viernes, 28 de abril de 2017

Segundo texto de ambientación al finde 27-28 de mayo




Cuando tú dices Dios, yo me huelo otra cosa.

Martín Valmaseda

VAMOS A VER...
VAMOS A VER SI NOS ACLARAMOS:


Es que desde hace unos cuantos  años aquí no hay quien se entienda.
¡Que se lo digo yo, compañero! Que en otro tiempo todo estaba dividido más claramente:
Buenos y malos, creyentes y ateos, católicos y pro­testantes, americanos y rusos, los que iban a misa y los que no iban a misa.
Todo estaba atado y bien atado (con perdón), clasi­ficado y bien clasificado.
Pero hoy me parece que todo está liado y bien liado.
Y de este lío no se libra ni dios.
¿He dicho dios?.. Pero fíjese compañero que lo he dicho con letra pequeña, con minúsculas, o sea, nom­bre común. Porque bajo ese nombre de cuatro letras, nosotros, metemos las ideas más raras.
A mí me dice uno: “Yo creo en dios”; y yo que conozco a ese que lo dice pienso por lo bajo: ¿En qué dios creerá ese colega?, porque por el modo como se explica ese dios no es DIOS.
Otro día me dice otro: Yo soy ateo”; y me dan ganas de decirle: “Yo también debo de ser ateo com­pañero: en ese dios en quien tú no crees, yo tampoco creo”.

Ya lo dice un obispo, que ni parece obispo ni nada: ¡mira que irse por ahí un obispo en mangas de cami­sa, viviendo en una choza entre los indios (otra vez los indios)...
Vuelvo a lo que iba: que ese obispo dice que “donde tú dices dios, yo digo libertad, justicia y amor” y don­de yo digo dios, ¡cualquiera sabe lo que tú dices!
Todo liado y bien liado. Ni con Dios se aclara uno.
De eso la culpa la tienen los curas, que tampoco parecen curas ni nada, sin etiqueta ni marca de fábrica visible...
Antes los curas te decían lo que tenías que hacer y lo que era pecado y lo que no. No les hacía uno ni caso: pero luego se confesaba uno y ¡hala!
Antes te hacían aprenderte cómo era Dios, como si lo hubieran visto.
Hoy se tienen un lío entre ellos... ¡Que se pongan primero de acuerdo! y que nos digan lo que tenemos que hacer y lo que tenemos que creer. Así podremos desobedecerles mejor y hacer lo que nos dé la gana. Luego se confiesa uno...
Total que ante todo este lío que se traen —y nos traemos— a un servidor se le había ocurrido intentar desatar el lío con ese método de los americanos que se lo montan de lo más práctico, escribiendo libros por el estilo de...:
“Cómo conseguir amigos en ocho lecciones”.
“Cómo invadir Nicaragua con veinte mentiras”.
Y cosas así.
A un servidor se le había ocurrido titular este folleto:
“Cómo deshacer el lío sobre Dios, soltando cinco nudos”.
Pero ¿qué quiere que le diga?, me da vergüenza po­nerlo así, tan publicitario, como si yo tuviera a Dios en el bolsillo.
Por eso, un servidor se ha sentado a pensar en voz alta y se le ha ocurrido proponer cuáles son algunos nudos que tienen eso de Dios tan liado.


