viernes, 25 de mayo de 2018

Finde junio 2018: El sentido último del ser humano (ego y yo)/ Texto 9



ESPIRITUALIDAD INTERCULTURAL DEL SENTIDO ÚLTIMO DEL SER HUMANO (EGO Y YO)
Una herencia de las tradiciones religiosas
Metáfora de R. Panikkar
Antes de exponer la metáfora, Panikkar advierte que su fuerza reside precisamente en su universalidad puesto que, como ha sido utilizada por hombres de diferentes culturas, nos descubre cómo una parte de la humanidad ha visto a la muerte.
Sin más preámbulo, veamos la metáfora.
Panilkkar considera que el destino del individuo humano ha sido frecuentemente comparado al de la gota de agua inmersa en el océano. No obstante, el problema de la inmortalidad aparece con la conciencia de la individualidad humana. Lo mortal no es la vida sino lo viviente individual. Por eso, para nuestro autor, la dificultad no está en el río -que no muere sino en el destino de las gotas del rio -que son las que desaparecen-: “Mientras que gran parte de la interpretación moderna de las tradiciones abrahámicas (occidentales) da importancia al individuo, la mayoria de las religiones asiáticas se interesan sobre todo por la totalidad. En definitiva, es el individuo el que muere”'.
El hace explicita la pregunta asumiendo la metáfora: “¿Que les sucede a las gotas de agua, de los individuos humanos que somos, cuando se sumergen en el Océano infinito del Brahman, del Dharmadhatu, de Dios, del Nirvana, del Tiempo, o sea cual fuere el nombre del Océano? En definitiva, ¿qué le ocurre al hombre cuando muere? [...] ¿No conserva algo que le es propio? ¿O bien todo es absorbido por el Océano del Ser, de Dios, o de la Nada? El no-ser no es, ¿pero puede decirse lo mismo de la muerte? No, porque ésta si es". Y agrega: “La muerte no mata más que a lo que es “matable”, no mata pues lo que somos; por el contrario nos descubre nuestra verdadera naturaleza. La muerte es la puerta del estado definitivo [...] La muerte salvaguarda lo que el hombre “es” profundamente: un Alma, Dios, el Ser... esto no muere, y se nos dice asi, eres eso que por fin la muerte ha descubierto”.
Pero esta re-velación lleva a Panikkar a establecer una respuesta a la cuestión de qué ocurre cuando la gota de agua 'se pierde” en el mar. Nuestro autor afirma: “Todo depende de lo que entendamos por gota de agua: ¿la gota del agua, o el agua de la gota? ¿Qué expresa el ser humano: la gota o el agua? ¿Qué entendemos por individualidad del hombre: su gota o su agua; ¿La diferencia cuantitativa entre las gotas o la diferencia cualitativa entre las aguas?“' Más aún: La gota de agua, es decir la tensión superficial que la mantenía separada, la limitación que le impedía toda comunicación  real evidentemente han desaparecido: ya no hay gota. Esta minúscula gota de agua separada del resto, este tiempo, este espacio que la singularizaban ya no están.
Y el hombre, dicen, es absorbido en Brahman, regresa a 1a matriz cósmica, se funde en Dios o se une a él, ha dejado de existir o se ha transformado en lo que ha sido (o lo que fue llamado a ser), etc. Si el hombre es gota, y esta gota cae al mar, este individuo está verdaderamente muerto. La muerte es ontológica (evidentemente para el ser de la gota). Sin embargo, el agua de la gota no ha tenido el mismo destino. Persiste, no ha perdido nada, ni ha dejado de ser lo que era. El agua de esta gota está ahora en comunión con toda el agua del océano, sin perder nada de su ser agua. Puede haber sufrido muchas modificaciones, pero ninguna de ellas la ha despojado de su ser agua.
Y el hombre, dicen, se realiza plenamente en su ser, se convierte en lo que realmente era. El agua se ha encontrado a si misma: el hombre se ha realizado. ¡Vita mutatur,  non tollitur.! (la vida cambia pero no desaparece).
Panikkar es consciente que el problema no se soluciona tan fácilmente y, ante bien, nos muestra que la pregunta por la muerte es un problema esencialmente antropológico: ¿Qué es el ser humano: la gota de agua, o el agua de la gota?
Asi planteado, el problema de la muerte es un fenómeno tipico que pertenece al grupo cultural de las civilizaciones abrahámicas, que simplificando podriamos llamar occidentales. El hombre es la gota.
De otra parte -nos dice Panikkar-, cuando se ve al hombre como el agua de la gota y no como la gota de agua, la persona humana puede seguir siendo única, y, en cierto modo, más única aún que en la primera hipótesis. Cada gota es ella misma no en virtud de diferenciaciones accidentales, de tensiones superficiales, ni de parámetros espacio-temporales, sino porque cada porción de agua es otra, lo que distingue las gotas es la misma agua y no la membrana o las situaciones en el tiempo y el espacio. La distinción es óntica y no epistemológica. Dicho de otro modo, en este caso, la identificación del agua de cada gota se descubre en su identidad consigo misma (identificación por identidad), mientras que en el primer caso, la identificación de la gota de agua se descubre en su diferenciación de todo el resto (identificación por diferencia):
Asi, si traemos de nuevo la metáfora: “nos hacemos inmortales al tomar conciencia de que somos agua y no tensión superficial, realizando el agua que somos y no endureciendo la membrana.
Por eso, como bien lo dice nuestro autor, muchas espiritualidades tradicionales le proponen a las personas una búsqueda el “yo” y una superación del “ego”. Tales caminos espirituales enseñan, por ejemplo, la acción desinteresada, la renuncia a los frutos de la acción, la liberación de las cadenas que nos atan a lo inauténtico; en una palabra, “Ia muerte del ego para que en nosotros viva el yo". Pero, para evitar confusiones, Panikkar no está hablando de un “yo” psicológico empoderado. El “yo” panikkariano es lo divino (Dios mismo, Brahman) que está en el hombre.
De esta manera volvemos, irremediablemente, a la experiencia de Dios expresada en la poderosa frase paulina: “En Él vivimos, nos movemos y existimos".
(Tomado por Jesús de la tesis doctoral de J. Luis Meza Rueda)

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