jueves, 9 de junio de 2016

Publicamos a continuación los documentos para reflexión en Finde de junio 2016



Nota: en este finde de 11 y 12 de junio el Tema Central es: “Ser y Crecer como Persona Mujer/Hombre”. Los siguientes textos sirven de soporte para la meditación en el silencio de este encuentro. Hoy los publicamos en nuestro blog, atendiendo a personas interesadas en seguirlo desde sus casas, aunque allí en el finde se entregan en papel.

Son los siguientes documentos para la reflexión:
1.-PERSONA .- Carlos Diaz
2.-LAS MUJERES Y EL MISTERIO DE LA VIDA.- Ivon Gebara
3.-LA PERSONA SER EN RELACIÓN.- García Noblejas
4.-FEMINIDAD Y MASCULINIDAD.- Rose Muraro y L. Boff
5.-PROCESO DE CRECIMIENTO.- Teresa de Jesús (Libro de la Vida)
6.-LO QUE YO CREO SOBRE LA PERSONALIDAD.- Teilhard de Chardin
7.-LA RELACIÓN PERSONAL .-Carl Rogers


P E R S O N A
(Resumido de Carlos Díaz, fundador del Instituto Mounier)

        Introducción
Enmanuel Mounier:
“Digamos inmediatamente que,  desde una experiencia fundamental y progresiva de una vida, la vida personal,  el personalismo,  añade una afirmación de valor: la afirmación del valor absoluto de la persona humana”.
“Si no se comienza por situar todo diálogo sobre la persona en esta zona profunda de la existencia, si nos limitamos a reivindicar las libertades públicas o derechos, se adopta una posición sin resistencia profunda, ya que entonces se corre el riesgo de no defender más que privilegios del individuo, y es cierto que estos privilegios deben ceder en circunstancias diversas, en beneficio de una cierta organización del orden colectivo.”
“ Cuando hablamos de defender la persona, gustosamente se sospecha que quisiéramos restituir, bajo una forma vergonzosa, el viejo individualismo. Es, pues, hora de distinguir con mayor precisión la persona del individuo. Esta distinción nos lleva, por su propio peso, a describir la vida personal del exterior al interior.”

1.-Raíces filosóficas del personalismo 
Dos dimensiones cruzan la noción de persona en la antigüedad y en el medievo, ambos fecundadas por lo cristiano: por un lado, su consideración como realidad «en sí»; y por otra parte, como realidad relacional
Definir  a la persona como «libertad e independencia frente al mecanismo de la naturaleza entera,  como la facultad de un ser sometido a leyes propias, es decir, a leyes  establecidas por su propia razón».
A Kant, esa libertad racional bajo leyes morales capaz de darse a sí misma su propio comportamiento, le fascina: «Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, cuanto con más frecuencia y aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mi, y la ley moral en mí.”
Dado este carácter sumamente valioso y sin parangón natural del obrar personal, nada tiene de extraño que Kant, rechazando toda instrumentalización de la libertad humana que pretendiera utilizarla como medio, defina a ese libre obrar humano personal como fin en sí mismo:
«En toda la creación puede todo lo que se quiera y sobre lo que se tenga algún poder ser también empleado sólo como medio; únicamente el ser humano, y con él toda criatura racional, es fin en sí mismo. El es, efectivamente, el  sujeto de la ley moral, que es santa gracias a la autonomía de su libertad»

De ahí que lo propio de todo fin en sí, de toda persona, sea respetar a Ios demás fines en si«El deber de amar al prójimo puede expresarse también del siguiente modo: Es el deber de convertir en míos los fines de otros; el deber de respetar a mi prójimo está contenido en la máxima de no degradar a ningún otro ser humano, convirtiéndole únicamente en medio para mis fines

De esta forma, aunque Kant abre a su vez la persona a la trascendencia afirmando que si Dios no existiera esa ley moral personal quedaría frustrada y carecería de sentido, y aunque viene a resolverse en las afirmaciones básicas cristianas, sin las cuales pese a todo Kant no hubiera escrito lo que escribió, ensaya por su parte con originalidad extraordinaria una vía de autonomía moral que le resultará muy querida a la conciencia contemporánea.

2.-  El personalismo comunitario
Filósofos personalistas como Lévinas y otros: La persona es un ser necesitado, menesteroso, abierto desde su origen, y sólo se desarrolla y planifica en el buen trato con el otro y consigo mismo.”
Si, pues, ser es ser-con-otro, y no meramente co-existiendo, ello exige dar respuesta, es decir, afrontar la relación con el otro, que por ser otro es pregunta, ….Todo preguntar es un abrirse relacionalmente.
Por ende, si me cierro y no doy respuesta para evitarme las molestias de toda relación interrogadora, entonces me inhibo y digo como Cain: «¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»
 Al potenciarse  en el cristianismo el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano, y al ponerse gracias a él en ejercicio la invitación al amor universal, todo estaba ya abierto y facilitado para la especulación filosófica personalista.  La persona no es un objeto mundano, ni siquiera el más maravilloso de los objetos mundanos, cognoscible desde el exterior como los demás y desde allí mensurable, sino que ella es la única realidad presente intencionalmente en todas partes, pero no reductible a ningun sitio.
De ese modo Emmanuel Mounier perfila así el perímetro de lo personal: «Una persona es un ser espiritual constituído como tal por una manera de subsistencia y de independencia en su ser; conserva esa subsistencia por la adhesión a una jerarquía de valores libremente aceptados, asimilados y vividos por un compromiso responsable y una constante conversión; unifica así toda su actividad en la libertad, y desarrolla además a impulsos de actos creadores su vocación personal». 

Irreductible, pues, a las cosas, la persona es fin en sí misma, fin en sí misma y abierta a lo que la funda y trasciende, y por ende irreductible a las cosas, esto es, no tratable como objeto, de ahí que no deba preguntarse «qué» o qué cosa sea la persona, sino al contrario «quién» es ella, cuáles sus caracteres constituyentes. La persona es, por lo antedicho, y sólo podría ser, la realidad suprema sobre la tierra, cualitativamente distinta a todo lo demás (y no sólo cuantitativamente), una realidad ontológicamente digna, un fin en sí y nunca un medio.
El ser humano es persona, algo que nos habla de la eminente dignidad merecida: «Trátame como a un ser humano», decimos recabando del otro un respeto superior, equivalente a un «no me trates como si yo fuera un mero animal.
Ese fin en sí mismo tiene, pues, valor y no precio, no habiendo dinero ni cosa alguna que sirva para comprarle; ni comprable ni vendible, la persona es la medida de todo lo que se compra y se vende, alguien, en suma, absolutamente digno y no mediatizado por nada, tan digno por ello como merecedor de eternidad. Henos, pues, ante la persona como realidad estructuralmente superior.

3.- Carácter relacional de la persona

Así, pues, en su relación se comprende en profundidad lo humano: «Poned  atención: un corazón solitario no es un corazón».
Machado nos recuerda que el ojo que ves no es ojo porque tú le veas, es ojo porque te ve; el ojo mismo, como el resto del cuerpo, está hablándonos del carácter radicalmente abierto y extravertido de nuestra existencia, de nuestra apertura radical al mundo y a las personas. Por su radical apertura, el «yo» se enlaza con el «tú» y en la pluralidad unitaria del «nosotros». El niño no dice «yo» al principio, sólo más tarde lo aprende. La filosofía contemporánea ha hecho hincapié en la dimensión intencional (tender  a) de la persona, recordándonos que no se nace cerrado, sino abierto y como a la búsqueda del mundo cual si de su otra media naranja se tratara. Hasta podría decirse que formamos una unidad ecológica.
Antes, pues, de que por convicción moral tengamos que abrirnos al otro, por constitución metafísica formamos parte del cosmos mismo; no es que tengamos que formar parte de él, es que formamos ya parte de él. El cosmos nos proporciona una magnífica lección de solidaridad, diciéndonos franciscanamente con los hermanos árboles y con las hermanas flores y los hermanos animales y los hermanos minerales: Todos para uno, uno para todos.
Aquí las relaciones no son de poder  ni de supeditación, sino entre iguales, cooperativas, libres.
Efectivamente, el ser humano, como dijera Ortega y Gasset, es un dentro que necesita un fuera, a la par que un fuera que necesita un dentro. El diálogo en que crece la persona como consecuencia de su condición de abierta es una relación que se sitúa en el entre de tú-y-yo. Como señala el filósofo judío Martin Buber:  “Dicho de otro modo, cuando me encuentro en el rostro del otro, cuando amo, «me pierdo» en el tú, pero es así como paradójicamente alcanzo la autoconciencia recognoscitiva. Cuando tal se produce, entonces surge el ex-stasis.”  
(Resumido de Carlos Díaz, fundador del Instituto Mounier)

