Hoy, 10 de abril de 2019 se cumplen 64 años del fallecimiento de Pierre Teilhard de Chardin
LEANDRO SEQUEIROS
Los últimos años:
En
octubre de 1954 Teilhard participó en una conferencia organizada para el
centenario de la Universidad de Columbia y varios eventos científicos
más. París, sin embargo siempre estaba en su mente. Y a mediados
de 1954 recibió permiso de su Orden para visitar esa ciudad, donde pasó
algunas semanas. Fue un tiempo muy ocupado, con algunas conferencias,
estudios sobre fósiles y visita a Lyons y la Cueva de Lascaux.
Efectúo
una visita a su casa de Sarcenat y a la vieja iglesia de Orcines dónde
toda la familia estaba enterrada. De regreso estaba muy cansado y le
confió al padre Leroy “nunca volveré a ver Sarcenat”.
Teilhard estuvo en Londres del 6 al 10 de agosto, y de ahí partió a Nueva York.
Sus
últimos días ya no pudo estar en la casa de los jesuitas; existen dos
versiones del porqué tuvo que salir del lugar: la primera es que por
motivos de arreglos en la casa tuvieron que salir siete jesuitas. La
segunda es que los mismos jesuitas compañeros de Teilhard pidieron al
Superior que lo retirara debido a que no estaban de acuerdo con sus
ideas. Gracias a sus amistades consiguió alojamiento en una casa de
huéspedes exclusiva para hombres, cerca de su trabajo
y de la catedral de San Patricio.
El
último ensayo lo escribió en marzo de 1955, en el cual trataba el tema
de que la ciencia y la tecnología tenían una irremplazable función
espiritualizadora y que en un mundo convergente constituían una alta
forma de adoración.
La mañana del diez de abril de 1955
(domingo de resurrección) Teilhard ofició misa en la Catedral de San
Patricio, hacia medio día asistió a un concierto y en la tarde visitó
algunos amigos, para él fue
un magnifico día, al llegar a su casa sufrió un mortal infarto
cardiaco. Su cuerpo permaneció en la capilla de Park Avenue y pocas
personas asistieron a su velorio entre ellas Monsieur Hoppenot embajador
de Francia en las Naciones Unidas y Paul Fejos director
de la Wenner Gren Foundation. Sólo el padre Leroy y el ministro de la
Casa de los Jesuitas acompañaron a Teilhard al noviciado jesuita de St.
Andrews a orillas del río Hudson, a unas sesenta millas al norte de
Nueva York. Las únicas flores fueron las de una
cruz enviadas por Malvina Hoffman. En el exilio, Teilhard descansa bajo
una simple piedra donde está escrito su nombre.
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