis de nuestros
cuerpos es de donde puede nacer la pasión duradera por el cuerpo de la tierra,
por el cuerpo de la mujer y el hombre, del hombre y la mujer. No son pocas las
personas que experimentan esa connaturalidad con la tierra, con el cuerpo, con
los cuerpos, y testimonian la posibilidad efectiva de ese renacer.
En lo oscuro de las entrañas
de la tierra es donde surge la luz capaz de iluminar intensamente, porque esa
luz somos también nosotros, esa luz nace de nosotros, vive en nosotros,
acontece también por obra nuestra. Y cuando se hace la luz, es posible entender
la urgente necesidad de reconstruir las relaciones
humanas a partir de sus bases amorosas no excluyentes; es posible hacer Ilover la justicia, verla fecundar la
tierra y nacer de ella frutos de misericordia y ternura, capaces de alegrar los
corazones y hacer cantar al universo
En otras palabras, quiero
insistir pedagógicamente en la necesidad de una destrucción gradual de los
contenidos patriarcales, que han desvirtuado y alienado la experiencia amorosa,
y de una lucha por la nueva construcción de experiencias y contenidos en un
esfuerzo de encuentro continuo con las fuerzas que nos constituyen. Estas no se
encuentran encima de nosotros, como si fuesen divinidades distantes, sino que
son fuerzas capaces de devolvernos la experiencia de lo absoluto y lo
trascendente como realdades que acontecen en interior de la historia humana.
La persona es un ser en relación
M.A García Noblejas
La persona humana,
por esencia, está abierta al mundo, es un ser-en-el-mundo. Ser hombre quiere
decir ser hacia algo o hacia alguien distinto de uno mismo; ir más allá de sí
mismo para salir al encuentro de lo que hay en el mundo y de quienes hay en él.
Es decir, la esencia de la existencia humana se encuentra en el propio
autotranscender y en su intencionalidad de dirigirse a
"estar-con" (a encontrarse con el mundo y con otros hombres).
Por tanto, esta
facultad originaria del ser espiritual es el fundamento y la condición de otras
posibilidades: la percepción de otro ente, el pensamiento y el lenguaje, el
entenderse unos con otros y ponerse de acuerdo, el recuerdo y la evocación de
un ser querido ("estar con" en la distancia, temporal y espacial).
Sin embargo, sólo entre seres humanos espirituales puede
haber una comprensión plena, un "estar uno con otro". Esto, a su vez,
sólo es posible en el amor, el cual constituye el modo de ser interexistencial.
Así mismo, la
realidad de la persona es una posibilidad, su ser 'un poder-ser'. Es decir, la
vida humana, en esencia, es un proyecto de vida. Desde la persona que cada
uno somos, en cada momento concreto de nuestra existencia, estamos llamados a
ser una persona distinta, nueva. Nuestra vida se mueve en la tensión
"ser-deber ser", entre la realidad personal y social que somos y
tenemos y la que estamos llamados a ser y tener. Una persona es tal no
meramente por lo que en la actualidad es, sino porque tiene un devenir, tiene
la posibilidad de transformarse desde lo que es en la actualidad.
La vida de la persona
sólo es algo acabado con la muerte en la que acaba la existencia tal y como la
conocemos y que nos abre al misterio. En el transcurso de su vida la persona no
puede anclarse en su forma de ser y estar en el mundo. Este dinamismo humano es
un dinamismo de apertura, esperanzador, de llamada al avance, al cambio... Nos
aleja del fatalismo, de creer que "soy como soy y no puedo hacer otra cosa
que resignarme" y nos orienta a buscar el sentido de nuestra existencia
en la respuesta que hemos de dar a las preguntas que nos plantea la vida.
Así construimos nuestra propia historia y no somos meros juguetes de un
destino, pues la persona es, en su esencia, historicidad y no simple
expresión de naturaleza; por tanto, es y permanece formadora del mundo y de la
sociedad. El concepto de sociedad, en tal contexto, se explica como 'un deber
que el individuo debe llevar a término entre y con los otras personas', como el
lugar de sus posibilidades únicas e irrepetibles, por lo cual 'el sentido de la
existencia humana supera los mismos límites de la persona para introducirse en
los más amplios de la comunidad'.
Se hace evidente, de
esta manera, el carácter de reversibilidad (doble dirección) de la relación que
se instaura entre la persona y la sociedad. En efecto, 'no es sólo la
existencia del individuo que necesita de la comunidad para adquirir un
significado pleno; también la comunidad lo adquiere por la presencia y
acción del individuo'.
Esta relación persona-sociedad
está marcada por la radical responsabilidad que caracteriza el ser del hombre/mujer
porque es un "ser libre". Así, en esta relación la persona se
enfrenta a los siguientes interrogantes:
- Si no
lo hago yo, ¿quién lo hará?.
- Si no lo hago
ahora, ¿cuándo lo haré?.
- Si lo hago
únicamente para mí mismo, ¿quién soy yo?.
La primera pregunta nos remite a que cada persona es única e irrepetible; la segunda a la unicidad del momento presente y, por tanto, a la responsabilidad por lo elegido y vivido en el mismo y la última a la orientación hacia el mundo de los valores y de los deberes que cada uno ha de descubrir y realizar día a día. La orientación hacia estos valores está motivada por la voluntad de sentido y no por la búsqueda directa de la satisfacción personal.
La primera pregunta nos remite a que cada persona es única e irrepetible; la segunda a la unicidad del momento presente y, por tanto, a la responsabilidad por lo elegido y vivido en el mismo y la última a la orientación hacia el mundo de los valores y de los deberes que cada uno ha de descubrir y realizar día a día. La orientación hacia estos valores está motivada por la voluntad de sentido y no por la búsqueda directa de la satisfacción personal.
Desde esta
perspectiva, podemos recuperar en la relación, en el encuentro entre personas,
un carácter adecuado al ser humano. Lo que significa preguntarse con
sinceridad: ¿la persona que encuentro es para mí única?, ¿tiene para mí un
nombre?, ¿detrás de su cara, leo una historia?, ¿participo de su historia y
ella de la mía?. ¿O bien es un simple títere, un anónimo personaje funcional
según mis actividades; y para mí, por lo tanto, tener delante a esa u otra
persona en el fondo no hay ninguna diferencia?. En resumidas cuentas: ¿ es ella
que responde a mis deseos, a mis necesidades, o bien soy yo que presto atención
a su única e irrepetible existencia?.
El encuentro entre
dos personas únicas e irrepetibles es realmente auténtico en la medida en que
alcanza la dimensión inmediatamente superior, aquella en la cual el ser
humano se transciende en dirección a un significado de toda la existencia.
De modo diverso, un diálogo y un encuentro no abiertos al sentido, y por tanto,
que no se basan en una intersubjetividad autotranscendente (salir cada uno de
si mismo para encontrarse con el otro y de esta forma encontrarse también
consigo mismo), permanecen como un diálogo y encuentro encerrado en el estrecho
horizonte de buscar únicamente satisfacer las propias necesidades; sin, en
cambio, buscar los fines objetivos, llenos de desafíos y de provocación que
tienen un carácter de demanda y piden ser realizados.