Las mujeres y el misterio de la vida
(Elaborado desde Teología a Ritmo de Mujer de Ivone Gebara)
Nosotras, la mujeres, estamos invadidas hasta tal punto por el amor romántico burgués en su forma decadente caracterizado por las relaciones casuales y pasajeras y por los sentimientos explosivos que nacen y mueren sin que los percibamos, que terminamos identificando ese producto mostrado, comercializado, fetichizado al que Ia humanidad llama amor. El amor decadente burgués es también expresión de dominio patriarcal androcéntrico, vigente sobre todo en las sociedades ciudadanas contemporáneas,
La situación de reducción del amor a cosa y mercancía es tan dramática que hace brotar en nosotros la pregunta: ¿qué es exactamente el amor? ¿Qué es esto que llamamos amor?
Quiero en primer lugar rechazar lo que se presenta con la etiqueta <<amor», aun estando habituada a su invasion y a sus tentaciones: eso no es más que la utilización de una extraordinaria fuerza humana al servicio de las ideologías aniquiladoras de la vida en sus diferentes formas. Y no quiero, ademas, escribir sobre el amor de madre, de esposa o de amiga, el amor expresado en el sentimiento de las mujeres Iatinoamericanas en su mayoria. Con esto no deseo negar todos esos amores; deseo ir más allá de ellos. Pretendo  tocar ese sentimiento, al mismo tiempo masculino y femenino, de otro tipo, a partir de otra óptica.
Quiero hablar de él naciendo de la carne femenina, esto es, de lo femenino, de la mujer, que constituye un aspecto de todos nosotros, antes de asumirse como mujer en las diferentes sociedades.
La tradicion cristiana ha llamado a Dios amor, afirmando que los que aman conocen a Dios y de él han nacido (1 Jn 4,7). En otros términos, ha identificado lo absoluto y lo trascendente, “experimentados”, con esa realidad que se llama amor. En ese sentido, el que ama vive en su propia carne lo absoluto y lo trascendente, dentro de los límites de la historia. El que ama vive, en lo ordinario de la historia, lo extraordinario, experimentando algo de la extraordinaria manifestación del misterio de la vida en nosotros.
Hay algo en esa experiencia que toca a las energias constitutivas del ser humano, de forma que podemos decir que el amor esté en nuestro origen. Pero, ¿cómo comprender ese amor en cuanto origen? ¿cómo  recuperar ese “inicio”,  cuando estamos ya lejos de los origenes, sumergidos en el vicio de lo que es habitual y normal segun las costumbres?
El amor como origen significa que, mucho antes de la fecundacion del género humano, en el seno de la evolución de la tierra, la atracción entre los seres, la reciprocidad y la interdependencia en los procesos vitales fueron siempre condiciones para que todo existiese. Esa atracción, reciprocidad e  interdependencia se humanizaron y se trasformaron en ética, es decir, en comportamientos en connivencia con nuestros orígenes terrestres primitivos.
El amor, esto es, la fuerza de atraccion entre todos los seres, se vuelve fuerza ética, fuerza que hace valer concretamente nuestros orígenes femeninos de union, atraccion, maduracion y agregación. Sin embargo, no cualquier ética, cualquier comportamiento, toca nuestros origenes constitutivos, sino solo el que permite que la vida se abra en toda su exuberancia y diversidad. Por eso, hablar de amor a partir de las entrañas de la mujer y de la tierra es hablar de un nuevo nacimiento; es exigir una vuelta, quiza profundamente dolorosa, a nuestros origenes profundos integrales.
Se trata, pues, de volver a aquel lugar en el que, a primera vista, no tenemos conciencia de haber habitado. Solo conocemos aquello que la sociedad nos permite conocer, como los hombres del mito de la caverna de Platón, los cuales, encadenados, se imaginaban que no existia nada mas que aquello que sus ojos estaban habituados a ver.
Por eso la vuelta a los origenes es una especie de entrar de nuevo en el útero materno, en el seno de la tierra, a fin de poder renacer. Jesus dijo en el evangelio de Juan que es posible nacer de nuevo, es decir, simbólicamente; es posible penetrar de nuevo en el útero de la tierra, en el seno de la madre, para redescubrir quiénes somos e intentar desalienar nuestro ser. Esto significa que es posible rebasar las exterioridades, las conveniencias sociales y el racionalismo divisor, para inaugurar nuevas formas de comportamiento.
Estoy segura de que este es un movimiento espiritual profundo, captado tal vez de manera privilegiada por las mujeres; movimiento que sin duda abarca las reivindicaciones feministas, ecologistas, antinucleares y otras, pero que va mas alla de ellas, porque pretende volver al fondo de lo humano para devolverle su vocación amorosa originaria,
Hemos olvidado nuestros orígenes... Durante mucho tiempo los fijamos en la imagen masculina de Dios Padre, del Dios creador, del que existe independientemente de la criatura, del que somete a sí todas las cosas. Este no es nuestro origen. Es un producto cultural idealizado a lo largo de siglos de dominación religiosa masculina, que no corresponde a una vision universalista capaz de unir a la humanidad respetando la diferencia de expresion. Por eso hemos de volver a la matriz, a la tierra, y extraer de ella la energía primitiva, condición de toda hermandad.
El movimiento de vuelta a los orígenes es, por el momento, abrazado por una minoría. Forman parte de él aquellos cuyas entrañas consigan armonizar y vibrar con la fuerza de atracción que existe en el universo, en la carne humana,
en nuestros frágiles cuerpos. Es un movimiento espiritual ético-político, porque no acepta solo contemplar pasivamente el misterio de la vida que nos envuelve; quiere estar en constante dolor de parto, para que por fin nazcan hombres y mujeres marcados por la pasión por la vida y por una visión antropológica unitaria, superando los nefastos dualismos.
La novedad de este movimiento de vuelta a las entrañas de la tierra y de la mujer no estriba en presentar otra teoría economica y politica de comprensión de las relaciones sociales, o una teoria diferente en favor de un equilibrio entre las naciones, sino en retroceder hasta lo primitivo, en el sentido de algo constitutivo, de retorno a la desnudez de nuestra relación de reciprocidad corpórea profundamente terrícola.
Esa vuelta debe significar el principio de un encuentro de ternura, de una experiencia de admiración, de éxtasis ante la maravilla que es, de la maravilla que somos. Del éxtasis de nuestros cuerpos es de donde puede nacer la pasión duradera por el cuerpo de la tierra, por el cuerpo de la mujer y el hombre, del hombre y la mujer. No son pocas las personas que experimentan esa connaturalidad con la tierra, con el cuerpo, con los cuerpos, y testimonian la posibilidad efectiva de ese renacer.
En lo oscuro de las entrañas de la tierra es donde surge la luz capaz de iluminar intensamente, porque esa luz somos también nosotros, esa luz nace de nosotros, vive en nosotros, acontece también por obra nuestra. Y cuando se hace la luz, es posible entender la urgente necesidad de reconstruir las  relaciones humanas a partir de sus bases amorosas no excluyentes; es posible  hacer Ilover la justicia, verla fecundar la tierra y nacer de ella frutos de misericordia y ternura, capaces de alegrar los corazones y hacer cantar al universo
En otras palabras, quiero insistir pedagógicamente en la necesidad de una destrucción gradual de los contenidos patriarcales, que han desvirtuado y alienado la experiencia amorosa, y de una lucha por la nueva construcción de experiencias y contenidos en un esfuerzo de encuentro continuo con las fuerzas que nos constituyen. Estas no se encuentran encima de nosotros, como si fuesen divinidades distantes, sino que son fuerzas capaces de devolvernos la experiencia de lo absoluto y lo trascendente como realdades que acontecen en interior de la historia humana.