PRIMER NUDO:
La fe verdadera —como usted dice— no es la moderna, sino la antigua...
COMPAÑERO, ¡que se lo digo yo!, que en este país somos muy «modelnos» de boquilla... To­dos decimos que somos progresistas hasta que nos to­can el trigémino.
El personal dice que está harto de que andemos atrasados, pero cuando las cosas van a modernizarse de verdad, de verdad..., al personal le entra un cangue­lo terrible y dice que lo de antes estaba mejor.
Hay la mar de gente que tiró por la borda su reli­gión de infancia y todo lo que tenía que ver con ella. Pero ahí les tiene usted hoy, compañero, consultando los horóscopos, yendo a reuniones espiritistas o ado­rando al último gurú que le paró por la calle.
Mucha gente se quejaba: La Iglesia está anticuada, los curas no están al día..., esa religión que nos ense­ñan no sirve en el mundo de hoy...
Bueno, bueno, vale..., vamos a cambiar.
Y llega aquel viejito de sotana blanca —Juan XXIII— y monta el cirio del Concilio (el concirio le llamarán algunos). Se empiezan a desmontar viejos tinglados y a acordarse de que la palabra griega «Evangelio» se tra­duce por «buena nueva», aunque a algunos les parezca «mala vieja».
Pero, mire por donde, compañero, que los que antes se quejaban de que la Iglesia estaba anticuada ahora se empiezan a quejar, cuando no hemos hecho más que empezar, de que nos estamos pasando con estas nove­dades.
¿Quiere que le cuente un cuento?
Don Facundo había montado un barcito de be­bidas junto a una capilla casi en ruinas. «Qué vieja está esa capilla» —decía don Facundo—. Además no tenía ni valor artístico y le quitaba público..., y consi­guió que el Municipio la declarase en ruinas.
Pero, cuando los albañiles empezaron el derribo, se dio cuenta don Facundo de que su barcito estaba totalmente apoyado en la vieja capilla y que también su tinglado se le venía abajo. «¡Esperen, esperen! decía don Facundo a los obreros—, no echen la igle­sia que es un sacrilegio».
¿Le gusta el cuento compañero?... Pues eso: que muchos tienen apoyada su vida, sus pequeños egoís­mos, sus negocios..., en las viejas costumbres, en la vieja religión, en mitos y supersticiones. Luego presu­men de «progres» y quieren que les quiten o les cam­bien esa vieja religión..., pero, cuando se la quitan, ellos se quedan, con perdón, en calzoncillos y quieren que lo vuelvan a montar como antes. Pero ya es tarde.
En vez de cuento ¿quiere, compañero, que le ponga un ejemplo?: Un señor despotrica contra Dios, la Igle­sia, los curas y sus alrededores. El señor tiene una casa de comidas muy santa donde dice: se «celebran» bautizos, comu­niones y bodas. Imagínese que un día las parroquias de los alrededores deciden desmontar todo ese asunto de primeras comuniones y bautizos de niños peque­ños. ¿Se imagina la que montaría el dueño del piadoso restaurante? Iría con un rosario y una pistola a la pa­rroquia a exigir los sagrados derechos de los niños a ser bautizados y su sagrado derecho de que no le hun­dan el negocio.
Bueno, pues mucha gente tiene apoyado su negocio en la vieja religión. Le puedo hacer una lista de los que se verían afectados si la Iglesia cambia el siste­ma.
Los fabricantes de hábitos religiosos de diversos ti­pos.
Los vendedores de imágenes, medallas y otros obje­tos sacros.
Los arquitectos de templos suntuosos.
Los escaparates de disfraces de primera comunión.
Los novios que se casan en la iglesia por las flores, y la música, por lo que dirá su mamá o porque sí.
Los padres y madres que llevan a su hijo a una comunión que ellos no «practican».
Los organizadores de peregri-turismos.
Todos éstos, y otros que no recuerdo ahora, tienen apoyado su barcito, su interés económico, o de otro tipo, en los muros de una vieja capilla y si un día —fiel al Concilio y al Evangelio— la Iglesia decide derribarla... ¡La que se va a armar!... Ahí tendrán uste­des un ejército de almas piadosas y de almas ateas, de conservadores, de liberales, de carcas y de progres protestando porque la Iglesia deja de ser lo que ellos quieren que sea.
Pues yo lo siento, compañero, pero yo soy muy clá­sico, muy chapado a la antigua y me voy a lo más antiguo del cristianismo, es decir, a Cristo. Lo que dijo e hizo Cristo es lo que me vale.
Luego encima de lo de Cristo, en veinte siglos se han montado muchas cosas. Unas están de acuerdo con lo de él y me valen. Otras cosas no: En veinte siglos se ha acumulado mucha basura.
Por eso no hay cosa que más me moleste, compañero, que venga alguien y me diga: «Es que ustedes están cambiando la religión».
¿Qué religión?, ¿la de su padre?, ¿la de su abuelo?, ¿la de su pueblo?...
Pero ¡oiga!, que su padre, su abuelo y su pueblo, son ya muy modernos y mi fe se apoya en la palabra de Cristo, que por cierto, a pesar de ser tan antiguo, es mucho más moderno que todos nosotros juntos. Pero eso ya es otro nudo.


