ESPIRITUALIDAD
INTERCULTURAL DEL SENTIDO ÚLTIMO DEL SER HUMANO (EGO Y YO)
Una herencia de
las tradiciones religiosas
Metáfora
de R. Panikkar
Antes de exponer la
metáfora, Panikkar advierte que su fuerza reside precisamente en su
universalidad puesto que, como ha sido utilizada por hombres de diferentes
culturas, nos descubre cómo una parte de la humanidad ha visto a la muerte.
Sin más preámbulo, veamos la metáfora.
Panilkkar considera que el
destino del individuo humano ha sido frecuentemente comparado al de la gota de
agua inmersa en el océano. No obstante, el problema de la inmortalidad aparece
con la conciencia de la individualidad humana. Lo mortal no es la vida sino lo
viviente individual. Por eso, para nuestro autor, la dificultad no está en el
río -que no muere sino en el destino de las gotas del rio -que son las que
desaparecen-: “Mientras que gran parte de la interpretación moderna de las
tradiciones abrahámicas (occidentales) da importancia al individuo, la mayoria
de las religiones asiáticas se interesan sobre todo por la totalidad. En
definitiva, es el individuo el que muere”'.
El hace explicita la
pregunta asumiendo la metáfora: “¿Que les sucede a las gotas de agua, de los
individuos humanos que somos, cuando se sumergen en el Océano infinito del
Brahman, del Dharmadhatu, de Dios, del Nirvana, del Tiempo, o sea cual fuere el
nombre del Océano? En definitiva, ¿qué le ocurre al hombre cuando muere? [...]
¿No conserva algo que le es propio? ¿O bien todo es absorbido por el Océano del
Ser, de Dios, o de la Nada? El no-ser no es, ¿pero puede decirse lo mismo de la
muerte? No, porque ésta si es". Y agrega: “La muerte no mata más que a lo
que es “matable”, no mata pues lo que somos; por el contrario nos descubre
nuestra verdadera naturaleza. La muerte es la puerta del estado definitivo [...]
La muerte salvaguarda lo que el hombre “es” profundamente: un Alma, Dios, el
Ser... esto no muere, y se nos dice asi, eres eso que por fin la muerte ha
descubierto”.
Pero esta re-velación
lleva a Panikkar a establecer una respuesta a la cuestión de qué ocurre cuando
la gota de agua 'se pierde” en el mar. Nuestro autor afirma: “Todo depende de lo
que entendamos por gota de agua: ¿la gota del agua, o el agua de la gota? ¿Qué
expresa el ser humano: la gota o el agua? ¿Qué entendemos por individualidad
del hombre: su gota o su agua; ¿La diferencia cuantitativa entre las gotas o la
diferencia cualitativa entre las aguas?“' Más aún: La gota de agua, es decir la
tensión superficial que la mantenía separada, la limitación que le impedía toda
comunicación real evidentemente han
desaparecido: ya no hay gota. Esta minúscula gota de agua separada del resto,
este tiempo, este espacio que la singularizaban ya no están.
Y el hombre, dicen, es
absorbido en Brahman, regresa a 1a matriz cósmica, se funde en Dios o se une a
él, ha dejado de existir o se ha transformado en lo que ha sido (o lo que fue
llamado a ser), etc. Si el hombre es gota, y esta gota cae al mar, este individuo
está verdaderamente muerto. La muerte es ontológica (evidentemente para el ser
de la gota). Sin embargo, el agua de la gota no ha tenido el mismo destino.
Persiste, no ha perdido nada, ni ha dejado de ser lo que era. El agua de esta
gota está ahora en comunión con toda el agua del océano, sin perder nada de su
ser agua. Puede haber sufrido muchas modificaciones, pero ninguna de ellas la ha
despojado de su ser agua.
Y el hombre, dicen, se
realiza plenamente en su ser, se convierte en lo que realmente era. El agua se
ha encontrado a si misma: el hombre se ha realizado. ¡Vita mutatur, non tollitur.! (la vida cambia pero no
desaparece).
Panikkar es consciente
que el problema no se soluciona tan fácilmente y, ante bien, nos muestra que la
pregunta por la muerte es un problema esencialmente antropológico: ¿Qué es el ser
humano: la gota de agua, o el agua de la gota?
Asi planteado, el
problema de la muerte es un fenómeno tipico que pertenece al grupo cultural de
las civilizaciones abrahámicas, que simplificando podriamos llamar occidentales.
El hombre es la gota.
De otra parte -nos dice
Panikkar-, cuando se ve al hombre como el agua de la gota y no como la gota de
agua, la persona humana puede seguir siendo única, y, en cierto modo, más única
aún que en la primera hipótesis. Cada gota es ella misma no en virtud de
diferenciaciones accidentales, de tensiones superficiales, ni de parámetros
espacio-temporales, sino porque cada porción de agua es otra, lo que distingue
las gotas es la misma agua y no la membrana o las situaciones en el tiempo y el
espacio. La distinción es óntica y no epistemológica. Dicho de otro modo, en
este caso, la identificación del agua de cada gota se descubre en su identidad
consigo misma (identificación por identidad), mientras que en el primer caso,
la identificación de la gota de agua se descubre en su diferenciación de todo
el resto (identificación por diferencia):
Asi, si traemos de nuevo
la metáfora: “nos hacemos inmortales al tomar conciencia de que somos agua y no
tensión superficial, realizando el agua que somos y no endureciendo la
membrana.
Por eso, como bien lo
dice nuestro autor, muchas espiritualidades tradicionales le proponen a las
personas una búsqueda el “yo” y una superación del
“ego”. Tales caminos espirituales enseñan, por ejemplo, la acción
desinteresada, la renuncia a los frutos de la acción, la liberación de las
cadenas que nos atan a lo inauténtico; en una palabra, “Ia muerte del ego para
que en nosotros viva el yo". Pero, para evitar confusiones, Panikkar no
está hablando de un “yo” psicológico empoderado. El “yo” panikkariano es lo
divino (Dios mismo, Brahman) que está en el hombre.
De esta manera volvemos,
irremediablemente, a la experiencia de Dios expresada en la poderosa frase
paulina: “En Él vivimos, nos movemos y existimos".
(Tomado
por Jesús de la tesis doctoral de J. Luis Meza Rueda)
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