La persona es un ser en relación
M.A García Noblejas
    La persona humana, por esencia, está abierta al mundo, es un ser-en-el-mundo. Ser hombre quiere decir ser hacia algo o hacia alguien distinto de uno mismo; ir más allá de sí mismo para salir al encuentro de lo que hay en el mundo y de quienes hay en él. Es decir, la esencia de la existencia humana se encuentra en el propio autotranscender y en su intencionalidad de dirigirse a "estar-con" (a encontrarse con el mundo y con otros hombres).
    Por tanto, esta facultad originaria del ser espiritual es el fundamento y la condición de otras posibilidades: la percepción de otro ente, el pensamiento y el lenguaje, el entenderse unos con otros y ponerse de acuerdo, el recuerdo y la evocación de un ser querido ("estar con" en la distancia, temporal y espacial).     Sin embargo, sólo entre seres humanos espirituales puede haber una comprensión plena, un "estar uno con otro". Esto, a su vez, sólo es posible en el amor, el cual constituye el modo de ser interexistencial.
    Así mismo, la realidad de la persona es una posibilidad, su ser 'un poder-ser'. Es decir, la vida humana, en esencia, es un proyecto de vida. Desde la persona que cada uno somos, en cada momento concreto de nuestra existencia, estamos llamados a ser una persona distinta, nueva. Nuestra vida se mueve en la tensión "ser-deber ser", entre la realidad personal y social que somos y tenemos y la que estamos llamados a ser y tener. Una persona es tal no meramente por lo que en la actualidad es, sino porque tiene un devenir, tiene la posibilidad de transformarse desde lo que es en la actualidad.
    La vida de la persona sólo es algo acabado con la muerte en la que acaba la existencia tal y como la conocemos y que nos abre al misterio. En el transcurso de su vida la persona no puede anclarse en su forma de ser y estar en el mundo. Este dinamismo humano es un dinamismo de apertura, esperanzador, de llamada al avance, al cambio... Nos aleja del fatalismo, de creer que "soy como soy y no puedo hacer otra cosa que resignarme" y nos orienta a buscar el sentido de nuestra existencia en la respuesta que hemos de dar a las preguntas que nos plantea la vida. Así construimos nuestra propia historia y no somos meros juguetes de un destino, pues la persona es, en su esencia, historicidad y no simple expresión de naturaleza; por tanto, es y permanece formadora del mundo y de la sociedad. El concepto de sociedad, en tal contexto, se explica como 'un deber que el individuo debe llevar a término entre y con los otras personas', como el lugar de sus posibilidades únicas e irrepetibles, por lo cual 'el sentido de la existencia humana supera los mismos límites de la persona para introducirse en los más amplios de la comunidad'.
    Se hace evidente, de esta manera, el carácter de reversibilidad (doble dirección) de la relación que se instaura entre la persona y la sociedad. En efecto, 'no es sólo la existencia del individuo que necesita de la comunidad para adquirir un significado pleno; también la comunidad lo adquiere por la presencia y acción del individuo'.
    Esta relación persona-sociedad está marcada por la radical responsabilidad que caracteriza el ser del hombre/mujer porque es un "ser libre". Así, en esta relación la persona se enfrenta a los siguientes interrogantes:
       - Si no lo hago yo, ¿quién lo hará?.
     - Si no lo hago ahora, ¿cuándo lo haré?.
    - Si lo hago únicamente para mí mismo, ¿quién soy yo?.
      La primera pregunta nos remite a que cada persona es única e irrepetible; la segunda a la unicidad del momento presente y, por tanto, a la responsabilidad por lo elegido y vivido en el mismo y la última a la orientación hacia el mundo de los valores y de los deberes que cada uno ha de descubrir y realizar día a día. La orientación hacia estos valores está motivada por la voluntad de sentido y no por la búsqueda directa de la satisfacción personal.
    Desde esta perspectiva, podemos recuperar en la relación, en el encuentro entre personas, un carácter adecuado al ser humano. Lo que significa preguntarse con sinceridad: ¿la persona que encuentro es para mí única?, ¿tiene para mí un nombre?, ¿detrás de su cara, leo una historia?, ¿participo de su historia y ella de la mía?. ¿O bien es un simple títere, un anónimo personaje funcional según mis actividades; y para mí, por lo tanto, tener delante a esa u otra persona en el fondo no hay ninguna diferencia?. En resumidas cuentas: ¿ es ella que responde a mis deseos, a mis necesidades, o bien soy yo que presto atención a su única e irrepetible existencia?.
    El encuentro entre dos personas únicas e irrepetibles es realmente auténtico en la medida en que alcanza la dimensión inmediatamente superior, aquella en la cual el ser humano se transciende en dirección a un significado de toda la existencia. De modo diverso, un diálogo y un encuentro no abiertos al sentido, y por tanto, que no se basan en una intersubjetividad autotranscendente (salir cada uno de si mismo para encontrarse con el otro y de esta forma encontrarse también consigo mismo), permanecen como un diálogo y encuentro encerrado en el estrecho horizonte de buscar únicamente satisfacer las propias necesidades; sin, en cambio, buscar los fines objetivos, llenos de desafíos y de provocación que tienen un carácter de demanda y piden ser realizados.
    Por ello, si nuestra esencia nos lanza a un verdadero encuentro con el otro y a tener un proyecto de vida con sentido, sabiendo que podemos ser de otra forma diferente a la que somos ahora, ¿no se nos abren perspectivas de esperanza en contra de nuestro individualismo y hacia la construcción de formas de vida comunitaria que transformen la sociedad en un verdadero mundo?. Tal vez así se pudiera cumplir la definición que considera al mundo como "el espacio histórico-cultural en el cual la persona, junto con las demás, intenta realizar la propia existencia, creando una comunidad más humana".
M.A. Noblejas

FEMINIDAD Y MASCULINIDAD
(Elaborado desde Masculinidad y Feminidad de Rose Muraro y L. Boff)