Por ello, si nuestra
esencia nos lanza a un verdadero encuentro con el otro y a tener un proyecto de
vida con sentido, sabiendo que podemos ser de otra forma diferente a la que
somos ahora, ¿no se nos abren perspectivas de esperanza en contra de nuestro individualismo
y hacia la construcción de formas de vida comunitaria que transformen la
sociedad en un verdadero mundo?. Tal vez así se pudiera cumplir la definición
que considera al mundo como "el espacio histórico-cultural en el cual la
persona, junto con las demás, intenta realizar la propia existencia, creando
una comunidad más humana".
M.A. Noblejas
FEMINIDAD
Y MASCULINIDAD
(Elaborado
desde Masculinidad y Feminidad de Rose Muraro y L. Boff)
Persona-cooperación-democracia
En la búsqueda de
alternativas a las actuales prácticas de género hay tres valores de capital
importancia: la persona, la cooperación y la democracia como valor universal.
Cada vez más hombres y
mujeres se definen no a partir de su sexo biológico o cultural sino por el
hecho de ser personas libres y criticas, participativas y ciudadanas.
Entendemos aqui por persona a todo individuo que posee una relativa autonomía,
que se siente dueño de si y que ejercita
su libertad para plasmar su propia vida junto con los demas en el mundo. Ser
persona es un estar en si y para si, pero simultaneamente es un estar en los
otros y para los otros. Persona es un ser de relaciones, un nudo de
relaciones en todas las direcciones.
Al plasmarse así, emerge la
diferencia sexual, la realización como hombre o como mujer. Esta capacidad de autoproducción
en libertad (autapoiesis) es la suprema dignidad del ser humano que a nadie
le debe ser negada.
El segundo valor reside en
la cooperacion y en la solidaridad. Su ausencia instauró la dominación
de lo masculino sobre lo femenino y la subordinación histórica de las mujeres.
Hoy, mediante la coopera-cion de ambos, con una ética de solidaridad y de
cuidado mutuos, se construiran relaciones inclusivas e igualitarias.
Esta reciprocidad entre los
sexos solo sera posible a medida que exorcicemos el machismo y superemos el
patriarcalismo, principales fuentes de desigualdad, de injusticia y de opresión
historicosocial.
Esta lucha esta haciendo
posible, por primera vez y de forma colectiva, que los seres humanos puedan
efectivamente volverse libres.
En esta cooperación y en la
solidaridad se realiza la singularidad humana, a diferencia de otros seres de
la evolución. Hoy sabemos, por la biologia y la etologia, que los seres humanos
se hicieron humanos al desarrollar sistemáticamente formas de cooperacion con
sus co-iguales. Compartian los alimentos y la palabra los reunia en sociedad.
Eran seres de ternura y amor en todas las edades y en todos los momentos. Originariamente
las relaciones eran de solidaridad y de asociación.
Aunque, en términos de
acidos nucleicos, nos diferenciemos del chimpancé en menos de un 2%, esa pequeña
divergencia hace toda la diferencia. Las relaciones interindividuales de los
chimpancés son de sujeción y de dominación, mientras que en los humanos son de
cooperación y de solidaridad. La mano de ambos ya revela la diferencia. En el
chimpancé la mano es fundamentalmente un instrumento de manipulación, mientras
que en los humanos, además de eso, es el órgano de la caricia. Por eso la mano
humana puede distender y doblar todos los dedos, permitiéndoles acomodarse perfectamente
sobre todas las superficies del cuerpo, mientras que la del chimpancé no consigue
distender los dedos totalmente.
La cooperacién y la
solidaridad suponen confianza y respeto mutuo en una atmósfera donde la
coexistencia se funda en el amor, en la proximidad, en la conversación
reflexiva y en la capacidad de consensuar.
Como notó perspicazmente Humberto
Maturana, uno de los grandes biólogos de nuestro tiempo, la instauración y
permanencia del patriarcalismo representa la tentativa de regresión a
un estadio pre-humano.
La cultura patriarcal se
caracteriza por una manera de vivir con apropiación, desconfianza, control,
dominio, sujeción, discriminación sexual y guerra. En la cultura patriarcal las
relaciones interpersonales son vistas, la mayoria de las veces, como
instrumentos para adquirir superioridad en una continua lucha por el poder y,
la mayoria de las veces, son vividas como tales. Esta manera politica de vivir
no es sin embargo caracteristica de la historia que nos dio origen como seres humanos,
es una caracteristica de nuestra cultura patriarcal, un desarrollo
cultural de una manera de vivir propia de otras especies como los chimpancés.
Así pues, la lucha por la
superación del patriarcalismo es una lucha por la hominización, por rescatar
nuestra verdadera humanidad, negada o desvirtuada por la dominación de los
hombres sobre las mujeres, y por las instituciones disimétricas y
discriminadoras que de ahi se originaron.
Este programa supera las
culturas tomadas por separado. Postula las bases para la reconstrucción de
relaciones de género mas inclusivas y justas, capaces de originar otro tipo de
civilización. En nombre de esta bandera, Virginia Woolf (1882-1941), la gran
escritora y feminista pudo exclamar: “Como mujer no tengo patria, como mujer no
quiero patria, como mujer mi patria es el mundo.»
Reengendrar la persona nueva
a partir de nuevo feminismo
La lucha contra el
patriarcado no es una lucha unicamente de mujeres sino de todos los hombres.
Ambos han sido deshumanizados por ese tipo
de relación fundada en el uso del poder como dominación de unos sobre otros, principalmente
la mujer, de forma mas brutal, cabe siempre recordarlo. Mas que cualquier otra
cosa, después de siglos de socialización
machista y patriarcal, el hombre debe ser reengendrado. Hoy la crisis de lo
masculino reside exactamente en la dificultad que el hombre tiene de integrar
en sí lo femenino, pisoteado durante
milenios. Con seguridad, no se le debe
dejar solo en esta tarea de auto-regeneración; no conseguiría dar el salto de
cualidad por sí solo. La presencia de la mujer a su lado es importante.
Ella podrá evocar en los hombres lo femenino escondido bajo cenizas seculares.
Ella podra ser co-partera de una nueva relación humanizadora.
En un primer momento, mas
importante que considerar al hombre y a Ia mujer por separado, tratamos de privilegiar
los lazos de interacción mutua y la cooperación igualitaria entre ellos. Aqui
se impone un proceso pedagógico, tan bien estudiado por Paulo Freire en su
Pedagogía del Oprimido, según la cual nadie libera a nadie, sino que juntos,
hombres y mujeres se liberaran en un ejercicio compartido de libertad creadora.
Simultaneamente a este juego
interactivo, debemos expandir el concepto de lo femenino como principio,
para que los hombres se sientan incluidos en él, descubran su dimensión
femenina al lado de las mujeres y opten por cambios de actitudes y de comportamientos
menos competitivos y mas cooperativos, menos subordinables y mas igualitarios.