SEGUNDO NUDO:

El Dios que nos anunció Jesucristo es un liante


Yo le diría compañero, para empezar, que hay dos clases de dioses..., se les podría llamar: 1. dioses opio, 2. Dios el liante, el inquietante, el agitador...
El problema de que mucha gente no se entienda al hablar sobre religión, puede ser ése..., unos hablan del dios n° 1 y otros del n° 2. Unos creen en el 1 y otros en el 2, otros no creen en ninguno..., y están en su derecho, pero —lo peor— es que muchos hacen una ensalada con los dos tipos de dios.
El dios opio, es el dios que tranquiliza y aparta de la realidad.
Es opio, morfina, anfetamina, por lo menos optali­dón. A ese dios habría que darlo con receta.
Ese dios lo que pide son novenas para conseguir la gracia que se desea, pide una serie de oraciones reza­das como un robot, pide «cumplir» unas reglas, pide llevar al niño a bautizar cuando no se entera, llevarle a hacer «la comunión» cuando casi no se entera, ente­rrar al abuelo con cura cuando, evidentemente, no se entera y casarse por la Iglesia evidentemente en estado semiinconsciente.
El dios opio pide resignación ante las injusticias, pide que los ricos sigan siendo ricos para que puedan hacer limosnas y los pobres sigan siendo pobres por­que si no ¿a quién iban a dar limosna los ricos? (y palabra que no me lo invento, eso se ha predicado).
Y el Dios n° 2... cuidado con él. Es un Dios peli­groso. Es Dios que se rebela contra el faraón, contra el patrón explotador, contra el dictador, contra el matón.
Es Dios que anima a los médicos a que luchen con­tra el cáncer, la epidemia, la «colza» y los culpables de ella; que anima a los campesinos a que luchen contra la sequía, las plagas, y los acaparadores de la cosecha.
El Dios agitador es un Dios que excita todas las posi­bilidades de quererse más y exige que se creen las condiciones para poder quererse; porque, claro, si us­ted compañero le está pisando el cuello al vecino, no le pida encima que le estreche la mano en misa.
El Dios agitador es así antirracista, antiesclavista, antibelicista, antidictatorial..., porque no solamente creó al hombre, sino que quiere que el hombre se siga recreando y no se quede como un mono colgado de cualquier rama o cable.
Este Dios no cree en el hombre individualista, aisla­do, sino en el que se organiza, se asocia a cualquier gente.
Bueno, pues ése es el Dios que Jesús nos anunció.
Usted me podrá decir que del Evangelio se pueden interpretar muchas cosas... Le digo compañero que no: que se podrán discutir algunos puntos, pero lo de Dios amigo, Padre, liberador, partidario de los po­bres... eso no se puede discutir. Bueno... sí se puede, pero léase el Evangelio entero y —si no es que agarra alguna frase por los pelos— verá qué Dios nos presen­ta Jesús.
Hay dioses para todos los gustos: dioses con los que puede uno evadirse y hacer sus negocios sin remordi­miento de conciencia, dioses para dormirse en el tem­plo o para tragarse mentiras, dioses para robar, para poder estafar tranquilamente, para poder aumentar el número de gente sin trabajo, para invadir Centroamérica en nombre de dios o para matar en su nombre africanos o indios (otra vez los indios).
Si lo que usted busca, compañero, es un dios de esos, del número 1, comprenda que usted y yo no nos podremos poner nunca de acuerdo porque estaremos hablando de cosas distintas.
Yo creo en Dios como me lo cuenta Jesús.


