jueves, 25 de mayo de 2017

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Documento 5


El Dios evolutivo y evolucionador de Teilhard
Síntesis basada en Ignacio Núñez de Castro

            Para Teilhard de Chardin la imagen de Dios no podía ser otra que la del Dios de la evolución. Imagen que tendrá para él dos vertientes: la del Dios evolucionador, Principio animante de todo el devenir del cosmos, y la del Dios evolutivo, Dios que se va transformando de alguna manera al crear

            El día 25 de Octubre del año 1953 regresaba Teilhard desde Rodesia del Sur. La vuelta a Nueva York la hizo por Río de Janeiro y Trinidad. Iluminado por la luz ecuatorial escribió unas páginas sobre “El Dios de la evolución”[1].
Teilhard se encontraba preocupado “porque el cristianismo, a pesar de una cierta renovación de su influencia sobre los medios conservadores del mundo, se halla  a punto de perder a nuestros ojos su prestigio y su atractivo sobre la fracción más influyente y progresiva de la Humanidad”[2].
En otros escritos previos Teilhard había repetido la misma inquietud que, como decíamos antes, le acompañó toda su vida: “Indudablemente, por alguna razón, hay algo que ‘no marcha’ en nuestro tiempo entre las personas  y Dios, tal como a Dios se le presenta  hoy. Todo acontece hoy día como si las personas no tuvieran exactamente ante sí la figura del Dios que desea adorar… De aquí, en conjunto, esta impresión obsesionante de un ateísmo que asciende irresistiblemente, o  de una descristianización ascendente que no se puede resistir”.

            A esta preocupación Teilhard responde con una gran intuición con estas palabras: “a esta cuestión, unánimemente planteada, es a la que voy a tratar de responder estableciendo, mediante unas pocas proposiciones encadenadas, la realidad de un fenómeno cuya evidencia obsesiona desde hace casi cincuenta años: quiero decir el ascenso irresistible sobre nuestro horizonte de lo que podría llamarse un Dios de la evolución.
Teilhard, una vez más, recorre el camino desde un universo en evolución (Cosmogénesis), desde lo más elemental: “corpúsculos relativamente simples y todavía inconscientes”, lo que llamaría Previda, hasta la emergencia de la vida y de los seres conscientes, que se convierten “cada día un poco más conscientes. El jesuita se cuestiona si para Dios sería lo mismo crear instantáneamente, como se había creído hasta entonces apoyados en una mentalidad fijista, o crear evolutivamente, es decir el hacer que vayan apareciendo evolutivamente los seres tanto inanimados, como animados que pueblan el universo. 
“Mientras que, en el caso de un Mundo estático, el Creador sigue hallándose, sea como sea, estructuralmente desprendido de su obra y, por tanto, sin fundamento para su inmanencia, en el caso de un Mundo de naturaleza evolutiva, por el contrario, Dios ya no es concebible más que en la medida en que, como una especie de ‘causa’ coincida (sin confundirse) con el Centro de convergencia  de la Cosmogénesis”.  (no-dualidad)
           
Pierre Teilhard de Chardin intentó durante toda su vida y trabajo intelectual responder a esta pregunta, es decir, hablarnos de Dios en términos comprensivos para el hombre moderno y lo hizo fundamentalmente desde su oración personal, partiendo siempre de la experiencia de la presencia de Dios en sí mismo. Una vez más se revela el profundo hijo del Cielo, que era este hijo de la Tierra.
            Esta imagen de El Dios de la evolución que él nos quiso transmitir es fruto de una profunda experiencia religiosa, vivida desde la juventud.  A Teilhard de Chardin le gustaba hablar del Dios de la Cosmogénesis, puesto que el Dios de un Universo estático, considerado como transcendente al Mundo, el Dios hacia arriba, es el modelo, según Teilhard, en el que encajaría el Dios de la tradición bíblica o el Dios del Islam. Sin embargo, para el jesuita esta imagen de Dios no excluye el modelo del Dios hacia delante, principio animador y consumador del proceso evolutivo, un modelo de Dios mucho más comprensivo para el hombre de hoy.         
“Una Fe nueva en la que se integran la Fe ascensional hacia un Trascendente y la Fe propulsora hacia un Inmanente; una Caridad nueva en la que se combinan, divinizándose, todas las pasiones motrices de la Tierra: es, lo veo ahora y para siempre, lo que so pena de extinguirse, el mundo espera ansiosamente en este momento”[3].
            Este Dios de lo hacia delante no puede quedar encerrado en el Universo. “De este nuevo Dios evolucionador, dice Teilhard, hay que mantener a todo precio, por supuesto, y en primer lugar la trascendencia primordial”[4]. El Dios de la Cosmogénesis, es no solamente Dios del cosmos, es decir un Creador de tipo eficiente, sino también un Creador de tipo ‘animante’. Solamente un Dios así, repite Teilhard puede satisfacer y saciar nuestra capacidad de adoración, puesto que esto es lo que so pena de desfallecer espera en este momento desesperadamente el mundo. Este Creador animante, el Dios de la Cosmogénesis es a su vez el Foco o Principio animador de una creación evolutiva, modelo de Dios que el hombre moderno puede adorar en espíritu y en verdad.
                        Esta nueva fe síntesis del Dios hacia Arriba y el Dios Hacia adelante desemboca en un término de dimensiones ‘teocósmicas’,siguiendo los pasos de Cosmogénesis, Biogénesis y Noogénesis. Y en otro lugar: “Dios se realiza, se completa de alguna manera, en el Pleroma”. Adelanta en cuatro líneas la síntesis de su vida:
“Creo que la evolución se dirige hacia el espíritu
Creo que el Universo es una evolución
Creo que el espíritu desemboca en lo personal
Creo que lo personal supremo es el Cristo Universal” (Pleroma)
“Por formación soy “hijo del Cielo”,  por temperamento y estudios profesionales “hijo de la Tierra”. He dejado que reaccionaran con plena libertad una sobre otra, en el fondo de sí mismas, dos influencias aparentemente contrarias. Ninguna de las dos ha acabado con la otra, sino que la ha reforzado. Hoy creo probablemente más que nunca en Dios, y ciertamente más que nunca en el Mundo.”[5]


[1] Pierre Teilhard de Chardin, Como yo creo, pp. 263-270.
[2] Ibidem, p. 263.
[3] Pierre Teilhard de Chardin, El Corazón de la Materia, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 57.
[4] Pierre Teilhard de Chardin, La Activación de la Energía, citado por Claude Cuénot, Nuevo léxico de Teilhard de Chardin, Taurus Ediciones, Madrid, 1970, p.101.
[5] Pierrre Teilhard de Chardin  Lo que yo creo,  Editorial Trotta Madrid 2005 pg.88

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