En este contexto es
fundamental mostrar en detalle cómo el paradigma patriarcal y machista se esta
volviendo cada vez mas destructivo, especialmente con relación a la Tierra como
Gaia, a los ecosistemas planificadamente despojados, a las culturas menos desarrolladas
y tecnológicamente retardatarias, sometidas a una brutal espoliación y barbarización
de los procesos productivos, y al abandono de la biosfera.
Debemos recuperar aquellos
valores considerados antiguos y propios de la socialización femenina.
Rescatemos los siguientes:
-- Las personas son mas
importantes que las cosas. Cada persona es un fin, nunca un medio, y debe ser
tratada humanamente y con respeto.
— La violencia nunca jamás
es un camino aceptable para resolver problemas.
— Es mejor ayudar que
explotar a las personas.
—- Cooperar, asociarse y
compartir son preferibles a competir y entrar en conflicto.
— En las decisiones que afectan
a todos, cada persona tiene derecho a decir su palabra y ayudar en la decision
colectiva. .
-— Debemos amar nuestro esplendoroso
planeta, pues es nuestra única casa común. Debemos tratar con compasión y respeto a cada ser de
la creación.
— Necesitamos convencernos
profundamente de que lo cierto está del lado de la justicia, de la solidaridad
y del amor. Lo contrario es lo equivocado.
Tiempo atrás estos valores,
considerados femeninos y altamente positivos, fueron manipulados por la
mentalidad patriarcal para mantener subordinadas y dóciles a las mujeres. Hoy,
con el cambio de marco del mundo y de la sociedad, son los únicos que podrán salvarnos.
Por esta razón todas las relaciones deben ser mas feminizadas, especialmente
en lo que atañe a los hombres. A partir de esta plataforma común caben
diferenciaciones.
Es importante reconocer el
valor de los grupos de reflexión-acción compuestos exclusivamente de mujeres. Ellas se proponen extroyectar el
patriarcalismo y los valores machistas
que les fueron introyectados por siglos de socialización y por instituciones,
así como por simbolos poderosos que las aprisionaron por dentro. Una vez libres
críticamente pueden desarrollar y potenciar su singularidad de mujeres,
estudiar formas de realizar su masculino
tan duramente negado por milenios, en articulación con lo femenino que viven explicitamenre por ser
mujeres.
Lo mismo vale para los
hombres. Los grupos compuestos exclusivamente de hombres se proponen el reto de
autocriticarse y someter a juicio severo la inflación de la masculinidad y el
patriarcalismo historico, del que son sus principales actores y mantenedores.
Después tratan de rescatar lo femenino en ellos, ahogado bajo cenizas seculares.
Y de ahí, podrán emerger acciones mas
armónicas e integradoras entre los géneros.
Finalmente, cabe a los
grupos mixtos de hombres y mujeres que, juntos y diferentes, se enfrentan a
orientarse hacia una superación del conflicto histórico de género en todos los
ámbitos de la vida humana.
La importancia de Ia
espiritualidad para el nuevo paradigma de género
Ante la perpetuacion de este
cuadro, necesitamos más que paciencia histórica. Se hace necesario beber de una
fuente de sentido y de esperanza que supere nuestras propias biografias. Es
premisa de la espiritualidad ser la generadora de esta esperanza mayor.
Por espiritualidad
entendemos aquel momento de la conciencia en que ésta se siente
ligada y religada a un todo mayor, en que percibe un sentido último del universo
y vive la existencia en el mundo con los otros como valor, como construcción
colectiva de lo justo y de lo honesto, como corresponsabilidad por el futuro
personal y de toda la comunidad de vida, como amor que se lanza mas alla de los
limites de este mundo, Por la espiritualidad se capta a Dios como presencia
inefable que se revela y vela en todos los procesos y que habla en la profundidad
humana bajo forma de entusiasmo, de capacidad de amor, de perdón, de compasión
y de veneración ante el misterio del universo.
La espiritualidad no es
exclusiva de las religiones, antes bien, todas las religiones presuponen una experiencia
espiritual fundadora que ellas tratan de traducir en mil códigos,
sin jamás agotar su riqueza infinita.
Esta espiritualidad
pertenece al proceso de personalizacion de cada persona, confiere centralidad a
la vida y proporciona las bases para la paz y la serenidad necesarias a la vida
personal y social. Esta espiritualidad impide que la amargura tenga la ultima
palabra y que el espíritu de venganza, ante un viacrucis con tantas estaciones
de sufrimientos, produzca nuevas victimas.
Esta espiritualidad esta en
el ámbito de las posibilidades humanas. Su alcance antropológico y su potencial
humanizador no han sido suficientemente explotados e incorporados a la cultura.
La espiritualidad ha quedado restringida a las religiones o entregada a las
subjetividades individuales. Pero no se restringe a estas instancias, pues su
lugar de realización e irradiación es el propio universo, entendido como el
conjunto de las relaciones de todos los seres entre sí y con su Fuente
originaria, ganando una densidad consciente en la existencia humana, tomada en
su ultima radicalidad.
Tiempos vendran —estamos
entrando en ellos— en los que la espiritualidad alcanzaré su derecho de
ciudadania al lado de la estructura del deseo, de la libido, del cuidado, de la
conciencia de la dignidad humana, de la sacralidad de coda vida y de la
subjetividad de la Tierra. Entonces vamos a brillar y a irradiar. El hombre
será mas femenino y la mujer mas masculina y, juntos, mas humanos y mas cósmicos,
cada uno, en su diferencia, presentándose como lugar de realización y de revelación de Dios dentro
de nuestra historia.
LA PERSONA EN SU CRECIMIENTO ESPIRITUAL
ALEGORÍA
DEL HUERTO POR TERESA DE JESÚS
NOTA:
este texto, precioso literariamente y acertado
en psicología de la espiritualidad y de la madurez humana, completa nuestra meditación de la persona.
Sólo necesitas actualizar palabras del s. XVI
y adaptarlo a tu espiritualidad o tu proceso de construirte persona. Por
ejemplo: si no tienes un dios personal con quien hablas, donde pone “estado de oración”
puedes llamar mi “estado de crecimiento espiritual”.
PRIMERA ETAPA
Meditación y propio conocimiento
|
Pues hablando ahora
de los que comienzan a ser siervos del amor, es una dignidad tan grande, que me
regalo extrañamente en pensar en ella.
Habré de aprovecharme de alguna comparación:
Ha de
hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy
infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su
Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. Y con ayuda de
Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y
tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar
flores que den de sí gran olor.
Paréceme a mí que
se puede regar de cuatro maneras:
o con
sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo; o con noria y
arcaduces, que se saca con un torno;( yo lo he sacado
algunas
veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua);
o de
un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta
la
tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a
menos
trabajo del hortelano; o con llover
mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin
comparación mejor que todo lo que queda dicho.
|
Ahora, pues, aplicadas estas cuatro
maneras de agua de que se
ha de sustentar este huerto -porque
sin ella perderse ha-, es lo que
a mí me hace al caso y ha parecido que
se podrá declarar algo de
cuatro grados de oración, en que el
Señor, por su bondad, ha
puesto algunas veces mi alma.