TERCER NUDO

Jesús de Nazaret cometió el error de hablar demasiado pronto...
Claro, ¡a quién se le ocurre!.., hablar en tiempo de los apóstoles cuando los hombres eran unos bárbaros..., hablar en plena edad antigua, entre una gente tan inculta, con costumbres tan crueles, con es­clavitudes y guerras y los romanos dominando todo lo que podían y los sacerdotes del templo acaparando la religión...
En todo ese ambiente aparece ese tal Jesús predi­cando el amor a los enemigos y los derechos de los más humildes y el poner en común los bienes y la vida... No es extraño que le pasase lo que le pasó.
La gente le seguía mientras les daba de comer y les curaba, pero en cuanto empezaba a hablar se iban quedando de piedra: ¿Qué dice éste?   ¿Nos está tomando el pelo?... Muy dura es esa doctrina, ¿quién la puede aguantar?...
Y unos le dejaron solo y otros fueron a por él.
Sólo hubo un grupito, que a trancas y barrancas, es­condiéndose unas veces, siguiéndole otras, haciéndole preguntas y metiendo la pata, fueron aceptando lo que decía. Lo raro es que quedase alguno.
Lo raro es que cuando los que más se picaron con las palabras de Jesús, lo quitaron de en medio..., que después apareciese otra vez el grupito dispuesto a dar la vida por la enseñanza de Jesús, convencidos de que él seguía allí en medio de ellos.
Un grupito.
Luego, ya se sabe, el grupito fue predicando lo de Jesús, pero con el mismo error: demasiado pronto. Y también el personal empezó a decir que estaban locos, o que eran revolucionarios (y lo eran).
Se me ocurre que los apóstoles podían haber hecho algo más inteligente: Haber escrito la «buena nove­dad», o sea el Evangelio de Jesús.
Haberlo escrito en unos pergaminos y haberlo guar­dado en un cofre. Sobre el cofre haber escrito: «Ábrase este depósito cuando los hombres no sean tan bestias». Y, bien cerrado, haberlo escondido en una cueva o en algún monumento de piedra. Luego ellos, los apósto­les, podrían haberse vuelto a sus pescas y a sus nego­cios sin complicarse más la vida. Siglos después, cuan­do la humanidad estuviese más preparada para encajar el mensaje de Jesús, se abría el cofre...
— ¡Ah!, y entonces hoy en cualquier museo: en Jeru­salén o en el Museo Británico o en los archivos del Pentágono..., estaría guardado el documento sin abrirse todavía...
Claro. Y todos tan tranquilos, y así no habríamos hecho de la «Buena Novedad» de Jesús lo que hemos hecho. Porque ¡mire, compañero, que hemos hecho mangas y capirotes de lo que decía Jesús!
La de personas que han muerto o han sido puestas en ridículo por intentar vivir la Palabra de Jesús...
Y la de opresores que han oprimido y asesinos que han asesinado diciendo que lo hacían en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, amén.
Si Jesucristo hubiera esperado a predicar lo suyo unos años más... o unos siglos.., o unos milenios... ¿no habría sido más prudente?
Pero, pensándolo bien, ¡qué caramba! Hizo bien en nacer y en decir lo que dijo. ¿Que no le hacemos caso? Es nuestro problema. ¿Que se deforma lo que él dice y cada uno lo interpreta como le conviene?: Pues que no seamos caraduras y busquemos sinceramente su men­saje. ¿Que encima de su palabra se ha montado un enorme tinglado?, pues a desmontarlo.
Se imagina usted, compañero, si Cristo hubiera na­cido en nuestro siglo, ¿cómo se hubieran puesto de nerviosos los mismos que hoy disimulan sus palabras? Para decírselo de modo culto.., hubieran andado como señoras de vida casquivana por trigal recién segado.
Si en el siglo XX hubiera aparecido Cristo... imagínese: Los teletipos de muchos periódicos deformando las noticias y las palabras de Jesús. Los defensores de los grandes capitales acusándole de loco y revolucio­nario. Los líderes políticos diciendo que aquello no era más que utopías y sueños, o que lo que Jesús decía de bueno ya lo decía antes el programa de su partido; y la policía de muchos países siguiéndole la pista, po­niéndole escuchas en su casa y denunciándole a los tribunales. Y los tribunales...: siempre hay algún país donde no se ha abolido la pena de muerte. Jesús de Nazaret, de Wisconsin, de Saigón, de Cuenca (de don­de hubiera nacido) a la cámara de gas, al paredón o la horca. Es que también en nuestro siglo hubiera nacido demasiado pronto. Pero el hecho es que ha nacido, que ha hablado, que lo mataron y que hoy sigue vivo; así que... ¡qué le vamos a hacer compañero!, o acepta­mos su mensaje, o no nos llamamos cristianos.
Pero no falsifique la Palabra de Jesús... ya basta con que falsifiquen el coñac francés o el aceite español.


CUARTO NUDO:
No se asuste de que los que nos decimos cristianos seamos tan burros todavía...
Muchos se preguntan, ¿por qué el Evangelio no ha conseguido cambiar la humanidad? ¿Por qué el personal es tan salvaje aún? ¿Por qué la inquisición quemando herejes en nombre de dios (aposta lo pongo con letras pequeñas, porque no creo en ese dios). ¿Por qué en pleno siglo XX hay un señor que yo conozco mandando fabricar misiles e invadir países «para salvar la civilización occidental y cristia­na!...?, ¿por qué tantas estafas «cristianas», tantos enriquecimientos «cristianos», tantos odios «cristia­nos»...? Yo —compañero—— ya no me escandalizo de eso ni me hace perder mi pequeñita fe.

