Dos excelentes analistas nos ayudarán a
completar nuestra opinión sobre el BRexit ganado en Gran Bretaña. Teólogo y
periodista, los dos nos abren los ojos señalando la estupidez humana del poder y
sus intereses contra la mayoría de la ciudadanía.
Meditación sobre el
Brexit
José Ignacio González
Faus
o
o
1.- La caída de Jerusalén.
Inevitablemente el Brexit me ha hecho
pensar en las lecturas del libro de los Reyes que aparecen en las misas de
estos días:“Jerusalén nunca será tomada. Dios la protege”. Mientras
tanto el pueblo seguía siendo infiel y sus profetas amenazaban que las cosas
podían acabar mal. Y al final pasó: no pudo con nosotros el Senaquerib griego
pero lo ha hecho el Nabucodonosor británico… Los judíos no se lo creían. Pero
al final tuvieron la sensatez de reconocer que, por criminal que fuera el rey
de Babilonia, también ellos tenían buena parte de culpa en lo que les había
ocurrido.
2.- Para empezar: si Europa
había abandonado la Unión Europea desde hace tiempo, tampoco es de extrañar que
hoy la abandone Gran Bretaña.
Aunque no lo reconozcan, los temores
del sr. Junker y sus secuaces no son simplemente económicos:
en fin de cuentas, según dicen los técnicos, peor le irá a Gran Bretaña.
Lo que disgusta a los actuales dictadores europeos es que se ponga de relieve
que no hay nada ilusionante en la Europa que ellos están forjando y
desfigurando. La historia muestra que, cuando aparecen tsunamis nacionalistas
simultáneos en varios sitios, son síntomas no de un supuesto sentimiento
patrio, sino de un descontento más radical y más profundo: son
comparables a lo que I. Ellacuría llamaba el “análisis de
heces”, que puede reflejar que algo funciona bastante mal en nuestras vísceras
interiores. Para mí, ese algo es sencillamente la justicia económica.
3.- Desde los comienzos, Gran
Bretaña declaró que entraba en la UE no por compartir un proyecto común, sino
por intereses económicos.
Desde entonces ha ido poniendo obstáculos
a lo mejor de la UE: consiguió que, en la llamada constitución, las normas de
economía liberal fuesen obligatorias y las de justicia social sólo
recomendaciones; y así es imposible construir una verdadera unión.
Ha ido jugando además a conseguir ventajas personales para ella sola si
queríamos que se quedara…. La verdad es que, en esas condiciones, mejor no
quedarse.
Me permito recordar (para no ser
malentendido) que, hace ya casi 50 años, escribí desde Londres que hay muchas
cosas admirables en lo “british” y que sería una pena que Europa las perdiera.
Pero lo admirable británico son cosas como la Carta Magna o figuras como
Shakespeare. No personajes como la señora Thatcher, Tony
Blair o Nigel Farage.
4.- Un último punto debe quedar
a la reflexión de los políticos y los juristas.
No sé quién dijo que los
referéndums los gana siempre el diablo (de hecho Franco los ganó
siempre). Pero me sorprende que si, para cambiar una Constitución, se considera
necesaria una mayoría de unos tres quintos, para algo todavía más serio como es
una ruptura entre países, baste con una mayoría mínima: porque
diferencias del 51 y el 49% son muy oscilantes, pueden cambiar según cómo
soplen los vientos, y será normal que quien hoy perdió ese referéndum, intente
repetirlo mañana con la esperanza de ganarlo entonces, y sin tener en cuenta
que los perdedores de mañana podrán pedir repetirlo pasado mañana. El caso de
Escocia ilumina esto. Pero naturalmente, estas cosas no pueden legislarse
cuando ya “se ve venir al lobo” sino que han de estar decididas y establecidas
desde mucho antes.
Este es otro de los
puntos sobre los que me parece deberíamos reflexionar.
Lo que los medios no dicen sobre las causas del BRexit
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
El rechazo de las clases populares a la
UE
Indicadores de tal descontento han
aparecido ya en muchas ocasiones. Una de las primeras fue el resultado del
referéndum que se realizó en varios países de la UE que, por mandato
constitucional, tenían que hacer para poder aprobar la Constitución europea. En
todos los países donde se realizó el referéndum, la clase trabajadora votó en
contra. Los datos son claros y contundentes. En Francia, votaron en contra el
79% de trabajadores manuales, el 67% de los trabajadores en servicios y el 98%
de los trabajadores sindicalizados; en Holanda, el 68% de los trabajadores; y
en Luxemburgo, el 69%. Incluso en los países en los que no hubo referéndum, las
encuestas señalaban que, por ejemplo en Alemania, el 68% de los trabajadores
manuales y el 57% de los trabajadores en servicios hubieran votado en contra.
Unos porcentajes parecidos se dieron también en Suecia, donde el 74% de los
trabajadores manuales y el 54% de los trabajadores en servicios también
hubieran votado en contra. Y lo mismo ocurrió en Dinamarca, donde el 72% de los
trabajadores manuales hubieran también votado en contra.
El rechazo a la UE ha ido aumentando más
y más entre las clases populares, a la vez que ha ido aumentado el apoyo entre
las clases más pudientes
Por desgracia, las encuestas creíbles y
fiables sobre la UE (que son la minoría, pues la gran mayoría están realizadas
o financiadas por organismos de la UE o financiadas por instituciones próximas)
no recogen los datos de la opinión popular sobre la UE según la clase social.
