DANDO
VUELTAS A LO MISMO DEL FINDE
La verdad es que le he
dedicado, algo obsesivo, demasiado tiempo a las noticias del conflicto de
Cataluña. Mi impresión general en lo de Cataluña es que no hay caso. Quiero
decir que objetivamente, levantando la vista a la realidad mundial, es un
capricho al compararlo con problemas y causas de desgarro humano,
de
desigualdad, con emigraciones masivas, trato vejatorio a tantas mujeres en la
paz y sobre todo en las guerras, con la pobreza y el hambre, el azote del paro,
etc. Uno tiene el desliz de darle demasiada importancia al conflicto catalán,
cuando por delante se pone la pancarta reivindicativa con palabras sagradas
como derechos y libertades.
Pero, si me ha ocupado
tanto tiempo de atención a estas noticias, reportajes y tertulias televisivas,
no cabe duda de que he seguido, en el fondo, otra línea de investigación: las
conductas humanas ante los hechos de esta reivindicación independentista. He de
reconocer que mi atención selectiva se ha centrado sobre el comportamiento de
tantos jóvenes. He curioseado con sorpresa en los frágiles mecanismos del
pensamiento humano.
Hace unos años publiqué,
desde mi experiencia de orientador en centros educativos, un libro de
diagnóstico psicosocial que titulé ¿Qué les pasa a los adolescentes
estudiantes? Hoy me pregunto confuso ¿Qué les pasa hoy a multitud de jóvenes
entre los 18 y los 35?
Nunca se da un hongo solo
y en cualquier tierra. Necesita un medio propicio y unas condiciones
atmosféricas que sean generadoras y además brotará en multitud.
Lo que mis últimas
observaciones confirman, especialmente en el privilegiado observatorio de los
comportamientos sociales en el conflicto independentista de Cataluña,
centrándome en la juventud, es la fuerte regresión a la individuación subjetiva
de un sector social joven ante la normatividad, y que está generando un nuevo
poder social hoy. La norma es lo que esa masa de jóvenes siente subjetivamente
en ese momento, y como si de una asamblea se tratara, se ven así más seguros
llamándole democracia. Sólo necesitaba una causa con virtualidad emocional, en
este caso, el nacionalismo.
¿Es un hecho aislado sólo
en el nacionalismo catalán?
Me temo que no. Responde
a un rasgo general en bastantes sujetos de esa generación de tal
autosuficiencia como para hacerse notar cuando topan con normas de juego
social.
No es rebeldía juvenil ante
los mayores y ante el poder, como pudo ser en la generación alrededor del 68. Es más sistemática y consciente, paradójicamente,
ante el sistema social que le niega ciertos derechos y libertades. Y no sólo
anticapitalista. Es la autosuficiencia de sentirse con poder subjetivo para
legislar su propia vida sin límites sociales. Es un individualismo hecho norma.
Y como decía arriba, para
que nazcan hongos se necesita condiciones ambientales. Hemos de reconocer que, en
las últimas décadas, la base formativa ejercida en familias y en instituciones
educativas huyó del viejo autoritarismo y nadie sabía cual era el punto equilibrado.
Por inercia se cayó, huyendo, en una generalizada falta de normatización.
Una vieja corriente que ha
recogido en sus brazos a esta generación así criada ha sido el acratismo
cultural, que son trazos gruesos del anarquismo, y que en Cataluña, además,
tiene solera. La democracia, que puede ser representativa o/y asamblearia, tiene,
de entrada, preferencia masiva por la segunda modalidad para esta generación
joven, a pesar de que es complicada y puede volverse de hecho en su contra por
la dictadura de líderes.
Cuando en escenarios como
el nacionalismo independentista catalán se ha masificado un grito y unos
símbolos de individualidad, muchas personas, sobre todo estos jóvenes responden
emocionalmente como a una sola voz.
No me asusta no
comprender a la juventud a mi edad, lo que me preocupa es que pueda ser tan
generalizada tanta inconsciencia.
Quizá escriba este
artículo, además, desde los planteamientos meditados en el silencio de dos días
en el pasado “finde” en Hornachuelos con el tema Espiritualidad y Política. Y
cada vez veo más verdad y equilibrio cuando la política va acompañada de
espiritualidad. Porque nuestro caminar es hacia la consciencia. Hoy hago una llamada a la juventud actual que sin duda, no
sólo es la más preparada, sino además la más consciente, para que, en su
silencio interior, busquen el equilibrio que da la espiritualidad, es decir,
comprenderse más allá del propio yo y más profundamente que las emociones
superficiales.
En
una reseña del reciente libro de Yuval Noah Harari, “Homo Deus. Breve historia del mañana”, se
pronostica un escenario futuro en el que el ser humano acometerá tareas y
afrontará consecuencias radicalmente nuevas. La única esperanza, aunque
tenue, proviene de que nunca como hasta ahora hemos sido tan conscientes de lo
que hacemos y quizás eso nos obligue de verdad a definir y a escoger qué mundo
queremos.
Jesús
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