Déjeme que se lo explique con una raya
Érase una vez  [ _______________ ]  ¿Será una vez? ¿ve? En una punta está el «Mono»: los sabios le dirán el prehomínido... producto de una evolución de miles y miles de años. Desde que el mundo comenzó a ser, las especies fueron evolucionando hasta que, ¡zas!, apareció el hombre (lo de ¡zas! es un decir, pero aquí no vamos a discutir cuestiones científicas, hay por ahí libros de divulgación). Total que hace más de quinien­tos mil años apareció el hombre. Es una punta de la raya: el pasado.
En el otro extremo, que es el futuro. ¿qué pone­mos?... Un hombre nuevo, un hombre tan avanzado, tan avanzado.., que podríamos llamarle el «Hombre Comunitario». Una humanidad que ha superado las guerras, los odios, las pendejadas, las en­vidias, las zancadillas, los machismos, las peleas, las oposiciones, las desigualdades, las mentiras, los cuen­tos chinos (de fabricación nacional), las falsificaciones, las desconfianzas, las hipocresías, los desprecios, los desplantes, los desmanes, las coimas, las corrupciones, los despilfa­rros, los desconsuelos, los destacamentos, los déspotas y las destrucciones.
- ¿Que eso será aburrido? Esa nueva humanidad ten­drá tiempo de sobra para amarse, quererse y hacerse feliz en todas sus modalidades.
- ¿Que eso es imposible?.., ¿que nunca llegará?
Eso mismo dijo una vez un mono cuando otro mono le dijo:
«Ya verás cómo algún día llegaremos a pensar y a inventar lavadoras automáticas».
Bueno. Fíjese en esa raya y en sus dos extremos y pregúntese: nosotros, los hombres de hoy, ¿en qué punto de la raya nos encontramos’?.., ¿a medio camino?.., ¿,a dos pasos de conseguir el objetivo?, o casi recién salidos de la horda de monos?...
Algunos pesimistas dirán que vamos marcha atrás y que volvemos a la ley de la selva. Que lo digan. Lo cierto es que el camino hacia ese «hombre nuevo», «humanidad sin fronteras», «comunidad universal», «utopía» (palabra que quiere decir que eso no pasa en ningún sitio)..., todos comprendemos que es un cami­no largo..., ¡larguísimo!
Como yo tengo fe, como creo en ese Dios inquietan­te y revolucionario, creo que en la historia de todos esos siglos —desde tiempos del mono, para entender­nos—, han aparecido muchos hombres iluminados por Dios que se han adelantado a su época, que han naci­do «demasiado pronto» y han intentado «tirar palan­te» con la humanidad... A muchos de ellos la humani­dad los ha eliminado, por eso: por «profetas». Espe­cialmente «en los últimos tiempos» Dios ha enviado a Jesús y, ya sabe compañero, lo que hemos hecho con él.
Jesús, «el – hombre – que - habló – demasiado - pronto», juntó una panda de locos que anunciasen un mundo nuevo, el mundo del futuro, el mundo de los hijos de Dios...
Pero mantener esa marcha hacia el «mundo que tiene que ser» es muy dura y enseguida se nos des­pierta dentro el mono del pasado.
La panda de locos que Jesús juntó se organizo en Iglesia.
La Iglesia de Jesús, como está formada por descen­dientes del mono —y encima con el pecado original—, no acaba de encajar el mensaje del jefe y al menor des­cuido volvemos a andarnos por las ramas, a pegarnos con el garrote, a quemarnos vivos y a tenerle gustirri­nín al dinero, al lujo, a los tronos y al “usté no sabe con quién está hablando”: cosas más propias del hom­bre de Cromañón que del maravilloso futuro ese en el que al levantar la vista veremos una tierra en la que no ponga «prohibido el paso, propiedad privada».
Con el tiempo, en la Iglesia de Jesús se ha ido mon­tando lo que los técnicos llaman superestructura, tin­glado, andamiaje..., y al mismo tiempo ha habido en ella divisiones, guerras, y luego más tinglado y más superestructura.
La Iglesia está eclesiastizada, ¿quién la deseclesiasti­zará...?, el desesclesiastizador que la desesclesiastizare... ¡Viva su madre! No es lo mismo ser paternal que pa­ternalista, ser entusiasta que ser fanático. Tampoco es igual ser de la Iglesia que estar eclesiastizado.
A veces me dice algún amigo: ¿Y tú... viendo lo que pasa en la Iglesia: lo de tal grupo o de tal cura o tal jerarquía... cómo sigues en ella?
Pues, compañero, porque en cualquier organiza­ción, partido o similar que no sea la Iglesia, pasa lo mismo y peor. En todas partes cuecen habas.
Además porque veo que, a pesar de todo, en la Igle­sia hay hombres y mujeres que no se han olvidado del Jefe ni de lo que dijo, y sigo en la Iglesia porque, a pesar de todo, a «mi» Dios, al n° 2 del que hablamos antes, sólo le puedo buscar en grupo.
Los que nos decimos cristianos, ya seamos seglares, curas, carpinteros, empleadas de hogar, monjas, direc­toras de colegio, obispos, pintores, taxistas, papas, vendedores ambulantes, ermitaños, futbolistas, campesinos, equilibristas, etc., todos formamos la Iglesia caminante (a veces la Iglesia en marcha atrás), pero al final seguimos adelante, hacia el Reino de Dios (el del n° 2): el mundo nuevo.., que se va haciendo poco a poco, tan poco a poco que, ¡cuer­nos!, uno pierde la paciencia.



