Para reivindicar la
resurrección ante malentendidos ingenuos
Para nuestras mentes en estado superficial lo más fácil es “tirar” de milagros. Para
quienes se tienen por seguidores de la ciencia lo más cómodo es pasar la
resurrección al almacén de mitos, uno más de tantos como sostienen las
creencias ancestrales de la humanidad. Y en lo mítico ya sabemos que “de lo que
veas, la mitad creas”, es decir hay un lenguaje figurado que se inventa para
explicarse una necesidad o aspiración humana con cierto acomodo a la realidad.
Lo que tiene éxito en un
“paso” de resurrección es lo que plastificamos con un cuerpo que revive de un
sepulcro con movimientos y expresiones triunfales en la cara y en sus miembros,
lo que nos atrae son apariciones con las que intercambiar comunicación y
figura.
Pero lo que nos pone en
sospecha es encontrarnos el sepulcro vacío. Son sucesos, son historias para
narrar coloquialmente y conseguir curiosidad y llenar el auditorio con oídos y
ojos “como platos”. La celebración de la semana santa está cargada de una
plasticidad que llega a todos los sentidos repitiendo y rellenando episodios
del Jesús histórico. Y lo mismo intentamos trasladar a la resurrección, como si
fuera un “paso” más. Y es donde encontramos el reparo.
Para empezar, la
resurrección tiene otra dimensión de realidad, no es un suceso puramente
histórico, verificable a la usanza científica,
sino un acontecimiento que trasciende a los sentidos sensibles, es
escatológico. ¿Qué significa? Que pertenece a la esperanza trascendental, es
decir, pertenece a una realidad más honda y definitiva, que podemos experimentar cuando nos creemos y
nos situamos en una dimensión de consciencia más allá de las sensaciones
superficiales del yo y cuando nos dejamos envolver en la totalidad de Dios.
(Llamo la atención aquí, antes de seguir, para preguntar si aceptas o tienes
experiencia de estas diversas dimensiones humanas, aunque no seas
creyente, porque si no es así,
difícilmente podremos entendernos en lo que sigue) .
La crucifixión del Jesús
histórico trasciende en la resurrección, la resurrección es morir en Dios.
Pasar a esta dimensión trascendente y escatológica (vida definitiva) de la
resurrección es la novedad del Jesús histórico. Ha sido presentado como un
acontecimiento único en todos los tiempos y que desde la fe cristiana puede
participarse y extenderse a todos, según insiste repetidamente Pablo en sus
cartas.
Todo empezó a extenderse por
el testimonio de hombres y mujeres, que nos dan repetidamente y con detalle el
testimonio de una experiencia especial
que tuvieron de que Jesús vive. Se expresará con diversas palabras como:
exaltación de Jesús, estar a la diestra del Padre, Dios le ensalzó, Cristo
vive, permaneciendo la palabra
resurrección a través de toda la tradición. Nuestra fe cristiana se apoya, no
tanto en el suceso material de la resurrección sino en el fuerte testimonio de
los discípulos y discípulas, que no se explica sin que hubiera sucedido una
experiencia especial.
Los datos del sepulcro vacio
y de las apariciones son los que trasmiten los testigos. Pero, aunque pudieran
explicarse como fruto del entusiasmo colectivo, lo que nunca podremos dudar es
de que ha existido una experiencia especial de que el mismo Jesús histórico
crucificado vive y el grupo así lo percibe. El relato primitivo de la
resurrección no representa simplemente la supervivencia del alma sino que representa
una justificación y esperanza para la liberación de oprimidos.
Todo lo que Jesús había
vivido con el grupo y las palabras y
acciones realizadas hasta la crucifixión son como un proceso que se completa
con la resurrección en Dios. La resurrección no le pasó a cualquiera, sino al
crucificado como consecuencia de un estilo de vida. Esta situación global es la
que alienta el nacimiento y extensión del grupo y comunidad de seguidores de
Jesús y es marco para la configuración del Cristo de la fe.
La trasmisión que el nuevo
testamento relata del Cristo resucitado, el hijo de Dios, nos describe a un
Jesús histórico, que se autoexpresa en una dimensión espiritual de un grado
altísimo de consciencia en Dios, a quien llama Padre. Es evidente y repetitiva
la experiencia de unidad de Jesús en Dios.
¿Qué dificultad hay para
creer que esta experiencia de unidad con la Totalidad, con el Dios Padre, se
exprese en la consciencia de Jesús como una continuidad de vida? De ahí a la percepción de los discípulos y
discípulas de esta experiencia de Jesús no hay más que un paso, porque les llega como testigos. Luego, esto
se expresará por los testigos con palabras como resurrección. Poco a poco los
seguidores de Jesús van evocando alusiones al mesías, pues de ello había mucha literatura en el antiguo
testamento judío, que bien conocían los díscípulos, y allí se hablaba del sufrimiento y posterior
exaltación de Dios con su mesías.
Tambien nosotros resucitaremos. Si sabemos situar en su
adecuado nivel el acontecimiento de la resurrección de Jesús, es facilitador,
para quienes continuamos en la historia, explicarnos nuestra propia
resurrección y adelantarnos en vida esta experiencia, siempre que intentamos y forzamos vivir en
esa dimensión de consciencia, donde la atención a lo superficial y a los
enredos del yo se sustituyen y desaparecen por la unión con el Todo, con la
Divinidad, con el Cristo Total.
Para explicarnos la resurrección de Jesús es necesario estar
en otra clave y dimensión espiritual, tan real como la vida misma, pero que es
complicado tratarla como un suceso histórico verificable. Todo esto
difícilmente pueda materializarse en un “paso” de semana santa. Pero para ti
debe constar que ha sido un
acontecimiento único y que es repetible desde la esperanza trascendental.
La resurrección de Jesús, pues, ni es un mito ni es un
milagro extraordinario, es un acontecimiento real vivido por el mismo Jesús
desde su dimensión espiritual trascendente y que nosotros también tenemos la
garantía de gozar. Pero eso sí, esto acontece
en esa dimensión de consciencia a la que libremente tenemos acceso desde
nuestra libertad. Es la vida en la dimensión de Dios para creyentes.
Esta dimensión de consciencia se repite en la historia y en
la vida y le llamamos mística o fenómenos espirituales. Es la experiencia que
nos han contado tantos hombres y mujeres con dimensión mística y profunda, tanto
en las religiones de divinidad personal como en filosofías orientales, o como
en trances en el arte. Muchos tenemos la esperanza de vivir tales dimensiones,
más allá de esta vida terrena. Al menos yo deseo vivir seriamente esta sospecha.
Jesús Sánchez Valiente
Buen artículo, Jesús. Interesante, aunque para mí, que, como sabes, ando ahí un poco despistada con lo religioso, lo encuentro complejo. Pero es mi problema. Eso no me impide valorar tus reflexiones.
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