Persona-cooperación-democracia
En la búsqueda de alternativas a las actuales prácticas de género hay tres valores de capital importancia: la persona, la cooperación y la democracia como valor universal.
Cada vez más hombres y mujeres se definen no a partir de su sexo biológico o cultural sino por el hecho de ser personas libres y criticas, participativas y ciudadanas. Entendemos aqui por persona a todo individuo que posee una relativa autonomía, que se siente dueño de si  y que ejercita su libertad para plasmar su propia vida junto con los demas en el mundo. Ser persona es un estar en si y para si, pero simultaneamente es un estar en los otros y para los otros. Persona es un ser de relaciones, un nudo de relaciones en todas las direcciones.
Al plasmarse así, emerge la diferencia sexual, la realización como hombre o como mujer. Esta capacidad de autoproducción en libertad (autapoiesis) es la suprema dignidad del ser humano que a nadie le debe ser negada.
El segundo valor reside en la cooperacion y en la solidaridad. Su ausencia instauró la dominación de lo masculino sobre lo femenino y la subordinación histórica de las mujeres. Hoy, mediante la coopera-cion de ambos, con una ética de solidaridad y de cuidado mutuos, se construiran relaciones inclusivas e igualitarias.
Esta reciprocidad entre los sexos solo sera posible a medida que exorcicemos el machismo y superemos el patriarcalismo, principales fuentes de desigualdad, de injusticia y de opresión historicosocial.
Esta lucha esta haciendo posible, por primera vez y de forma colectiva, que los seres humanos puedan efectivamente volverse libres.
En esta cooperación y en la solidaridad se realiza la singularidad humana, a diferencia de otros seres de la evolución. Hoy sabemos, por la biologia y la etologia, que los seres humanos se hicieron humanos al desarrollar sistemáticamente formas de cooperacion con sus co-iguales. Compartian los alimentos y la palabra los reunia en sociedad. Eran seres de ternura y amor en todas las edades y en todos los momentos. Originariamente las relaciones eran de solidaridad y de asociación.
Aunque, en términos de acidos nucleicos, nos diferenciemos del chimpancé en menos de un 2%, esa pequeña divergencia hace toda la diferencia. Las relaciones interindividuales de los chimpancés son de sujeción y de dominación, mientras que en los humanos son de cooperación y de solidaridad. La mano de ambos ya revela la diferencia. En el chimpancé la mano es fundamentalmente un instrumento de manipulación, mientras que en los humanos, además de eso, es el órgano de la caricia. Por eso la mano humana puede distender y doblar todos los dedos, permitiéndoles acomodarse perfectamente sobre todas las superficies del cuerpo, mientras que la del chimpancé no consigue distender los dedos totalmente.
La cooperacién y la solidaridad suponen confianza y respeto mutuo en una atmósfera donde la coexistencia se funda en el amor, en la proximidad, en la conversación reflexiva y en la capacidad de consensuar.
Como notó perspicazmente Humberto Maturana, uno de los grandes biólogos de nuestro tiempo, la instauración y permanencia del patriarcalismo representa la tentativa de regresión a un estadio pre-humano.
La cultura patriarcal se caracteriza por una manera de vivir con apropiación, desconfianza, control, dominio, sujeción, discriminación sexual y guerra. En la cultura patriarcal las relaciones interpersonales son vistas, la mayoria de las veces, como instrumentos para adquirir superioridad en una continua lucha por el poder y, la mayoria de las veces, son vividas como tales. Esta manera politica de vivir no es sin embargo caracteristica de la historia que nos dio origen como seres humanos, es una caracteristica de nuestra cultura patriarcal, un desarrollo cultural de una manera de vivir propia de otras especies como los chimpancés.
Así pues, la lucha por la superación del patriarcalismo es una lucha por la hominización, por rescatar nuestra verdadera humanidad, negada o desvirtuada por la dominación de los hombres sobre las mujeres, y por las instituciones disimétricas y discriminadoras que de ahi se originaron.
Este programa supera las culturas tomadas por separado. Postula las bases para la reconstrucción de relaciones de género mas inclusivas y justas, capaces de originar otro tipo de civilización. En nombre de esta bandera, Virginia Woolf (1882-1941), la gran escritora y feminista pudo exclamar: “Como mujer no tengo patria, como mujer no quiero patria, como mujer mi patria es el mundo.»
Reengendrar la persona nueva a partir de nuevo feminismo
La lucha contra el patriarcado no es una lucha unicamente de mujeres sino de todos los hombres. Ambos han sido deshumanizados  por ese tipo de relación fundada en el uso del poder como dominación de unos sobre otros, principalmente la mujer, de forma mas brutal, cabe siempre recordarlo. Mas que cualquier otra cosa, después  de siglos de socialización machista y patriarcal, el hombre debe ser reengendrado. Hoy la crisis de lo masculino reside exactamente en la dificultad que el hombre tiene de integrar en sí lo femenino, pisoteado   durante milenios.  Con seguridad, no se le debe dejar solo en esta tarea de auto-regeneración; no conseguiría dar el salto de cualidad por sí solo. La presencia de la mujer a su lado es importante. Ella podrá evocar en los hombres lo femenino escondido bajo cenizas seculares. Ella podra ser co-partera de una nueva relación humanizadora.
En un primer momento, mas importante que considerar al hombre y a Ia mujer por separado, tratamos de privilegiar los lazos de interacción mutua y la cooperación igualitaria entre ellos. Aqui se impone un proceso pedagógico, tan bien estudiado por Paulo Freire en su Pedagogía del Oprimido, según la cual nadie libera a nadie, sino que juntos, hombres y mujeres se liberaran en un ejercicio compartido de libertad creadora.
Simultaneamente a este juego interactivo, debemos expandir el concepto de lo femenino como principio, para que los hombres se sientan incluidos en él, descubran su dimensión femenina al lado de las mujeres y opten por cambios de actitudes y de comportamientos menos competitivos y mas cooperativos, menos subordinables y mas igualitarios.
En este contexto es fundamental mostrar en detalle cómo el paradigma patriarcal y machista se esta volviendo cada vez mas destructivo, especialmente con relación a la Tierra como Gaia, a los ecosistemas planificadamente despojados, a las culturas menos desarrolladas y tecnológicamente retardatarias, sometidas a una brutal espoliación y barbarización de los procesos productivos, y al abandono de la biosfera.
Debemos recuperar aquellos valores considerados antiguos y propios de la socialización femenina. Rescatemos los siguientes:
-- Las personas son mas importantes que las cosas. Cada persona es un fin, nunca un medio, y debe ser tratada humanamente y con respeto.
— La violencia nunca jamás es un camino aceptable para resolver problemas.
— Es mejor ayudar que explotar a las personas.
—- Cooperar, asociarse y compartir son preferibles a competir y entrar en conflicto.
— En las decisiones que afectan a todos, cada persona tiene derecho a decir su palabra y ayudar en la decision colectiva. .
-— Debemos amar nuestro esplendoroso planeta, pues es nuestra única casa común. Debemos  tratar con compasión y respeto a cada ser de la creación.
— Necesitamos convencernos profundamente de que lo cierto está del lado de la justicia, de la solidaridad y del amor. Lo contrario es lo equivocado.
Tiempo atrás estos valores, considerados femeninos y altamente positivos, fueron manipulados por la mentalidad patriarcal para mantener subordinadas y dóciles a las mujeres. Hoy, con el cambio de marco del mundo y de la sociedad, son los únicos que podrán salvarnos. Por esta razón todas las relaciones deben ser mas feminizadas, especialmente en lo que atañe a los hombres. A partir de esta plataforma común caben diferenciaciones.
Es importante reconocer el valor de los grupos de reflexión-acción compuestos exclusivamente  de mujeres. Ellas se proponen extroyectar el patriarcalismo y los  valores machistas que les fueron introyectados por siglos de socialización y por instituciones, así como por simbolos poderosos que las aprisionaron por dentro. Una vez libres críticamente pueden desarrollar y potenciar su singularidad de mujeres, estudiar formas de realizar  su masculino tan duramente negado por milenios, en articulación con  lo femenino que viven explicitamenre por ser mujeres.
Lo mismo vale para los hombres. Los grupos compuestos exclusivamente de hombres se proponen el reto de autocriticarse y someter a juicio severo la inflación de la masculinidad y el patriarcalismo historico, del que son sus principales actores y mantenedores. Después tratan de rescatar lo femenino en ellos, ahogado bajo cenizas seculares.  Y de ahí, podrán emerger acciones mas armónicas e integradoras entre los géneros.
Finalmente, cabe a los grupos mixtos de hombres y mujeres que, juntos y diferentes, se enfrentan a orientarse hacia una superación del conflicto histórico de género en todos los ámbitos de la vida humana.
La importancia de Ia espiritualidad para el nuevo paradigma de género
Ante la perpetuacion de este cuadro, necesitamos más que paciencia histórica. Se hace necesario beber de una fuente de sentido y de esperanza que supere nuestras propias biografias. Es premisa de la espiritualidad ser la generadora de esta esperanza mayor.
Por espiritualidad entendemos aquel momento de la conciencia en que ésta se siente ligada y religada a un todo mayor, en que percibe un sentido último del universo y vive la existencia en el mundo con los otros como valor, como construcción colectiva de lo justo y de lo honesto, como corresponsabilidad por el futuro personal y de toda la comunidad de vida, como amor que se lanza mas alla de los limites de este mundo, Por la espiritualidad se capta a Dios como presencia inefable que se revela y vela en todos los procesos y que habla en la profundidad humana bajo forma de entusiasmo, de capacidad de amor, de perdón, de compasión y de veneración ante el misterio del universo.
La espiritualidad no es exclusiva de las religiones, antes bien, todas las religiones presuponen una experiencia espiritual fundadora que ellas tratan de traducir en mil códigos, sin jamás agotar su riqueza infinita.
Esta espiritualidad pertenece al proceso de personalizacion de cada persona, confiere centralidad a la vida y proporciona las bases para la paz y la serenidad necesarias a la vida personal y social. Esta espiritualidad impide que la amargura tenga la ultima palabra y que el espíritu de venganza, ante un viacrucis con tantas estaciones de sufrimientos, produzca nuevas victimas.
Esta espiritualidad esta en el ámbito de las posibilidades humanas. Su alcance antropológico y su potencial humanizador no han sido suficientemente explotados e incorporados a la cultura. La espiritualidad ha quedado restringida a las religiones o entregada a las subjetividades individuales. Pero no se restringe a estas instancias, pues su lugar de realización e irradiación es el propio universo, entendido como el conjunto de las relaciones de todos los seres entre sí y con su Fuente originaria, ganando una densidad consciente en la existencia humana, tomada en su ultima radicalidad.
Tiempos vendran —estamos entrando en ellos— en los que la espiritualidad alcanzaré su derecho de ciudadania al lado de la estructura del deseo, de la libido, del cuidado, de la conciencia de la dignidad humana, de la sacralidad de coda vida y de la subjetividad de la Tierra. Entonces vamos a brillar y a irradiar. El hombre será mas femenino y la mujer mas masculina y, juntos, mas humanos y mas cósmicos, cada uno, en su diferencia, presentándose como  lugar de realización y de revelación de Dios dentro de nuestra historia.  
LA PERSONA EN SU  CRECIMIENTO ESPIRITUAL

ALEGORÍA DEL HUERTO  POR TERESA DE JESÚS

NOTA: este texto, precioso literariamente y acertado en psicología de la espiritualidad y de la madurez humana,  completa nuestra meditación de la persona. Sólo necesitas actualizar palabras del s. XVI  y adaptarlo a tu espiritualidad o tu proceso de construirte persona. Por ejemplo: si no tienes un dios personal con quien hablas, donde pone “estado de oración” puedes llamar mi “estado de crecimiento espiritual”.


