La
toquilla de mi madre. Mercedes López Herrera
Estos días en los que el frío
aparece en las horas tempranas, o ya tardías, enredada en los aconteceres
diarios, en varias ocasiones noté cómo me faltaba el calor en el cuerpo y una
sensación de malestar que me avisaba. Pero no se me había ocurrido nunca coger
la toquilla de no ser porque, al volver a casa desde el hospital, por un
trasplante de cadera a Jesús, mi marido, en la ambulancia que no era nada
hermética, llegó tiritando de frio, fui derecha a buscar algo que le hiciera
entrar en calor rápidamente y sin pensarlo busqué la toquilla de lana de mi
madre, y efectivamente ¡surtió el efecto deseado!
Desde ese día 30 de noviembre,
forma parte del conjunto del salón, sobre un sillón disponible para quien la
necesite. Y yo la uso todos los días en ese ratito de descanso reparador para
continuar.
Se ha convertido en una metáfora
porque a través de la toquilla siento el abrazo de mi madre, el calor
reconfortante de la lana, y casi llego a oírla a mi lado.
La toquilla me sugiere el abrazo
de ella, y desde esa experiencia voy al también experimentado por mí “abrazo de
D*s” que me invita a sentir el amor sereno y apacible, al descanso, al soñar, y
a lograr con su ayuda que reponga fuerzas para seguir caminando, sosteniéndome
para no caer en la desesperanza, porque éste duro desierto de la vida diaria, éstas
absurdas fronteras, este retorcido dolor y sufrimientos provocados inhumanamente
están presentes y no es por casualidad como sabemos.
Os deseo que tengáis una toquilla
o similar para estos días y los siguientes, pues ser cristiana es responder
hasta el final, amorosamente, con el calor humano que tan hermosamente me ha traído
el recuerdo de la toquilla de mi madre.
Feliz Navidad 2018
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