Pues ¿qué hará aquí el que ve que en
muchos días no hay sino
sequedad y disgusto y
dessabor y tan mala gana para venir a sacar
el agua, que si no se le acordase que
hace placer y servicio al
Señor de la huerta y mirase a no
perder todo lo servido y aun lo que
espera ganar del gran trabajo que es
echar muchas veces el
caldero en el pozo y sacarle sin agua,
lo dejaría todo? Y muchas
veces le acaecerá aun para esto no
se le alzar los brazos, ni podrá
tener un buen
pensamiento:(
que este obrar con el entendimiento,
entendido va que es el sacar agua del
pozo).
Pues, como digo, ¿qué hará aquí el
hortelano? Alegrarse y
consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en
huerto. Y así se determine, aunque para toda la vida le dure esta sequedad, no
dejar a Cristo caer con la cruz. No haga caso de malos pensamientos.
Y para bien nuestro creo nos quiere Su
Majestad llevar por
aquí, para que entendamos bien lo poco
que somos; porque son de
tan gran dignidad las mercedes de
después, que quiere por
experiencia veamos antes nuestra miseria primero
que nos las dé
Tapaos los ojos de pensar por qué
da a aquél de tan pocos días devoción, y a mí no en tantos años.
Hase de notar mucho -y dígolo porque lo sé por
experiencia - que
el alma que en este camino de oración
mental comienza a
caminar con determinación y puede
acabar consigo de no hacer
mucho caso ni
consolarse ni desconsolarse mucho porque falten
estos gustos y ternura o la dé el
Señor, que tiene andado gran parte
del camino. Y no haya miedo de
tornar atrás, aunque más tropiece,
porque va comenzado el edificio en
firme fundamento. Sí, que no
está el amor de Dios en tener lágrimas
ni estos gustos y ternura,
que por la mayor parte los deseamos y
consolamos con ellos, sino
en servir con justicia y fortaleza
de ánima y humildad. Recibir, más
me parece a mí eso, que no dar nosotros nada.
Porque muy muchas veces (yo tengo grandísima
experiencia de ello, y sé que es verdad, porque lo he mirado con cuidado y
tratado después a personas espirituales) que viene de indisposición corporal,
que somos tan miserables que participa esta encarceladita de esta pobre alma de
las miserias del cuerpo.
Así que torno a avisar -y aunque lo diga
muchas veces no va
nada- que importa mucho que de
sequedades ni de inquietud y
distraimiento en los
pensamientos
nadie se apriete ni aflija. Si
quiere ganar libertad de espíritu
y no andar siempre atribulado,
comience a no se espantar de la cruz.
Porque ya se ve que, si el pozo no
mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no hemos de estar descuidados
para que, cuando la haya, sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este
medio multiplicar las virtudes. Puede en
este estado hacer muchos actos para determinarse a hacer mucho por Dios
y despertar el amor, otros para ayudar a crecer las virtudes
Pues esto es lo que podemos. Y perdido el entendimiento, quédase el alma desierta
y con mucha sequedad. Y como este edificio todo va fundado en humildad,
mientras más llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va
todo perdido.
Hartos años estuve yo que leía muchas
cosas y no entendía
nada de ellas; y mucho tiempo que,
aunque me lo daba Dios,
palabra no sabía decir para darlo a
entender, que no me ha costado
esto poco trabajo. Cuando Su Majestad
quiere, en un punto lo
enseña todo, de manera que yo me
espanto.
Pues procúrese a los principios andar
con alegría y libertad, que
hay algunas personas que parece se les
ha de ir la devoción si se
descuidan un poco. Tener gran
confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que,
si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que
muchos santos. Mas es menester entendamos cómo el demonio hace mucho daño para
no ir muy adelante, luego nos dice o hace
entender que las cosas de los santos
son para admirar, mas no
para hacerlas los que somos
pecadores
Como soy tan enferma, hasta que me
determiné en no hacer caso
del cuerpo ni de la salud,
siempre estuve atada, sin valer nada; y
ahora hago bien poco. Mas como quiso
Dios entendiese este ardid
del demonio, y como me ponía delante
el perder la salud, decía yo:
«poco va en que me muera»; si el
descanso: «no he ya menester
descanso, sino cruz»; así otras cosas.
Otra tentación es luego muy ordinaria,
que es desear que todos
sean muy espirituales, como comienzan
a gustar del sosiego y
ganancia que es. El desearlo no es
malo; el procurarlo podría ser
no bueno, si no hay mucha discreción y
disimulación en hacerse de
manera que no parezca enseñan.
Pues procuremos siempre mirar las
virtudes y cosas buenas que
viéremos en los
otros, y tapar sus defectos. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con
perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores
que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí con el favor de Dios
Quiérome declarar más, porque estas
cosas de oración todas
son dificultosas y, si no se halla
maestro, muy malas de entender; que como yo pasé tanto, he lástima a los que
comienzan con solos
libros, que es cosa extraña
cuán diferentemente se entiende de lo
que después de experimentado se
ve.
Que así como hay muchas moradas en el
cielo, hay muchos caminos. Algunas, se fatigan mucho de pensar siempre en la
Pasión, y se regalan y aprovechan en mirar el poder y grandeza de Dios en las
criaturas y el amor que nos tuvo, que en todas las cosas se representa, y es admirable
manera de proceder, no dejando muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que
es de donde nos ha venido y viene todo el bien
Y aunque esto del conocimiento
propio jamás se ha de dejar, ni
hay alma, en este camino, tan gigante
que no haya menester
muchas veces tornar a ser niño y a
mamar (y esto jamás se olvide,
quizás lo diré más veces, porque
importa mucho); porque no hay
estado de oración tan subido, que
muchas veces no sea necesario
tornar al principio.
SEGUNDA
ETAPA
Contemplación y atención a los demás
|
1. Pues ya queda dicho con el trabajo
que se riega este vergel y
cuán a fuerza de brazos sacando el
agua del pozo, digamos ahora
el
segundo modo de sacar el agua que
el Señor del huerto ordenó
para
que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el
hortelano más agua y a menos trabajo,
y pudiese descansar sin
estar continuo trabajando
Esto es un recogerse las potencias
dentro de sí para gozar de aquel
contento con más gusto; mas no se
pierden ni se duermen; sola la
voluntad se ocupa de manera
que, sin saber cómo, se cautiva.
Las otras dos
potencias (entendimiento y memoria) ayudan a la voluntad para que vaya haciéndose
hábil para gozar de tanto bien, puesto que algunas veces, aun estando unida la
voluntad, acaece desayudar harto; mas entonces no haga caso de ellas,
sino estése en su gozo y quietud.
Este agua de grandes bienes y mercedes que el
Señor da aquí,
hacen crecer las virtudes muy más
sin comparación que en la
oración pasada, porque se va ya esta
alma subiendo de su miseria
y dásele ya un poco de noticia de los
gustos de la gloria.