PRIMERA ETAPA
Meditación y propio conocimiento

Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del amor, es una dignidad tan grande, que me regalo extrañamente en pensar en ella.
Habré de aprovecharme de alguna comparación:  

Ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su Majestad arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor.

Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras:
o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo; o con noria y arcaduces, que se saca con un torno;( yo lo he sacado
algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua);
o de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta
la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a
menos trabajo  del hortelano; o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho.

Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se
ha de sustentar este huerto -porque sin ella perderse ha-, es lo que
a mí me hace al caso y ha parecido que se podrá declarar algo de
cuatro grados de oración, en que el Señor, por su bondad, ha
puesto algunas veces mi alma.
Pues ¿qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino
sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar
el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al
Señor de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo que
espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el
caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? Y muchas
veces le acaecerá aun para esto no se le alzar los brazos, ni podrá
tener un buen pensamiento:( que este obrar con el entendimiento,
entendido va que es el sacar agua del pozo).

Pues, como digo, ¿qué hará aquí el hortelano? Alegrarse y
consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en huerto. Y así se determine, aunque para toda la vida le dure esta sequedad, no dejar a Cristo caer con la cruz. No haga caso de malos pensamientos.
Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad llevar por
aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de
tan gran dignidad las mercedes de después, que quiere por
experiencia veamos antes nuestra miseria primero que nos las dé
Tapaos los ojos de pensar por qué da a aquél de tan pocos días devoción, y a mí no en tantos años.

 Hase de notar mucho -y dígolo porque lo sé por experiencia - que
el alma que en este camino de oración mental comienza a
caminar con determinación y puede acabar consigo de no hacer
mucho caso ni consolarse ni desconsolarse mucho porque falten
estos gustos y ternura o la dé el Señor, que tiene andado gran parte
del camino. Y no haya miedo de tornar atrás, aunque más tropiece,
porque va comenzado el edificio en firme fundamento. Sí, que no
está el amor de Dios en tener lágrimas ni estos gustos y ternura,
que por la mayor parte los deseamos y consolamos con ellos, sino
en servir con justicia y fortaleza de ánima y humildad. Recibir, más
me parece a mí eso, que no dar nosotros nada.
 Porque muy muchas veces (yo tengo grandísima experiencia de ello, y sé que es verdad, porque lo he mirado con cuidado y tratado después a personas espirituales) que viene de indisposición corporal, que somos tan miserables que participa esta encarceladita de esta pobre alma de las miserias del cuerpo.

 Así que torno a avisar -y aunque lo diga muchas veces no va
nada- que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y
distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si
quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado,
comience a no se espantar de la cruz.
Porque ya se ve que, si el pozo no mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no hemos de estar descuidados para que, cuando la haya, sacarla; porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las virtudes.  Puede en este estado hacer muchos actos para determinarse a hacer mucho por Dios y despertar el amor, otros para ayudar a crecer las virtudes

Pues esto es lo que podemos.  Y perdido el entendimiento, quédase el alma desierta y con mucha sequedad. Y como este edificio todo va fundado en humildad, mientras más llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no, va todo perdido.
Hartos años estuve yo que leía muchas cosas y no entendía
nada de ellas; y mucho tiempo que, aunque me lo daba Dios,
palabra no sabía decir para darlo a entender, que no me ha costado
esto poco trabajo. Cuando Su Majestad quiere, en un punto lo
enseña todo, de manera que yo me espanto.
Pues procúrese a los principios andar con alegría y libertad, que
hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción si se
descuidan un poco. Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos. Mas es menester entendamos cómo el demonio hace mucho daño para no ir muy adelante, luego nos dice o hace
entender que las cosas de los santos son para admirar, mas no
para hacerlas los que somos pecadores

Como soy tan enferma, hasta que me determiné en no hacer caso
del cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada, sin valer nada; y
ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid
del demonio, y como me ponía delante el perder la salud, decía yo:
«poco va en que me muera»; si el descanso: «no he ya menester
descanso, sino cruz»; así otras cosas.

Otra tentación es luego muy ordinaria, que es desear que todos
sean muy espirituales, como comienzan a gustar del sosiego y
ganancia que es. El desearlo no es malo; el procurarlo podría ser
no bueno, si no hay mucha discreción y disimulación en hacerse de
manera que no parezca enseñan.

Pues procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que
viéremos en los otros, y tapar sus defectos. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí con el favor de Dios

Quiérome declarar más, porque estas cosas de oración todas
son dificultosas y, si no se halla maestro, muy malas de entender; que como yo pasé tanto, he lástima a los que comienzan con solos
libros, que es cosa extraña cuán diferentemente se entiende de lo
que después de experimentado se ve.
Que así como hay muchas moradas en el cielo, hay muchos caminos. Algunas, se fatigan mucho de pensar siempre en la Pasión, y se regalan y aprovechan en mirar el poder y grandeza de Dios en las criaturas y el amor que nos tuvo, que en todas las cosas se representa, y es admirable manera de proceder, no dejando muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de donde nos ha venido y viene todo el bien

Y aunque esto del conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni
hay alma, en este camino, tan gigante que no haya menester
muchas veces tornar a ser niño y a mamar (y esto jamás se olvide,
quizás lo diré más veces, porque importa mucho); porque no hay
estado de oración tan subido, que muchas veces no sea necesario
tornar al principio.





SEGUNDA  ETAPA
Contemplación y atención a los demás


1. Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y
cuán a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora
el segundo modo de sacar el agua que el Señor del huerto ordenó
para que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el
hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin
estar continuo trabajando

Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de aquel
contento con más gusto; mas no se pierden ni se duermen; sola la
voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se cautiva.
Las otras dos potencias (entendimiento y memoria) ayudan a la voluntad para que vaya haciéndose hábil para gozar de tanto bien, puesto que algunas veces, aun estando unida la voluntad, acaece desayudar harto; mas entonces no haga caso de ellas, sino estése en su gozo y quietud.

 Este agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí,
hacen crecer las virtudes muy más sin comparación que en la
oración pasada, porque se va ya esta alma subiendo de su miseria
y dásele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria.
Comiénzase luego, en llegando aquí, a perder la codicia de lo de
acá.  Es en lo muy íntimo de ella esta satisfacción, y no sabe por dónde ni cómo le vino, ni muchas veces sabe qué hacer ni qué querer ni qué pedir.

Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para ir aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado mucho y perdido harto tiempo por no saber qué hacer y he gran lástima a almas que se ven solas cuando llegan aquí.

Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar después
fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Entonces es el verdadero escardar y quitar de raíz las hierbecillas -aunque sean pequeñas- que han quedado malas.

Esta quietud y recogimiento del alma es cosa que se siente mucho en la satisfacción y paz que en ella se pone, con grandísimo contento y sosiego de las potencias y muy suave deleite.

Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud no faltan las
potencias del alma, mas como la voluntad está unida con Dios, no se pierde la quietud y el sosiego, antes ella poco a poco torna a recoger el entendimiento y memoria. Porque, aunque ella aún no está de todo punto engolfada, está tan bien ocupada sin saber cómo, que por mucha diligencia que ellas pongan, no la pueden quitar su contento y gozo, antes muy sin trabajo se va ayudando para que esta centellica de amor de Dios no se apague, y desventurada será si torna atrás, que, si no tornan a la oración, han de ir de mal en peor.

Querríalas mucho avisar que miren no escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos.

Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no es más de con suavidad y sin ruido. Llamo «ruido» andar con el
entendimiento buscando muchas palabras.  Todo esto se mueve aquí, y representa el entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a mí me cansan a ratos. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos.
Despierte en sí la voluntad algunas razones que de la misma razón se representarán de verse tan mejorada, para avivar este amor.
Quédense las letras a un cabo  mas delante de la Sabiduría infinita, créanme que vale más un poco de estudio de humildad y un acto de ella, que toda la ciencia del mundo.
Que, como ya he dicho y no querría esto se olvidase, en esta vida que vivimos no crece el alma como el cuerpo, aunque decimos que sí, y de verdad crece. Mas un niño, después que crece y echa gran cuerpo y ya le tiene de hombre, no torna a descrecer y a tener pequeño cuerpo; acá quiere el Señor que sí, a lo que yo he visto por mí, que no lo sé por más.
En fin, por no me cansar, es un principio de todos los bienes,
un estar ya las flores en término que no les falta casi nada para
brotar.


TERCERA   ETAPA
Abandono confiado y protagonismo divino

1. Vengamos ahora a hablar de la tercera agua con que se riega
esta huerta, que es agua corriente de río o de fuente, que se riega
muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua.
Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que casi El es
el hortelano y el que lo hace todo.

Es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden cómo obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin
comparación que lo pasado; no me parece que es otra cosa sino un morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de Dios. Y es así que ha que me dio el Señor en abundancia esta oración creo cinco y aun seis años, muchas veces, y que ni yo la entendía ni la supiera decir; y así tenía por mí, llegada aquí, decir muy poco o nonada.

Muchas veces estaba así como desatinada y embriagada en este
amor, y jamás había podido entender cómo era. Bien entendía que
era Dios, mas no podía entender cómo obraba aquí; porque en
hecho de verdad están casi del todo unidas las potencias, mas no
tan engolfadas que no obren.  Sólo tienen habilidad las potencias para ocuparse todas en Dios. Al menos el entendimiento no vale aquí nada. Querría dar voces en alabanzas el alma, y está que no cabe en sí; un desasosiego sabroso

Querría ya esta alma verse libre: el comer la mata; el dormir la congoja; ve que se le pasa el tiempo de la vida pasar en regalos, y que nada ya la puede regalar fuera de Vos; que parece vive contra natura, pues ya no querría vivir en sí sino en Vos.
¡Oh gran libertad, tener por cautiverio haber de vivir y tratar
conforme a las leyes del mundo!  Y pues éste es el verdadero camino, no hay que parar en él, que nunca acabaremos de ganar tan gran tesoro, hasta que se nos acabe la vida.
Rompa vuestra merced (se dirije a su orientador) esto que he dicho, si le pareciere, y tómelo por carta para sí, y perdóneme, que he estado muy atrevida.

Razonablemente está dicho de este modo de oración y lo que ha
de hacer el alma o, por mejor decir, hace Dios en ella, que es el que
toma ya el oficio de hortelano y quiere que ella huelgue.
Haga Su Majestad como de cosa propia; ya no es suya el alma de sí misma; dada está del todo al Señor; descuídese del todo.
Y entiende que lo hace sin ningún cansancio del entendimiento.

En fin, es que las virtudes quedan ahora más fuertes que en la
oración de quietud pasada, que el alma no las puede ignorar,
porque se ve otra y no sabe cómo. Comienza a obrar grandes
cosas con el olor que dan de sí las flores, que quiere el Señor se
abran para que ella vea que tiene virtudes, aunque ve muy bien que
no las podía ella -ni ha podido- ganar en muchos años, y que en
aquello poquito el celestial hortelano se las dio.

Esto, aunque parece todo uno, es diferente de la oración de quietud
que dije, en parte, porque allí está el alma que no se querría bullir ni
menear, gozando en aquel ocio. Ahora está casi obrando juntamente en vida activa y contemplativa, y entender en obras de caridad y negocios que convengan a su estado, y leer, aunque no del todo están señores de sí, y entienden bien que está la mejor parte del alma en otro cabo. Es como si estuviésemos hablando con uno y por otra parte nos hablase otra persona, que ni bien estaremos en lo uno ni bien en lo otro. Es cosa que se siente muy claro y da mucha satisfacción y contento cuando se tiene. Así, no le satisface ni querría entonces contento del mundo, porque en sí tiene el que le satisface más.

Ahora pues, acaece muchas veces esta manera de unión que
quiero decir (en especial a mí, que me hace Dios esta merced de
esta suerte muy muchas), que coge Dios la voluntad y aun el
entendimiento, a mi parecer, porque no discurre, sino está ocupado
gozando de Dios, como quien está mirando y ve tanto que no sabe
hacia dónde mirar; uno por otro se le pierde de vista, que no dará
señas de cosa. La memoria queda libre, y junto con la imaginación
debe ser; y ella, como se ve sola,  la guerra  que da y cómo procura desasosegarlo todo. A mí cansada me tiene y aborrecida la tengo.
Como el entendimiento no la ayuda poco ni mucho a lo que le representa, no para en nada, sino de uno en otro, que no parece sino de estas maripositas de las noches, importunas y
desasosegadas: así anda de un cabo a otro.   El postrer remedio que he hallado, a cabo de haberme fatigado hartos años, es lo que dije en la oración de quietud: que no se haga caso de ella más que de un loco, sino dejarla con su tema, que sólo Dios se la puede quitar; y, en fin, aquí por esclava queda.



CUARTA   ETAPA
Unión de amor en libertad


El Señor me enseñe palabras cómo se pueda decir algo de la
cuarta agua.
En toda la oración y modos de ella que queda dicho, alguna cosa
trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo
acompañado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamás querría
salir de él, y así no se siente por trabajo, sino por gloria.
Acá no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza.

 Siempre ha de haber cuidado de cuando faltare la una agua procurar la otra. Esta del cielo viene muchas veces cuando más descuidado está el hortelano. Verdad es que a los principios casi siempre es después de larga oración mental, que de un grado en otro viene el Señor a tomar esta avecita y ponerla en el nido para que descanse. Como la ha visto volar mucho rato, procurando con el entendimiento y voluntad y con todas sus fuerzas buscar a Dios y contentarle, quiérela dar el premio aun en esta vida
Estando así el alma buscando a Dios, siente con un deleite
grandísimo y suave casi desfallecer toda con una manera de
desmayo que le va faltando el huelgo y todas las fuerzas
corporales; ni, si lee, acierta a decir letra, ni casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas, como el entendimiento no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no entiende lo que oye. Así que de los sentidos no se aprovecha nada.

Verdad es que a los principios pasa en tan breve tiempo –al menos a mí así me acaecía-, que en estas señales exteriores ni en la falta de los sentidos no se da tanto a entender cuando pasa con
brevedad; cuando estuviese media hora, es muy mucho; yo nunca, a mi parecer, estuve tanto.
En esto se puede pasar algunas horas de oración y se pasan. Como no puede comprender lo que entiende, es no entender entendiendo. Quien lo hubiere probado entenderá algo de esto, porque no se puede decir más claro, por ser tan oscuro lo que allí pasa. Sólo podré decir que se representa estar junto con Dios, y queda una certidumbre que en ninguna manera se puede dejar de creer.
Queda el alma de esta oración y unión con grandísima ternura,
de manera que se querría deshacer, no de pena, sino de unas
lágrimas gozosas. Queda algún tiempo este aprovechamiento en el alma.  Comienza a dar muestras de alma que guarda tesoros del cielo, y a tener deseo de repartirlos con otros, y suplicar a Dios no sea ella sola la rica.

Y si el hortelano se descuida y el Señor por sola su bondad no torna
a querer llover, dad por perdida la huerta, que así me acaeció a mí
algunas veces; que, cierto, yo me espanto y, si no hubiera pasado
por mí, no lo pudiera creer. Escríbolo para consuelo de almas flacas, como la mía, que nunca desesperen ni dejen de confiar en la grandeza de Dios. Queda de aquí entendido -y nótese mucho, por amor del Señor- que aunque un alma llegue a hacerla Dios tan grandes mercedes en la oración, que no se fíe de sí, pues puede caer, ni se ponga en ocasiones en ninguna manera. Mírese mucho, que va mucho.

Teilhard de Chardin

He aqui, pues, que, por pasos, mi fe inicial en el Mundo se ha cambiado irresistiblemente en una fe en la espiritualidad creciente e indestructible del Mundo. De hecho, esta perspectiva es simplemente aquella a la que se adhieren, mas o menos confusamente, la mayoría de los espiritus de tipo “monista” es decir, los que se inclinan a que todo es uno. Y seria dificil, en efecto, salvar de otro modo el fenómeno humano.

