viernes, 1 de julio de 2016

Meditación sobre el BRexit. Lo que los medios no dicen



Dos excelentes analistas nos ayudarán a completar nuestra opinión sobre el BRexit ganado en Gran Bretaña. Teólogo y periodista, los dos nos abren los ojos señalando la estupidez humana del poder y sus intereses contra la mayoría de la ciudadanía.



Meditación sobre el Brexit

José Ignacio González Faus
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1.- La caída de Jerusalén.
Inevitablemente el Brexit me ha hecho pensar en las lecturas del libro de los Reyes que aparecen en las misas de estos días:“Jerusalén nunca será tomada. Dios la protege”. Mientras tanto el pueblo seguía siendo infiel y sus profetas amenazaban que las cosas podían acabar mal. Y al final pasó: no pudo con nosotros el Senaquerib griego pero lo ha hecho el Nabucodonosor británico… Los judíos no se lo creían. Pero al final tuvieron la sensatez de reconocer que, por criminal que fuera el rey de Babilonia, también ellos tenían buena parte de culpa en lo que les había ocurrido.
¿Podríamos reaccionar nosotros de una manera similar? Vamos a intentarlo.

2.- Para empezar: si Europa había abandonado la Unión Europea desde hace tiempo, tampoco es de extrañar que hoy la abandone Gran Bretaña.
Aunque no lo reconozcan, los temores del sr. Junker y sus secuaces no son simplemente económicos: en fin de cuentas, según dicen los técnicos, peor le irá a Gran Bretaña. Lo que disgusta a los actuales dictadores europeos es que se ponga de relieve que no hay nada ilusionante en la Europa que ellos están forjando y desfigurando. La historia muestra que, cuando aparecen tsunamis nacionalistas simultáneos en varios sitios, son síntomas no de un supuesto sentimiento patrio, sino de un descontento más radical y más profundo: son comparables a lo que I. Ellacuría llamaba el “análisis de heces”, que puede reflejar que algo funciona bastante mal en nuestras vísceras interiores. Para mí, ese algo es sencillamente la justicia económica.

3.- Desde los comienzos, Gran Bretaña declaró que entraba en la UE no por compartir un proyecto común, sino por intereses económicos.
Desde entonces ha ido poniendo obstáculos a lo mejor de la UE: consiguió que, en la llamada constitución, las normas de economía liberal fuesen obligatorias y las de justicia social sólo recomendaciones; y así es imposible construir una verdadera unión. Ha ido jugando además a conseguir ventajas personales para ella sola si queríamos que se quedara…. La verdad es que, en esas condiciones, mejor no quedarse.
Me permito recordar (para no ser malentendido) que, hace ya casi 50 años, escribí desde Londres que hay muchas cosas admirables en lo “british” y que sería una pena que Europa las perdiera. Pero lo admirable británico son cosas como la Carta Magna o figuras como Shakespeare. No personajes como la señora Thatcher, Tony Blair o Nigel Farage.

4.- Un último punto debe quedar a la reflexión de los políticos y los juristas.
No sé quién dijo que los referéndums los gana siempre el diablo (de hecho Franco los ganó siempre). Pero me sorprende que si, para cambiar una Constitución, se considera necesaria una mayoría de unos tres quintos, para algo todavía más serio como es una ruptura entre países, baste con una mayoría mínima: porque diferencias del 51 y el 49% son muy oscilantes, pueden cambiar según cómo soplen los vientos, y será normal que quien hoy perdió ese referéndum, intente repetirlo mañana con la esperanza de ganarlo entonces, y sin tener en cuenta que los perdedores de mañana podrán pedir repetirlo pasado mañana. El caso de Escocia ilumina esto. Pero naturalmente, estas cosas no pueden legislarse cuando ya “se ve venir al lobo” sino que han de estar decididas y establecidas desde mucho antes.
Este es otro de los puntos sobre los que me parece deberíamos reflexionar.

Lo que los medios no dicen sobre las causas del BRexit
Vicenç Navarro

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona

El rechazo de las clases populares a la UE

Indicadores de tal descontento han aparecido ya en muchas ocasiones. Una de las primeras fue el resultado del referéndum que se realizó en varios países de la UE que, por mandato constitucional, tenían que hacer para poder aprobar la Constitución europea. En todos los países donde se realizó el referéndum, la clase trabajadora votó en contra. Los datos son claros y contundentes. En Francia, votaron en contra el 79% de trabajadores manuales, el 67% de los trabajadores en servicios y el 98% de los trabajadores sindicalizados; en Holanda, el 68% de los trabajadores; y en Luxemburgo, el 69%. Incluso en los países en los que no hubo referéndum, las encuestas señalaban que, por ejemplo en Alemania, el 68% de los trabajadores manuales y el 57% de los trabajadores en servicios hubieran votado en contra. Unos porcentajes parecidos se dieron también en Suecia, donde el 74% de los trabajadores manuales y el 54% de los trabajadores en servicios también hubieran votado en contra. Y lo mismo ocurrió en Dinamarca, donde el 72% de los trabajadores manuales hubieran también votado en contra.