Comiénzase luego, en llegando aquí, a perder
la codicia de lo de
acá.
Es en lo muy íntimo de ella esta satisfacción, y no sabe por dónde ni
cómo le vino, ni muchas veces sabe qué hacer ni qué querer ni qué pedir.
Y es gran bien saber lo que ha de
hacer, para ir aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado
mucho y perdido harto tiempo por no saber qué hacer y he gran lástima a
almas que se ven solas cuando llegan aquí.
Ahora tornemos a nuestra huerta o
vergel, y veamos cómo comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar
después
fruto, y las flores y claveles lo
mismo para dar olor. Entonces es el verdadero escardar y quitar de raíz las hierbecillas
-aunque sean pequeñas- que han quedado malas.
Esta quietud y recogimiento del alma
es cosa que se siente mucho en la satisfacción y paz que en ella se
pone, con grandísimo contento y sosiego de las potencias y muy suave deleite.
Ya he dicho que en este primer
recogimiento y quietud no faltan las
potencias del alma, mas como la voluntad
está unida con Dios, no se pierde la quietud y el sosiego, antes ella
poco a poco torna a recoger el entendimiento y memoria. Porque, aunque
ella aún no está de todo punto engolfada, está tan bien ocupada sin saber
cómo, que por mucha diligencia que ellas pongan, no la pueden quitar su
contento y gozo, antes muy sin trabajo se va ayudando para que esta
centellica de amor de Dios no se apague, y desventurada será si torna atrás,
que, si no tornan a la oración, han de ir de mal en peor.
Querríalas mucho avisar que miren no escondan
el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras
muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de
Dios para sustentar los flacos.
Lo que ha de hacer el alma en los
tiempos de esta quietud, no es más de con suavidad y sin ruido. Llamo «ruido»
andar con el
entendimiento
buscando muchas palabras. Todo esto se
mueve aquí, y representa el entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas
potencias a mí me cansan a ratos. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda
que no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos.
Despierte en sí la voluntad algunas
razones que de la misma razón se representarán de verse tan mejorada,
para avivar este amor.
Quédense las letras a un cabo mas delante de la Sabiduría infinita, créanme
que vale más un poco de estudio de humildad y un acto de ella, que toda
la ciencia del mundo.
Que, como ya he dicho y no querría
esto se olvidase, en esta vida que vivimos no crece el alma como el cuerpo,
aunque decimos que sí, y de verdad crece. Mas un niño, después que crece
y echa gran cuerpo y ya le tiene de hombre, no torna a descrecer y a tener
pequeño cuerpo; acá quiere el Señor que sí, a lo que yo he visto por mí,
que no lo sé por más.
En fin, por no me cansar, es un
principio de todos los bienes,
un estar ya las flores en término que
no les falta casi nada para
brotar.
TERCERA
ETAPA
Abandono confiado y protagonismo divino
|
1. Vengamos ahora a hablar de la
tercera agua con que se riega
esta huerta, que es agua corriente de río o de fuente, que se riega
muy a
menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua.
Quiere el Señor aquí ayudar al
hortelano de manera que casi El es
el hortelano y el que lo hace todo.
Es un sueño de las potencias, que ni
del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es
más sin
comparación que lo pasado; no me parece
que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo y
estar gozando de Dios. Y es así que ha que me dio el Señor en abundancia
esta oración creo cinco y aun seis años, muchas veces, y que ni yo la
entendía ni la supiera decir; y así tenía por mí, llegada aquí, decir muy
poco o nonada.
Muchas veces estaba así como
desatinada y embriagada en este
amor, y jamás había podido entender
cómo era. Bien entendía que
era Dios, mas no podía entender cómo
obraba aquí; porque en
hecho de verdad están casi del todo
unidas las potencias, mas no
tan engolfadas que no obren. Sólo tienen habilidad las potencias para
ocuparse todas en Dios. Al menos el entendimiento no vale aquí nada. Querría
dar voces en alabanzas el alma, y está que no cabe en sí; un desasosiego
sabroso
Querría ya esta alma verse libre:
el comer la mata; el dormir la congoja; ve que se le pasa el tiempo de la vida
pasar en regalos, y que nada ya la puede regalar fuera de Vos; que parece vive
contra natura, pues ya no querría vivir en sí sino en Vos.
¡Oh gran libertad, tener por
cautiverio haber de vivir y tratar
conforme a las leyes del mundo! Y pues éste es el verdadero camino, no
hay que parar en él, que nunca acabaremos de ganar tan gran tesoro, hasta que
se nos acabe la vida.
Rompa vuestra merced (se dirije a su orientador) esto que he
dicho, si le pareciere, y tómelo por carta para sí, y perdóneme, que he estado
muy atrevida.
Razonablemente está dicho de este modo
de oración y lo que ha
de hacer el alma o, por mejor decir,
hace Dios en ella, que es el que
toma ya el oficio de
hortelano
y quiere que ella huelgue.
Haga Su Majestad como de cosa propia;
ya no es suya el alma de sí misma; dada está del todo al Señor; descuídese
del todo.
Y entiende que lo hace sin ningún
cansancio del entendimiento.
En fin, es que las virtudes quedan
ahora más fuertes que en la
oración de quietud pasada, que el alma
no las puede ignorar,
porque se ve otra y no sabe
cómo. Comienza a obrar grandes
cosas con el olor que dan
de sí las flores, que quiere el Señor se
abran para que ella vea que tiene
virtudes, aunque ve muy bien que
no las podía ella -ni ha podido- ganar
en muchos años, y que en
aquello poquito el celestial
hortelano se las dio.
Esto, aunque parece todo uno, es
diferente de la oración de quietud
que dije, en parte, porque allí está
el alma que no se querría bullir ni
menear, gozando en aquel ocio. Ahora está
casi obrando juntamente en vida activa y contemplativa, y entender en
obras de caridad y negocios que convengan a su estado, y leer, aunque no
del todo están señores de sí, y entienden bien que está la mejor parte del alma
en otro cabo. Es como si estuviésemos hablando con uno y por otra parte nos
hablase otra persona, que ni bien estaremos en lo uno ni bien en lo otro. Es
cosa que se siente muy claro y da mucha satisfacción y contento cuando se tiene.
Así, no le satisface ni querría entonces contento del mundo, porque en sí tiene
el que le satisface más.
Ahora pues, acaece muchas veces esta
manera de unión que
quiero decir (en especial a mí, que me
hace Dios esta merced de
esta suerte muy muchas), que coge
Dios la voluntad y aun el
entendimiento, a mi parecer, porque
no discurre, sino está ocupado
gozando de Dios, como quien está
mirando y ve tanto que no sabe
hacia dónde mirar; uno por otro se le
pierde de vista, que no dará
señas de cosa. La memoria queda
libre, y junto con la imaginación
debe ser; y ella, como se ve
sola, la guerra que da y cómo procura desasosegarlo todo. A
mí cansada me tiene y aborrecida la tengo.