¿Pero bajo qué forma representarnos el término inmortal de la evolución universal?
Aqui, las creencias divergen. Preguntad a un “monista” como se figura el Espiritu final del Universo. Nueve veces de cada diez os responderá: “como un vasto poder impersonal, en el que irán a sumergirse nuestras personalidades».

 Ahora bien, la conviccion que voy a tratar de defender aquí es precisamente, a la inversa, que si hay irreversiblemenre vida, delante de nosotros, esto que llamamos Viviente tiene que culminar en algo Personal donde habremos de encontrarnos a nosotros mismos “sobre-personalizados”.

Cómo justificar esta nueva etapa que siento en la explicacion de mi fe?
Simplemente, también aquí, obedeciendo a las sugestiones de lo Real, profundizado y armonizado hasta el fin, en su totalidad.

La idea, tan extendida, de que el Todo, incluso reducido a la  forma de Espiritu, no puede ser sino impersonal, tiene evidentemente su origen en una ilusión espacial. Sospecho que algunos piensan  a nuestro alrededor que “lo personal» es siempre un “elemento” (una mónada); y que el Universo, por el contrario, se manifiesta sobre todo a nuestra experiencia mediante actividades difusas. De ahi la impresión tenaz de que lo personal es un atributo exclusivo de lo particular en cuanto tal, y que por consiguiente tiene que ir decreciendo a medida que se lleva a cabo la unificacion total.

Pero una impresión como ésta, en el punto al que he llegado en el desenvolvimiento de mi fe, no resiste a la reflexión. El Espiritu del Mundo, tal y como se me ha presentado al nacer, no es un fluido, ni un éter, ni una energía. Completamente diferente de esas vaporosas materialidades, las innumerables conquistas de la vida se agrupan y se organizan, en su esencia, en una adquisición gradual de  consciencia. 

La fuente de la repugnancia a lo colectivo hay que buscarla en la ilusión que nos hace identificar tenazmente “personal” con “individual”. Esta confusión y las reacciones que entraña deben desaparecer, si la ley fundamental del ser es, como la física y la historia nos enseñan, que la “unión diferencia”. No podemos, en virtud de esta regla, alcanzar nuestro verdadero yo para sobrevivir en él más que asociándonos orgánicamente con todos los demás. (EH p.71)

El ser “personalizado”, que nos constituye como humanos, es el estado más elevado bajo el que nos es dado percibir la trama del Mundo.
Llevada a su consumación, esta sustancia tiene que seguir poseyendo, en un grado supremo, nuestra perfeccion mas preciosa. Desde ese momento ya no
puede ser sino “super-consciente”, es decir, “super-personal”.

Os irritais ante la idea de un Universo personal. La asociación de estos dos conceptos os parece monstruosa. Ilusión espacial, volveré a repetir. En lugar de contemplar el Cosmos por el lado de su esfera exterior, material, ¡volveos hacia el punto en el que todos los radios se juntan! También alli, reducido a la unidad, existe el Todo, y lo podréis percibir en su totalidad concentrado en ese punto.

Asi, en lo que me concierne, yo no soy capaz de concebir una evolución hacia el Espiritu que no desemboque en una suprema Personalidad. El Cosmos, a fuerza de converger, no puede fraguar en Algo: como ya lo ha hecho parcial y elementalmente en el caso del  ser humano, tiene que terminar en “Alguien”.

Pero entonces se plantea una cuestion subsidiaria: ¿qué quedara de cada uno de nosotros dentro de esta ultima conciencia que el Universo alcanzará de sí mismo?

De por si, a decir verdad, el problema de una sobrevida personal no me inquieta demasiado. Desde el momento en que el fruto de mi vida se ve asumido en algo Inmortal, ¿qué me importa conservar egoistamente la conciencia y la dicha? Con toda sinceridad, mi felicidad personal no me interesa: basta, para ella, que lo mejor de mi mismo pase, para siempre, a algo mas bello y mas grande que yo.

Pero es aqui precisamente donde brota la necesidad, desde el corazón mismo de mi indiferencia, por sobrevivir. Lo mejor de mí mismo, acabo de decir. ¿Pero cual es entonces esa preciosa parcela que el Todo espera poder cosechar en mi?  ¿Una idea que habrá brotado en mi pensamiento?  ¿Una palabra que habré dicho?  ¿Una luz que habré hecho brillar?... iTodo esto es manifiestamente insuficiente!  
Una persona no puede desaparecer pasando a otra persona, pues, por naturaleza, no puede darse, en tanto que persona, más que si continua como unidad consciente en sí misma; es decir, distinta. Es más: ese don que hace de sí misma tiene como resultado directo reforzar lo que tiene de tesoro incomunicable; es decir “supra-personalizarla. “La unión diferencia” (EH p.74)

Admitamos que yo soy uno de esos raros seres humanos cuya huella visible no se desvanece como la estela del navio. Admitamos también, y supongamos la parte de influencias imponderables que cada ser viviente ejerce sin advertirlo
sobre el Universo a su alrededor. ¿Que representa esta fracción utilizada de mi energia en comparación con el foco de pensamiento y de afectividad  que constituye mi alma?
La tarea de mi vida, sin duda, se halla representada de alguna manera por algo que pasa de mí a los demás. Pero mucho más por lo que he llegado a realizar de incomunicable, de único, en el fondo de mi mismo. Mi personalidad, o sea,
el centro particular de percepciones y de amor en cuyo desarrollo consiste mi vida; he aquí mi verdadero tesoro. He aquí, por consiguiente, el único valor cuyo precio y conservación pueden interesar y justificar mi esfuerzo. Y he aqui por tanto la porcion por excelencia de mi ser,  que no puede dejar perder el Centro en el que convergen todas las riquezas sublimadas del Universo.

Pero, ¿como va a poder llevarse a cabo esta transmision de mi mismo al Otro, requerida simultaneamente por las exigencias de mi acción y por el éxito del Universo? ¿Voy a despojarme de lo que es “yo” para dárselo a “él”? Parece que a veces tenemos la impresión de que semejante ademán es posible. ¡Pero qué ilusión!  
Reflexionemos un minuto. Y reconoceremos que nuestras cualidades personales no son una llama de la que nos podamos desprender al comunicarla. Tal vez estabamos pensando en despojarnos de ellas como de una vestidura que se regala. Pero ellas coinciden precisamente con la sustancia de nuestro ser, tejidas como están en sus fibras por la conciencia que de ellas tenemos. Lo que tiene que ser preservado en la  consumación universal, es nada menos que las propiedades de nuestro centro, y por tanto este centro mismo; y por tanto eso precisamente mediante lo cual nuestro pensamiento reflexiona sobre si mismo.
La realidad en la que culmina el Universo no puede en consecuencia desarrollarse a partir de nosotros más que conservándonos: en la Personalidad suprema, no podemos por menos de encontrarnos personalmente inmortalizados.

Os asombra esta perspectiva. Pero eso quiere decir que, bajo una de sus múltiples formas, os sigue teniendo ofuscados la ilusión materialista, como ha ofuscado a la mayoria de los panteismos. Casi invenciblemente, como recordaba al comienzo de este apartado, nos imaginamos el gran Todo bajo la figura de un océano inmenso en el que vienen a desaparecer los hilillos del ser individual. Es el mar en el que se disuelve el grano de sal, el fuego en el que la paja se volatiliza... Unirse a él equivale por tanto a perderse. Pero es que justamente esta imagen es falsa, quisiera poder gritar yo a los hombres, y contraria a cuanto he visto aparecérseme de más claro en el curso de mi
despertar a la fe.

No, el Todo no es la inmensidad enrarecida, y por tanto disolvente, en Ia que buscáis su imagen, sino que, por el contrario, es como nosotros esencialmente un centro, con las cualidades propias de un centro. Ahora bien, ¿cuál es la única manera que tiene un centro de formarse y nutrirse?  ¿Acaso descomponiendo los centros inferiores que caen bajo su dominio? De ningún modo, sino reforzándolos a su propia imagen. Su manera propia de disolver
consiste en unificar aún más. Para la mónada humana, fundirse en el  Universo quiere decir verse “super-personalizada”.