Sí que los recogen por país, y lo que aparece claramente en estas encuestas es
que la popularidad de la UE está bajando en picado. Según la encuesta de la Pew
Research Center, las personas que tienen una visión favorable de la UE ha
bajado en la gran mayoría de los 10 mayores países de la UE (excepto en
Polonia). Este descenso, desde 2004 a 2016, ha sido menor en Alemania (de un
58% a un 50%) pero mayor en Francia (de un 78% a un 38%), en España (de un 80%
a un 47%). Grecia es el país que tiene un porcentaje menor de opiniones
favorables a la UE (un 27%).
Ahora bien, aunque raramente se recoge
información por clase social, sí que se ha recogido el distinto grado de
popularidad que la UE tiene según el nivel de renta familiar. Y, allí, los
datos muestran que hay un gradiente, de manera que a mayor renda familiar,
mayor es el apoyo a la UE. Es razonable, pues, suponer que la parte de la
población que tiene una visión más desfavorable de la UE es la clase
trabajadora y otros componentes de las clases populares.
Es en este contexto descrito en la
sección anterior, que debe entenderse el rechazo de las clases populares del
Reino Unido, rechazo que ha ido claramente acentuándose en los barrios obreros
de aquel país, y muy en especial en Inglaterra y el País de Gales. El voto de
rechazo a la permanencia en la UE procede en su mayoría de las clases
populares. Y ha sido un voto no solo anti-UE pero también (y sobre todo) un
voto anti-establishment británico y, muy en particular, anti-establishment
inglés, siendo este último el centro del establishment británico, pues
concentra los mayores centros financieros y económicos del país
La supuesta excepcionalidad de España
Es un dicho común en los mayores medios
de comunicación que España es uno de los países más pro-EU, lo cual es cierto,
pero solo en parte (lo mismo era cierto con Grecia). Es lógico que Europa,
percibida durante muchos años como el continente punto de referencia para las
fuerzas democráticas, por su condición democrática y su sensibilidad social, se
convirtiera en el “modelo” a seguir por países como España, Portugal y Grecia,
que sufrieron durante muchos años dictaduras de la ultraderecha, seriamente
represivas y con escasísima conciencia social. Para los que luchamos contra la
dictadura, Europa Occidental era un sueño a alcanzar.
Pero, debido al control o excesiva
influencia del pensamiento neoliberal en el establishment político mediático de
la UE (muy próximo al capital financiero y al capital exportador alemán, que ha
estado configurando las políticas públicas neoliberales que los establishment
político-mediáticos de cada país de la UE han hecho suyas), este sueño se ha
convertido en una pesadilla para las clases populares, particularmente dañadas
por tales políticas neoliberales. Las reformas laborales que han dañado el
estándar de vida de estas clases y los recortes de gasto público, con el debilitamiento
de la protección social y del estado del bienestar, así como la desregulación
en la movilidad del capital y del trabajo, han sido un ataque frontal a la
democracia y al bienestar de las clases trabajadoras, realidad muy bien
documentada (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar.
Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). La pérdida de
soberanía nacional que conlleva la UE ha significado la pérdida de soberanía
popular, causa del deterioro de su bienestar. La evidencia de que ello es así
es contundente, clara y convincente. Es más que obvio que esta Europa no es la
Europa de los pueblos, sino la Europa de las empresas financieras y de los
grandes conglomerados económicos.
¡No es chauvinismo lo que causa el
rechazo a la UE!
Ante esta situación, el establishment
político-mediático europeo quiere presentar este rechazo como consecuencia de
un retraso cultural de las clases populares, todavía estancadas en un
nacionalismo retrógrado, que incluye un chauvinismo anti-inmigrante que merece
ser denunciado. John Carlin, en el El País, 24.06.16, define este
rechazo (Brexit) como resultado “de la mezquindad, ignorancia, carácter
retrógrado, xenofobia y tribal” de los que votaron en contra de la permanencia.
Y así se está interpretando, por parte de la mayoría de los medios de
comunicación europeos, el voto de rechazo a la UE por parte de las clases
populares británicas. Este mensaje intenta ocultar las causas reales de tal
rechazo, causas que he descrito en este artículo. Olvidan que, si bien todos
los xenófobos votaron a favor de la salida del Reino Unido de la UE, no todos
los que así votaron eran xenófobos.
En esta manipulación están participando
poderes de la socialdemocracia europea que no han entendido todavía lo que está
ocurriendo entre lo que solían ser sus bases. No quieren entender que el
rechazo que está ocurriendo es hacia esta Europa que la socialdemocracia ha
contribuido a crear, una Europa que carece de vocación democrática y
sensibilidad social. El maridaje de los aparatos dirigentes de las
socialdemocracias con los intereses financieros y económicos dominantes en la
UE (y en cada país miembro) ha sido la causa de su gran declive, que todavía no
entienden porque no quieren entenderlo. Lo que pasa en Francia, dónde hay un
gobierno socialdemócrata que está intentando destruir a los sindicatos (como la
señora Thatcher hizo en el Reino Unido), o en España, dónde el PSOE fue el que
inició las políticas de austeridad, son indicadores de esta falta de
comprensión de lo que está ocurriendo en la UE, y que es el fracaso de las
izquierdas para atender a las necesidades de las clases populares. De ahí la
transferencia de lealtades que están ocurriendo, en lo que refiere a los
partidos.
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