Como el entendimiento no la ayuda poco
ni mucho a lo que le representa, no para en nada, sino de uno en otro,
que no parece sino de estas maripositas de las noches, importunas y
desasosegadas: así anda de un cabo a
otro. El postrer remedio que he hallado, a cabo de
haberme fatigado hartos años, es lo que dije en la oración de quietud: que
no se haga caso de ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que
sólo Dios se la puede quitar; y, en fin, aquí por esclava queda.
CUARTA
ETAPA
Unión de amor en libertad
|
El Señor me enseñe palabras cómo se
pueda decir algo de la
cuarta
agua.
En toda la oración y modos de ella que
queda dicho, alguna cosa
trabaja el hortelano; aunque en estas
postreras va el trabajo
acompañado de tanta gloria y consuelo
del alma, que jamás querría
salir de él, y así no se siente por
trabajo, sino por gloria.
Acá no hay sentir, sino gozar sin
entender lo que se goza.
Siempre ha de haber cuidado de cuando faltare
la una agua procurar la otra. Esta del cielo viene muchas veces cuando más
descuidado está el hortelano. Verdad es que a los principios casi siempre es después
de larga oración mental, que de un grado en otro viene el Señor a tomar
esta avecita y ponerla en el nido para que descanse. Como la ha visto volar
mucho rato, procurando con el entendimiento y voluntad y con todas sus
fuerzas buscar a Dios y contentarle, quiérela dar el premio aun en esta
vida
Estando así el alma buscando a Dios,
siente con un deleite
grandísimo y suave
casi desfallecer
toda con una manera de
desmayo que le va faltando el huelgo y
todas las fuerzas
corporales; ni, si lee, acierta a
decir letra, ni casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas, como el entendimiento
no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye. Así
que de los sentidos no se aprovecha nada.
Verdad es que a los principios pasa en
tan breve tiempo –al menos a mí así me acaecía-, que en estas señales
exteriores ni en la falta de los sentidos no se da tanto a entender cuando pasa
con
brevedad; cuando estuviese media hora,
es muy mucho; yo nunca, a mi parecer, estuve tanto.
En esto se puede pasar algunas horas
de oración y se pasan. Como no puede comprender lo que entiende, es no entender
entendiendo. Quien lo hubiere probado entenderá algo de esto, porque no se puede
decir más claro, por ser tan oscuro lo que allí pasa. Sólo podré decir que se
representa estar junto con Dios, y queda una certidumbre que en
ninguna manera se puede dejar de creer.
Queda el alma de esta oración y unión con
grandísima ternura,
de manera que se querría deshacer, no
de pena, sino de unas
lágrimas gozosas. Queda algún
tiempo este aprovechamiento en el alma. Comienza a dar muestras de alma que guarda
tesoros del cielo, y a tener deseo de repartirlos con otros, y suplicar
a Dios no sea ella sola la rica.
Y si el hortelano se descuida y el
Señor por sola su bondad no torna
a querer llover, dad por perdida la
huerta, que así me acaeció a mí
algunas veces; que, cierto, yo me
espanto y, si no hubiera pasado
por mí, no lo pudiera creer. Escríbolo
para consuelo de almas flacas, como la mía, que nunca desesperen ni dejen de
confiar en la grandeza de Dios. Queda de aquí entendido -y nótese mucho,
por amor del Señor- que aunque un alma llegue a hacerla Dios tan grandes
mercedes en la oración, que no se fíe de sí, pues puede caer, ni se
ponga en ocasiones en ninguna manera. Mírese mucho, que va mucho.
Teilhard de Chardin
He aqui, pues, que,
por pasos, mi fe inicial en el Mundo se ha cambiado irresistiblemente en una fe
en la espiritualidad creciente e indestructible
del Mundo. De hecho, esta perspectiva es simplemente aquella a la que se adhieren,
mas o menos confusamente, la mayoría de los espiritus de tipo “monista” es
decir, los que se inclinan a que todo es uno. Y seria dificil, en efecto,
salvar de otro modo el fenómeno humano.
¿Pero bajo qué forma
representarnos el término inmortal
de la evolución universal?
Aqui, las creencias
divergen. Preguntad a un “monista” como se figura el Espiritu final del
Universo. Nueve veces de cada diez os responderá: “como un vasto poder
impersonal, en el que irán a sumergirse nuestras personalidades».
Ahora bien, la conviccion que voy a tratar de
defender aquí es precisamente, a la inversa, que si hay irreversiblemenre vida,
delante de nosotros, esto que llamamos Viviente
tiene que culminar en algo Personal
donde habremos de encontrarnos a nosotros mismos “sobre-personalizados”.
Cómo justificar esta
nueva etapa que siento en la explicacion de mi fe?
Simplemente, también
aquí, obedeciendo a las sugestiones de lo Real, profundizado y armonizado
hasta el fin, en su totalidad.
La idea, tan extendida, de que el Todo,
incluso reducido a la forma de Espiritu,
no puede ser sino impersonal, tiene evidentemente su origen en una ilusión espacial.
Sospecho que algunos piensan a nuestro
alrededor que “lo personal» es siempre un “elemento” (una mónada); y que el
Universo, por el contrario, se manifiesta sobre todo a nuestra experiencia mediante
actividades difusas. De ahi la
impresión tenaz de que lo personal es un atributo exclusivo de lo particular en
cuanto tal, y que por consiguiente tiene que ir decreciendo a medida que se
lleva a cabo la unificacion total.
Pero una impresión
como ésta, en el punto al que he llegado en el desenvolvimiento de mi fe, no
resiste a la reflexión. El Espiritu del Mundo, tal y como se me ha presentado
al nacer, no es un fluido, ni un éter, ni una energía. Completamente diferente
de esas vaporosas materialidades, las innumerables conquistas de la vida se agrupan
y se organizan, en su esencia, en una adquisición gradual de consciencia.
La fuente de la repugnancia
a lo colectivo hay que buscarla en la ilusión que nos hace identificar
tenazmente “personal” con “individual”. Esta confusión y las reacciones que
entraña deben desaparecer, si la ley fundamental del ser es, como la física y
la historia nos enseñan, que la “unión diferencia”. No podemos, en virtud de
esta regla, alcanzar nuestro verdadero yo para sobrevivir en él más que
asociándonos orgánicamente con todos los demás. (EH p.71)
El ser “personalizado”,
que nos constituye como humanos, es el estado
más elevado bajo el que nos es dado percibir la trama del Mundo.
Llevada a su consumación,
esta sustancia tiene que seguir poseyendo, en un grado supremo, nuestra
perfeccion mas preciosa. Desde ese momento ya no
puede ser sino
“super-consciente”, es decir, “super-personal”.
Os irritais ante la
idea de un Universo personal. La asociación de estos dos conceptos os parece
monstruosa. Ilusión espacial, volveré a repetir. En lugar de contemplar el
Cosmos por el lado de su esfera exterior, material, ¡volveos hacia el punto en
el que todos los radios se juntan!
También alli, reducido a la unidad, existe el Todo, y lo podréis percibir en su
totalidad concentrado en ese punto.
