sábado, 2 de julio de 2016

Aportación de asistentes al Finde del pasado junio. Ella firma como Mercedes




Los Findes son un parón compartido, tras releer mis notas sobre los textos de reflexión que teníamos de fondo común, sigo en ese laberinto que bien resume Ivone Gebara en su poema “Sed de sentido”.
Y es que éste cuerpo mío biológico, social, espiritual y político necesita calma y tiempo para resituar la nueva construcción de experiencias y contenidos diferentes a los patriarcales que estamos viviendo y no es tarea fácil.




Con el texto de Carlos Díaz, a quien conocí allá por los 70 retrocedí en mis recuerdos a lo que pudo ser mi primera percepción de “ser” y “de entender el sentido de mi vida”, mucho más tarde me llegó el cuestionamiento de los tipos de relación y la repercusión que éstas tenían en mí.
Nacer y crecer en una dictadura bajo la aplastante relación moral de defensa de derechos y libertades cubrían de manera muy tupida la libertad de conciencia, ésta sólo era privilegio de los círculos más instruidos o de mayor edad y experiencia militante.
Descubrir el derecho y la libertad de mi conciencia me llenó lógicamente de alegría y desconcierto (como pasar de la esclavitud de la obediencia a la libertad), dudaba de tener una conciencia bien formada ¿debería confiar y seguir a quienes consideraba que la tuvieran? Dependencias y riesgos vividos, ¿fueron demasiados años…o tal vez los necesarios?. Esto se complicó con la identidad de género y el descubrimiento del feminismo.
Los roles impuestos socavaron mis esfuerzos y aunque sí multiplicaron el desarrollo de muchas de mis capacidades, la confusión y la asertividad o “disponibilidad permanente como mandato moral y de género” limitó mi desarrollo intelectual y crítico en esa supuesta y engañosa “libertad de elección”.
Anduve sujeta y envuelta en un mar de emociones bajo leyes morales en las que había de confiar necesariamente para poder vivir con la dignidad en la que había de reconocerme.
Hoy la razón envuelve todo mi ser, pero un ser que no puede eludir el amor en el que he crecido con sus errores y aciertos ¡estoy en paz con ello¡. Una paz incierta y sujeta a una permanente reflexión de cuanto he descubierto, desde lo pequeño y aparentemente poco útil pero que intuyo como lo único verdadero y cierto: “el respeto a l@s otr@s, a la vida concreta de cada día, de cada momento”.
Vivir conscientemente de manera permanente, no es fácil, a veces es agotador, quizás porque la mirada es demasiado larga y profunda, puesta en ese horizonte cósmico del que formamos parte y con la certeza de esa sed de vida que nos mueve, de ese querer caminar hacia el lugar de donde partimos, que es misterio y voluntad.
Reconocer la experiencia de amar y sentirnos amad@s presupone haber estado en ella anteriormente…sed de felicidad está en la base de toda aspiración humana. Por ello afirmo como ya dijo Margarita Porete que si nos falta la paz “aún no estamos donde no querer nada, el lugar donde estábamos antes de tener el querer”. Esto me lleva a pensar que la obra que soy o llegue a ser, será “indudablemente salvada por la fe”.
Entender la pedagogía del tiempo en mí, no sólo con paciencia histórica, sino como la comprensión de la acción de D*s, en la que “el crecimiento lleva ineludiblemente aparejado el sufrimiento desde toda actividad intelectual y afectiva” [1],  es la que me lleva a empeñarme en volver a ese lugar que ansío y del que no tengo conciencia de haber habitado, desalienando mi ser a través de nuevas formas de comportamiento desde mi vocación amorosa originaria.
El desafío permanente de discernimiento amoroso en las elecciones responsables desde mi libertad, conecta con mi experiencia personal de búsqueda de sentido en toda relación[2]. Recuerdo perfectamente el momento de juventud en que tomé conciencia de ello y me reafirmé con la frase “soy pura relación” defendiéndome de quienes posiblemente me consideraban poco o nada definida en según qué causas. Creo que siempre apliqué el intento de entender a otr@s con la misma pedagogía del tiempo que he descrito en el párrafo anterior.
En cuanto a la feminidad y masculinidad que plantean Rose Muraro y Leonardo Boff, nada nuevo para mí a estas alturas de mi vida, y de mi propia e intensa experiencia de pareja muy comprometida con el feminismo.  El compromiso con las causas de las mujeres en las que me he visto crecer en la acción y en el pensamiento a la luz del estudio de la teología feminista, extasiada, iluminada, con ilusión y alegría de reconocerme en la cadena genealógica de las seguidoras de Jesús de Nazaret, me proporcionó las bases de una identidad sororal fundamentada, por lo tanto más segura y fuerte a la hora de entender también la indignación patriarcal compartida.
Se completa una importante etapa de mi vida, en la que los puntos de rescate que se plantean Muraro y Boff, me parecen comúnmente acertados como esquema para resituar el modo de relacionarnos y de generar “nuevas actitudes” para encontrar el camino personal, imprescindible, para un nuevo paradigma de género en el que la espiritualidad deje ser la ilegítima y ocupe su lugar.
Estos valores[3], imprescindibles, para el crecimiento espiritual tienen al menos para mí el desafío de ser rescatados a la manera de “La alegoría del huerto” de Teresa de Jesús, y es aquí donde concluyo que los Findes son un “parón mixto compartido” esa es la apuesta que creo (creímos Jesús y yo) necesaria e importante. Soy lenta para enterarme de lo que están produciendo en mí, pero la percibo como una experiencia que me provoca cambios profundos por lo que sólo puedo decir-me que únicamente tengo la certeza de que hay que continuar por este camino.


[1] Hadewijch de Amberes
[2] En relación al texto de M.A. García N.
[3] Persona-cooperación-democracia. R.Muraro. L.Boff.

No hay comentarios:

Publicar un comentario