El rechazo a la UE ha ido aumentando más y más entre las clases populares, a la vez que ha ido aumentado el apoyo entre las clases más pudientes

Por desgracia, las encuestas creíbles y fiables sobre la UE (que son la minoría, pues la gran mayoría están realizadas o financiadas por organismos de la UE o financiadas por instituciones próximas) no recogen los datos de la opinión popular sobre la UE según la clase social. Sí que los recogen por país, y lo que aparece claramente en estas encuestas es que la popularidad de la UE está bajando en picado. Según la encuesta de la Pew Research Center, las personas que tienen una visión favorable de la UE ha bajado en la gran mayoría de los 10 mayores países de la UE (excepto en Polonia). Este descenso, desde 2004 a 2016, ha sido menor en Alemania (de un 58% a un 50%) pero mayor en Francia (de un 78% a un 38%), en España (de un 80% a un 47%). Grecia es el país que tiene un porcentaje menor de opiniones favorables a la UE (un 27%).

Ahora bien, aunque raramente se recoge información por clase social, sí que se ha recogido el distinto grado de popularidad que la UE tiene según el nivel de renta familiar. Y, allí, los datos muestran que hay un gradiente, de manera que a mayor renda familiar, mayor es el apoyo a la UE. Es razonable, pues, suponer que la parte de la población que tiene una visión más desfavorable de la UE es la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares.

Es en este contexto descrito en la sección anterior, que debe entenderse el rechazo de las clases populares del Reino Unido, rechazo que ha ido claramente acentuándose en los barrios obreros de aquel país, y muy en especial en Inglaterra y el País de Gales. El voto de rechazo a la permanencia en la UE procede en su mayoría de las clases populares. Y ha sido un voto no solo anti-UE pero también (y sobre todo) un voto anti-establishment británico y, muy en particular, anti-establishment inglés, siendo este último el centro del establishment británico, pues concentra los mayores centros financieros y económicos del país

La supuesta excepcionalidad de España

Es un dicho común en los mayores medios de comunicación que España es uno de los países más pro-EU, lo cual es cierto, pero solo en parte (lo mismo era cierto con Grecia). Es lógico que Europa, percibida durante muchos años como el continente punto de referencia para las fuerzas democráticas, por su condición democrática y su sensibilidad social, se convirtiera en el “modelo” a seguir por países como España, Portugal y Grecia, que sufrieron durante muchos años dictaduras de la ultraderecha, seriamente represivas y con escasísima conciencia social. Para los que luchamos contra la dictadura, Europa Occidental era un sueño a alcanzar.

Pero, debido al control o excesiva influencia del pensamiento neoliberal en el establishment político mediático de la UE (muy próximo al capital financiero y al capital exportador alemán, que ha estado configurando las políticas públicas neoliberales que los establishment político-mediáticos de cada país de la UE han hecho suyas), este sueño se ha convertido en una pesadilla para las clases populares, particularmente dañadas por tales políticas neoliberales. Las reformas laborales que han dañado el estándar de vida de estas clases y los recortes de gasto público, con el  debilitamiento de la protección social y del estado del bienestar, así como la desregulación en la movilidad del capital y del trabajo, han sido un ataque frontal a la democracia y al bienestar de las clases trabajadoras, realidad muy bien documentada (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). La pérdida de soberanía nacional que conlleva la UE ha significado la pérdida de soberanía popular, causa del deterioro de su bienestar. La evidencia de que ello es así es contundente, clara y convincente. Es más que obvio que esta Europa no es la Europa de los pueblos, sino la Europa de las empresas financieras y de los grandes conglomerados económicos.

¡No es chauvinismo lo que causa el rechazo a la UE!

Ante esta situación, el establishment político-mediático europeo quiere presentar este rechazo como consecuencia de un retraso cultural de las clases populares, todavía estancadas en un nacionalismo retrógrado, que incluye un chauvinismo anti-inmigrante que merece ser denunciado. John Carlin, en el El País, 24.06.16, define este rechazo (Brexit) como resultado “de la mezquindad, ignorancia, carácter retrógrado, xenofobia y tribal” de los que votaron en contra de la permanencia. Y así se está interpretando, por parte de la mayoría de los medios de comunicación europeos, el voto de rechazo a la UE por parte de las clases populares británicas. Este mensaje intenta ocultar las causas reales de tal rechazo, causas que he descrito en este artículo. Olvidan que, si bien todos los xenófobos votaron a favor de la salida del Reino Unido de la UE, no todos los que así votaron eran xenófobos.

En esta manipulación están participando poderes de la socialdemocracia europea que no han entendido todavía lo que está ocurriendo entre lo que solían ser sus bases. No quieren entender que el rechazo que está ocurriendo es hacia esta Europa que la socialdemocracia ha contribuido a crear, una Europa que carece de vocación democrática y sensibilidad social. El maridaje de los aparatos dirigentes de las socialdemocracias con los intereses financieros y económicos dominantes en la UE (y en cada país miembro) ha sido la causa de su gran declive, que todavía no entienden porque no quieren entenderlo. Lo que pasa en Francia, dónde hay un gobierno socialdemócrata que está intentando destruir a los sindicatos (como la señora Thatcher hizo en el Reino Unido), o en España, dónde el PSOE fue el que inició las políticas de austeridad, son indicadores de esta falta de comprensión de lo que está ocurriendo en la UE, y que es el fracaso de las izquierdas para atender a las necesidades de las clases populares. De ahí la transferencia de lealtades que están ocurriendo, en lo que refiere a los partidos.

En España, frente al descrédito del partido socialdemócrata (PSOE) debido, entre otras razones a su participación en la construcción de esta Europa, han aparecido una serie de fuerzas políticas, tanto en la periferia como en el centro (Unidos Podemos y confluencias), que están canalizando este desencanto popular acentuando, con razón, que esta no es tampoco nuestra

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