Asi, en lo que me
concierne, yo no soy capaz de concebir una evolución hacia el Espiritu que no desemboque en una suprema Personalidad. El Cosmos, a fuerza
de converger, no puede fraguar en Algo: como ya lo ha hecho parcial y
elementalmente en el caso del ser humano,
tiene que terminar en “Alguien”.
Pero entonces se
plantea una cuestion subsidiaria: ¿qué quedara de cada uno de nosotros dentro de
esta ultima conciencia que el Universo alcanzará de sí mismo?
De por si, a decir
verdad, el problema de una sobrevida personal no me inquieta demasiado. Desde
el momento en que el fruto de mi vida se ve asumido en algo Inmortal, ¿qué me
importa conservar egoistamente la conciencia y la dicha? Con toda sinceridad,
mi felicidad personal no me interesa: basta, para ella, que lo mejor de mi mismo
pase, para siempre, a algo mas bello y mas grande que yo.
Pero es aqui
precisamente donde brota la necesidad, desde el corazón mismo de mi
indiferencia, por sobrevivir. Lo mejor de mí mismo, acabo de decir. ¿Pero cual
es entonces esa preciosa parcela que el Todo espera poder cosechar en
mi? ¿Una idea que habrá brotado en mi
pensamiento? ¿Una palabra que habré
dicho? ¿Una luz que habré hecho
brillar?... iTodo esto es manifiestamente insuficiente!
Una persona no puede
desaparecer pasando a otra persona, pues, por naturaleza, no puede darse, en
tanto que persona, más que si continua como unidad consciente en sí misma; es
decir, distinta. Es más: ese don que hace de sí misma tiene como resultado
directo reforzar lo que tiene de tesoro incomunicable; es decir
“supra-personalizarla. “La unión diferencia” (EH p.74)
Admitamos que yo soy
uno de esos raros seres humanos cuya huella visible no se desvanece como la
estela del navio. Admitamos también, y supongamos la parte de influencias
imponderables que cada ser viviente ejerce sin advertirlo
sobre el Universo a
su alrededor. ¿Que representa esta fracción utilizada de mi energia en
comparación con el foco de pensamiento y
de afectividad que constituye mi alma?
La tarea de mi vida,
sin duda, se halla representada de alguna manera por algo que pasa de mí a los
demás. Pero mucho más por lo que he llegado a realizar de incomunicable, de único,
en el fondo de mi mismo. Mi
personalidad, o sea,
el centro particular
de percepciones y de amor en cuyo desarrollo consiste mi vida; he aquí mi verdadero tesoro.
He aquí, por consiguiente, el único valor cuyo precio y conservación pueden
interesar y justificar mi esfuerzo. Y he aqui por tanto la porcion por excelencia
de mi ser, que no puede dejar perder el Centro en el que convergen
todas las riquezas sublimadas del Universo.
Pero, ¿como va a
poder llevarse a cabo esta transmision de mi mismo al Otro, requerida
simultaneamente por las exigencias de mi acción y por el éxito del Universo? ¿Voy
a despojarme de lo que es “yo” para
dárselo a “él”? Parece que a veces tenemos la impresión de que semejante ademán
es posible. ¡Pero qué ilusión!
Reflexionemos un
minuto. Y reconoceremos que nuestras cualidades personales no son una llama de
la que nos podamos desprender al comunicarla. Tal vez estabamos pensando en
despojarnos de ellas como de una vestidura que se regala. Pero ellas coinciden
precisamente con la sustancia de nuestro
ser, tejidas como están en sus fibras por la conciencia que de ellas
tenemos. Lo que tiene que ser preservado en la consumación universal, es nada menos que las
propiedades de nuestro centro, y por tanto este
centro mismo; y por tanto eso precisamente mediante lo cual nuestro
pensamiento reflexiona sobre si mismo.
La realidad en la que
culmina el Universo no puede en consecuencia desarrollarse a partir de nosotros
más que conservándonos: en la Personalidad suprema, no podemos por menos de
encontrarnos personalmente inmortalizados.
Os asombra esta
perspectiva. Pero eso quiere decir que, bajo una de sus múltiples formas, os sigue
teniendo ofuscados la ilusión materialista,
como ha ofuscado a la mayoria de los panteismos.
Casi invenciblemente, como recordaba al comienzo de este apartado, nos imaginamos
el gran Todo bajo la figura de un océano inmenso en el que vienen a desaparecer
los hilillos del ser individual. Es el mar en el que se disuelve el grano de
sal, el fuego en el que la paja se volatiliza... Unirse a él equivale por tanto
a perderse. Pero es que justamente esta imagen es falsa, quisiera poder gritar yo a los hombres, y contraria a cuanto
he visto aparecérseme de más claro en el curso de mi
despertar a la fe.
No, el Todo no es la
inmensidad enrarecida, y por tanto disolvente, en Ia que buscáis su imagen,
sino que, por el contrario, es como nosotros esencialmente un centro, con las
cualidades propias de un centro. Ahora bien, ¿cuál es la única manera que tiene
un centro de formarse y nutrirse? ¿Acaso
descomponiendo los centros inferiores que caen bajo su dominio? De ningún modo,
sino reforzándolos a su propia imagen. Su manera propia de disolver
consiste en unificar aún más. Para la mónada humana,
fundirse en el Universo quiere decir
verse “super-personalizada”.
Aqui se detienen y
culminan los desarrollos individuales de mi fe, en un punto en el que, aunque
me aconteciera llegar a perder la confianza en cualquier religión revelada, pienso
que me seguiría sintiendo sólidamente aferrado.
Etapa tras etapa, mi
creencia inicial en el Mundo ha ido adquiriendo figura. Lo que al principio
no era más que una intuición confusa de la unidad universal se ha convertido en
sentimiento razonado y definido de una Presencia.
Ahora, yo sé que me hallo
vinculado al Mundo y que volveré a él, no solo con las cenizas de mi carne,
sino con todas las capacidades desarrolladas de mi pensamiento y de mi corazón.
Puedo amarlo. Y puesto que, de esta
suerte,
comienza a
dibujárseme en la actualidad en el Cosmos una esfera superior de lo Personal y
de las relaciones personales, comienzo a sospechar que ciertas atracciones y
direcciones de naturaleza intelectual bien podrían envolverme y hablarme.
Una presencia no es nunca muda.
Teilhard de Chardin,
“Lo que yo creo” p.98)
Sobre este tema de
Teilhard de Chardin añade L. Sequeiros: “El término de la tendencia de la
humanidad a la unidad, se hará solo realidad si la humanidad del futuro es
capaz de abrirse por el amor a Alguien mayor que ella misma. Es lo que
el propio Teilhard va a exponer en su teoría del punto Omega.
Pero
el amor no puede nacer ni puede mantenerse si no encuentra un corazón y un
rostro. Cuanto màs se profundiza en este mecanismo psicológico esencial de la
unión, más se convence uno de que la única manera posible para el enrollamiento
cósmico de llegar a la meta consiste en terminar no solamente en un sistema
centrado de centros sino en un centro de centros”. Teilhard denomina esta
Superconciencia con el apelativo de punto Omega.