Aqui se detienen y culminan los desarrollos individuales de mi fe, en un punto en el que, aunque me aconteciera llegar a perder la confianza en cualquier religión revelada, pienso que me seguiría sintiendo sólidamente aferrado.
Etapa tras etapa, mi creencia inicial en el Mundo ha ido adquiriendo figura. Lo que al principio no era más que una intuición confusa de la unidad universal se ha convertido en sentimiento razonado y definido de una Presencia.
Ahora, yo sé que me hallo vinculado al Mundo y que volveré a él, no solo con las cenizas de mi carne, sino con todas las capacidades desarrolladas de mi pensamiento y de mi corazón. Puedo amarlo. Y puesto que, de esta suerte,
comienza a dibujárseme en la actualidad en el Cosmos una esfera superior de lo Personal y de las relaciones personales, comienzo a sospechar que ciertas atracciones y direcciones de naturaleza intelectual bien podrían  envolverme y hablarme.
Una presencia no es nunca muda.
Teilhard de Chardin, “Lo que yo creo” p.98)

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Sobre este tema de Teilhard de Chardin añade L. Sequeiros: “El término de la tendencia de la humanidad a la unidad, se hará solo realidad si la humanidad del futuro es capaz de abrirse por el amor a Alguien mayor que ella misma. Es lo que el propio Teilhard va a exponer en su teoría del punto Omega.
Pero el amor no puede nacer ni puede mantenerse si no encuentra un corazón y un rostro. Cuanto màs se profundiza en este mecanismo psicológico esencial de la unión, más se convence uno de que la única manera posible para el enrollamiento cósmico de llegar a la meta consiste en terminar no solamente en un sistema centrado de centros sino en un centro de centros”. Teilhard denomina esta Superconciencia con el apelativo de punto Omega.

EL PROCESO DE CONVERTIRSE EN PERSONA

(Tomado de El Proceso de convertirse en persona   Carl Rogers )

La pregunta en la relación personal

Para describir en pocas palabras el cambio que se ha operado en mí, diré que durante
los primeros años solía preguntarme: "¿Cómo puedo tratar, o cambiar a esta persona?", en tanto que ahora " la pregunta sería: "¿Cómo puedo crear una relación que esta persona pueda utilizarla para su propio desarrollo?"

De la misma manera en que he modificado los términos de mi pregunta, advierto que
cuanto he aprendido es aplicable a todas mis relaciones humanas. Por esta razón pienso que quizá las enseñanzas que han adquirido significación para mí puedan tenerla también para el lector, puesto que todos nos hallamos igualmente comprometidos en el problema de las relaciones humanas.

Quizá debería comenzar con un aprendizaje negativo. He aprendido lenta y
gradualmente que la ayuda que puedo prestar a una persona  no reviste la forma de un proceso intelectual ni de un entrenamiento. Ningún enfoque basado en el
conocimiento, el entrenamiento de algo que se enseña tiene utilidad alguna. Estas maneras de encarar la ayuda parecen  directas y tentadoras. Sin duda alguna, es posible explicar a una persona su manera de ser, indicarle los pasos que lo ayudarían a progresar, hacerle conocer un modo de vida más satisfactorio; sin embargo, de acuerdo con mi propia experiencia son fútiles e inconsecuentes. Toda su eficacia reside en la posibilidad de introducir una modificación efímera, que pronto desaparece y no hace sino fortalecer en el individuo la conciencia de su propia inadaptación.
El fracaso de cualquier enfoque intelectual me ha obligado a reconocer que el cambio
sólo puede surgir de la experiencia adquirida en una relación; por consiguiente,
intentaré enunciar de manera breve e informal algunas de las hipótesis esenciales de una relación de ayuda. Estas hipótesis han sido reiteradamente confirmadas por la
experiencia y la investigación.

Formularé la hipótesis general en los siguientes términos:
Si puedo crear un cierto tipo de relación, la otra persona descubrirá en sí misma su capacidad de utilizarla para su propia maduración y de esa manera se producirán el cambio y el desarrollo individual.

La relación auténtica

¿Qué significan estos términos? Permítaseme considerar por separado las tres frases
principales del enunciado precedente e indicar el significado que tienen para mí. ¿En qué consiste este tipo de relación que creo necesario establecer?
He descubierto que cuanto más auténtico puedo ser en la relación, tanto más útil
resultará esta última. Esto significa que debo tener presentes mis propios sentimientos, y no ofrecer una fachada externa, adoptando una actitud distinta de la que surge de un nivel más profundo o inconsciente. Ser auténtico implica también la voluntad de ser y expresar, a través de mis palabras y mi conducta, los diversos sentimientos y actitudes que existen en mí. Esta es la única manera de lograr que la relación sea auténtica, condición que reviste fundamental importancia. Sólo mostrándome tal cual soy, puedo lograr que la otra persona busque exitosamente su propia autenticidad. Lo más importante es ser auténtico.

La segunda condición reside en el hecho de que cuanto mayor sea la aceptación y el
agrado que experimento hacia un individuo, más útil le resultará la relación que estoy
creando. Entiendo por aceptación un cálido respeto hacia él/ella como persona de mérito propio e incondicional, es decir, como individuo valioso independientemente de su condición, conducta o sentimientos.
La aceptación también significa el respeto y agrado que siento hacia él/ella como persona distinta, el deseo de que posea sus propios sentimientos, el respeto por todas sus actitudes, al margen del carácter positivo o negativo de estas últimas, y aun cuando ellas puedan contradecir en diversa medida otras actitudes que ha sostenido en el pasado. Esta aceptación de cada uno de los aspectos de la otra persona le brinda calidez y seguridad en nuestra relación; esto es fundamental, puesto que la seguridad de agradar al otro y ser valorado como persona parece constituir un elemento de gran importancia en una relación de ayuda.
Esta persona también debe sentirse libre de toda evaluación moral o diagnostica, puesto que, a mi juicio, las evaluaciones de ese tipo son siempre amenazadoras.
Por consiguiente, la relación que encontré de ayuda se caracteriza de mi parte, por una especie de transparencia que pone de manifiesto mis verdaderos sentimientos, por la aceptación de la otra persona como individuo diferente y valioso por su propio derecho, y por una profunda comprensión que me permite observar su propio mundo tal como él lo ve.
Una vez logradas estas condiciones, me convierto en su compañero/a  en el transcurso de la búsqueda de sí mismo que  se siente capaz de emprender.

No siempre puedo lograr este tipo de relación  Sin embargo, podría afirmar que cuando soy capaz de adoptar la actitud que acabo de describir y cuando la otra persona puede también experimentarla en alguna medida, invariablemente surgirán el cambio y el desarrollo personal constructivo. Incluyo el término "invariablemente" sólo después de largas y cuidadosas consideraciones.
 
La motivación hacia la madurez

Ya me he referido a la relación. La segunda frase de mi hipótesis general decía que el
individuo descubrirá en sí mismo la capacidad de utilizar esta relación para su propio
desarrollo. Intentaré explicar el significado que esta frase tiene para mí.  Mi  experiencia me ha obligado a admitir gradualmente que el individuo posee en sí la capacidad y la tendencia -  en algunos casos latente - de avanzar en la dirección de su propia madurez.
En un ambiente adecuado, esta tendencia puede expresarse libremente, y deja de ser una potencialidad para convertirse en algo real. Esta tendencia se pone de manifiesto en la capacidad  del individuo para comprender aquellos aspectos de su vida y de sí  que le provocan dolor o insatisfacción; tal comprensión se extiende más allá de su conocimiento consciente de sí mismo, para alcanzar aquellas experiencias que han quedado ocultas a causa de su naturaleza amenazadora.
También se expresa en su tendencia a reorganizar su personalidad y su relación con la vida de acuerdo con patrones considerados más maduros. Cualquiera que sea el nombre que le asignemos - tendencia al crecimiento, impulso hacia la autorrealización o tendencia direccional progresiva- ella constituye el móvil de la vida.
No es sino el impulso que se manifiesta en toda vida orgánica y humana -de expansión, extensión, autonomía, desarrollo, maduración-, la tendencia a expresar y actualizar todas las capacidades del organismo, en la medida en que tal actualización aumenta el valor del organismo o del sí mismo. Esta tendencia puede hallarse encubierta por múltiples defensas psicológicas sólidamente sedimentadas,  sin embargo, opino que existe en todos los individuos y sólo espera las condiciones adecuadas para liberarse y expresarse.






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