QUINTO NUDO:
Si usted quiere que la Iglesia le deje en paz...»

Usted es de los que le gustan las cosas claras. ¿Qué pasaría si en este país cada cual eligiera francamente el dios o el no-dios que quisiera?...
— ¿Que uno no cree en ningún dios o se declara agnóstico? (que es algo así como «no sabe-no contes­ta»); pues muy bien, tan amigos y nos tomamos juntos unas copas.
— ¿Que otro cree en el dios n° 1: el que saca de complicaciones y sirve como morfina y tranquilizan­te? Pues encantado, mucho gusto, y todos tan amigos.
— ¿Que otro cree en una mezcla extraña del uno y del dos...? ¿Que cree en un dios, que es totalmente individual, para el cual no hacen falta ni curas, ni Iglesia, ni misas, ni reuniones, ni comunidad... Un dios que es de él sólo y nadie tiene que meterse en su conciencia? Pues también muy bien.
— ¿Que otro cree en ese Dios, n° 2, el mismo en quien yo creo: el Dios que nos explicó Jesús el de Nazaret?... Pues ¡a sacar consecuencias colega! Porque entre los líos en que nos mete el susodicho Dios está el de exigir a los creyentes que nos juntemos en grupo, en comu­nidad, en panda, en colectivo, en asociación, en asamblea, en Iglesia, en reunión, en equipo...
Sí, ya sé que los grupos, asambleas, Iglesias, etc., están llenos de gente que huele mal, que no sabe ha­blar, que es pesada, que algunos a ustedes le caen gordos... ya sé.
Pero ¿qué quiere que le diga? Si yo no creo en un dios individualista que está en las nubes, tengo que jugar con las cartas que me dan y con los compañeros de juego que me tocan.
Si a usted le convence el Dios de Jesús, búsquese una comunidad, un grupo, una Iglesia, una panda, un lo que sea, donde juntos intenten pensar, poner en práctica el Evangelio y también sus fiestas y celebraciones.
Lo que no me parece tan honesto es que usted no crea en nada, o tenga su dios individual y no quiera saber nada de curas ni iglesias..., pero que luego aparezca de vez en cuando a decir: «Que yo quiero un bautizo para el nene... o una boda por la Iglesia... o...».
Si usted quiere que la Iglesia le deje en paz, deje en paz usted a la Iglesia.
Es que eso de la Iglesia funcionaria se está acabando. Y entre todos tenemos que ayudar a que se termine. Para oficinas están las intendencias y los juzgados.
Le aseguro, compañero, que eso de ver la Iglesia como una agencia de servicios o un local de ceremonias es el nudo más gordo que nos impide aclararnos sobre el lío de Dios.
Pero me estoy pasando de rollo y no me caben más cosas en este folleto.
¿Seguimos caminando juntos hacia adelante, compañero...?

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