EL PROCESO DE CONVERTIRSE EN PERSONA
(Tomado de El Proceso de convertirse en
persona Carl Rogers )
La pregunta en la
relación personal
Para describir en
pocas palabras el cambio que se ha operado en mí, diré que durante
los primeros años
solía preguntarme: "¿Cómo puedo tratar, o cambiar a esta persona?",
en tanto que ahora " la pregunta sería: "¿Cómo puedo crear una
relación que esta persona pueda utilizarla para su propio desarrollo?"
De la misma
manera en que he modificado los términos de mi pregunta, advierto que
cuanto he aprendido
es aplicable a todas mis relaciones humanas. Por esta razón pienso que quizá
las enseñanzas que han adquirido significación para mí puedan tenerla también
para el lector, puesto que todos nos hallamos igualmente comprometidos en el
problema de las relaciones humanas.
Quizá debería
comenzar con un aprendizaje negativo. He aprendido lenta y
gradualmente que
la ayuda que puedo prestar a una persona
no reviste la forma de un proceso intelectual ni de un entrenamiento.
Ningún enfoque basado en el
conocimiento, el
entrenamiento de algo que se enseña tiene utilidad alguna. Estas maneras de
encarar la ayuda parecen directas y
tentadoras. Sin duda alguna, es posible explicar a una persona su manera de
ser, indicarle los pasos que lo ayudarían a progresar, hacerle conocer un modo
de vida más satisfactorio; sin embargo, de acuerdo con mi propia experiencia
son fútiles e inconsecuentes. Toda su eficacia reside en la posibilidad de introducir
una modificación efímera, que pronto desaparece y no hace sino fortalecer en el
individuo la conciencia de su propia inadaptación.
El fracaso de
cualquier enfoque intelectual me ha obligado a reconocer que el cambio
sólo puede surgir
de la experiencia adquirida en una relación; por consiguiente,
intentaré
enunciar de manera breve e informal algunas de las hipótesis esenciales de una relación
de ayuda. Estas hipótesis han sido reiteradamente confirmadas por la
experiencia y la
investigación.
Formularé la
hipótesis general en los siguientes términos:
Si puedo crear un
cierto tipo de relación, la otra persona descubrirá en sí misma su capacidad de
utilizarla para su propia maduración y de esa manera se producirán el cambio y
el desarrollo individual.
La relación auténtica
¿Qué significan
estos términos? Permítaseme considerar por separado las tres frases
principales del
enunciado precedente e indicar el significado que tienen para mí. ¿En qué consiste
este tipo de relación que creo necesario establecer?
He descubierto
que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, tanto más útil
resultará esta
última. Esto significa que debo tener presentes mis propios sentimientos, y no
ofrecer una fachada externa, adoptando una actitud distinta de la que surge de
un nivel más profundo o inconsciente. Ser auténtico implica también la voluntad
de ser y expresar, a través de mis palabras y mi conducta, los diversos
sentimientos y actitudes que existen en mí. Esta es la única manera de lograr
que la relación sea auténtica, condición que reviste fundamental importancia.
Sólo mostrándome tal cual soy, puedo lograr que la otra persona busque
exitosamente su propia autenticidad. Lo más importante es ser auténtico.
La segunda
condición reside en el hecho de que cuanto mayor sea la aceptación y el
agrado que
experimento hacia un individuo, más útil le resultará la relación que estoy
creando. Entiendo
por aceptación un cálido respeto hacia él/ella como persona de mérito propio e
incondicional, es decir, como individuo valioso independientemente de su
condición, conducta o sentimientos.
La aceptación
también significa el respeto y agrado que siento hacia él/ella como persona
distinta, el deseo de que posea sus propios sentimientos, el respeto por todas
sus actitudes, al margen del carácter positivo o negativo de estas últimas, y
aun cuando ellas puedan contradecir en diversa medida otras actitudes que ha
sostenido en el pasado. Esta aceptación de cada uno de los aspectos de la otra
persona le brinda calidez y seguridad en nuestra relación; esto es fundamental,
puesto que la seguridad de agradar al otro y ser valorado como persona parece
constituir un elemento de gran importancia en una relación de ayuda.
Esta persona también
debe sentirse libre de toda evaluación moral o diagnostica, puesto que, a mi juicio,
las evaluaciones de ese tipo son siempre amenazadoras.
Por consiguiente,
la relación que encontré de ayuda se caracteriza de mi parte, por una especie
de transparencia que pone de manifiesto mis verdaderos sentimientos, por la
aceptación de la otra persona como individuo diferente y valioso
por su propio derecho, y por una profunda comprensión que me permite observar
su propio mundo tal como él lo ve.
Una vez logradas
estas condiciones, me convierto en su compañero/a en el transcurso de la búsqueda de sí mismo
que se siente capaz de emprender.
No siempre puedo
lograr este tipo de relación Sin
embargo, podría afirmar que cuando soy capaz de adoptar la actitud que acabo de
describir y cuando la otra persona puede también experimentarla en alguna medida,
invariablemente surgirán el cambio y el desarrollo personal constructivo. Incluyo
el término "invariablemente" sólo después de largas y cuidadosas consideraciones.
La motivación hacia
la madurez
Ya me he referido
a la relación. La segunda frase de mi hipótesis general decía que el
individuo
descubrirá en sí mismo la capacidad de utilizar esta relación para su propio
desarrollo.
Intentaré explicar el significado que esta frase tiene para mí. Mi experiencia me ha obligado a admitir
gradualmente que el individuo posee en sí la capacidad y la tendencia
- en algunos casos latente - de avanzar
en la dirección de su propia madurez.
En un ambiente
adecuado, esta tendencia puede expresarse libremente, y deja de ser una
potencialidad para convertirse en algo real. Esta tendencia se pone de manifiesto
en la capacidad del individuo para
comprender aquellos aspectos de su vida y de sí que le provocan dolor o insatisfacción; tal
comprensión se extiende más allá de su conocimiento consciente de sí mismo,
para alcanzar aquellas experiencias que han quedado ocultas a causa de su
naturaleza amenazadora.
También se
expresa en su tendencia a reorganizar su personalidad y su relación con
la vida de acuerdo con patrones considerados más maduros. Cualquiera que sea el
nombre que le asignemos - tendencia al crecimiento, impulso hacia la
autorrealización o tendencia direccional progresiva- ella constituye el móvil
de la vida.
No es sino el
impulso que se manifiesta en toda vida orgánica y humana -de expansión,
extensión, autonomía, desarrollo, maduración-, la tendencia a expresar y
actualizar todas las capacidades del organismo, en la medida en que tal
actualización aumenta el valor del organismo o del sí mismo. Esta tendencia puede
hallarse encubierta por múltiples defensas psicológicas sólidamente
sedimentadas, sin embargo, opino que existe
en todos los individuos y sólo espera las condiciones adecuadas para
liberarse y expresarse.
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