UNA NUEVA ESPIRITUALIDAD PARA LA NO-VIOLENCIA EN LAS RELACIONES CON LA
NATURALEZA Y LA HUMANIDAD
José
Mª Vigil.
Resumen
de Mercedes y Jesús
Que estamos caminando hacia una
«catástrofe climática» es, en el contexto de la actual crisis ecológica y
humana, la opinión más avalada científicamente.
Ya nadie lo duda: el cambio climático ha comenzado, y con paso firme. Por
otra parte, el tema elegido para este encuentro de finde nace de la impresión
compartida de que cada vez percibimos más violencia y enfriamiento distante en
las relaciones humanas.
Es urgente posibilitar y recrear
en nosotros un nuevo sentir, una nueva sensibilidad, empatía, inspiración,
espiritualidad, religiosidad, sentido de lo sacro... que derivando de una nueva
visión a la altura del momento grave que vivimos, nos reconcilie con este
planeta con el que de hecho estamos en guerra, y logre hacernos vivir
consecuente y felizmente como lo que somos.
Necesitamos también una nueva
espiritualidad, acorde con esta nueva visión.
Antes, una mirada a la historia: veamos nuestro giro espiritual dado con
la revolución agraria.
Hoy día, no podemos ignorar los
datos que nos ofrecen la historia y la arqueología. Sabemos que se ha dado un
cambio en ella. Nos hemos llevado muy bien con el planeta. Pero luego hemos
experimentado cambios profundos: ha sido hace varios miles de años.
Estos cambios han facilitado la base para una
violencia entre la naturaleza y la humanidad y han repercutido también en una formación
viciada de nuestra espiritualidad, que se puede sintetizar así:
- Se pasa a establecer una
separación entre naturaleza y divinidad. Es una escisión de la realidad en dos
mundos, dos pisos. Un dualismo que escinde la realidad y escinde nuestro
espíritu.
- Por una parte, Dios queda
separado de la naturaleza. Como tal, es exterior a la naturaleza y al cosmos.
Su lugar está en el cielo, en la sobrenaturalidad meta-física.
- Concomitantemente, la
naturaleza pasa a ser considerada como como realidad profana, no divina, mera
«creación» (fabricación) de Dios. Se da pues una desdivinización de la
naturaleza.
- El ser humano queda así
alienado: pone su mirada fuera de sí y de su mundo natural, reubica su centro
de gravedad en un «Dios externo», en el «mundo de Dios» (el otro mundo, el
segundo piso), y pasa a considerarse extranjero en tierra extraña, «ciudadano
del cielo» y desprendido de esta tierra, «peregrino» en camino hacia el «otro
mundo» del más allá de la muerte.
Esta nueva arquitectura neolítica
del mundo espiritual es todavía hoy, el patrón espiritual más básico y habitual
en el subconsciente religioso occidental y oriental. Es decir, la
espiritualidad también está sometida a la dependencia de cómo «imaginamos» el
mundo, nuestra cosmovisión, y según esos significados, nuestra vida –y nuestro
contexto– van a recibir unos influjos u otros.
Algunos de estos nuevos giros, urgentes, podríamos presentarlos
esquematizadamente así:
- Tomar conciencia de que el
teísmo tradicional es simplemente un modelo de comprensión, que la humanidad ha
tenido ya, en el decurso de su historia, varios modelos, y que es legítimo y
necesario hacer un discernimiento sobre ellos.
- Relativizar el carácter
personal-humano de Dios (el antropomorfismo), considerado de hecho
imprescindible en nuestra relación con el Misterio, tanto en la visión oficial
como en la popular del cristianismo. Abrir los ojos espirituales del pueblo
sencillo haciéndolo capaz de encontrar a la Divinidad («a Dios») sin
considerarlo de hecho un ser antropomórfico.
- Considerar el pan-en-teísmo. La mejor
tradición teológica ha hablado también de un pan-en-teísmo (todo-en-Dios: “en
El vivimos, nos movemos y existimos”). Relocalizar a Dios en la realidad, en la
única realidad, en la naturaleza cósmica. Captar la dimensión/presencia divina
en lo cósmico y natural, la sacralidad de lo profano. La vieja polémica
teísmo/ateísmo queda obsoleta, superada.
- Abrirnos cada vez más al posteísmo en la
forma de pan-en-teísmo espiritual, de reverencia de la sacralidad del Misterio
presente en la realidad cósmica y total. Opuesta al panteismo (todo es Dios) y,
en nuestra hora actual, distinto también a ese panteísmo difuso, que parece
brotar de una divinidad difusa. Pues si se niega el contacto relacional,
desaparece toda posibilidad de auténtica fe y confianza en Dios.
¿No son demasiados verbos
antropomórficos los que aplicamos a ese Dios? En rigor, decir que Dios es «personal»
es un antropomorfismo..., pues es más que personal, suprapersonal, tal vez
transpersonal... Y podemos imaginárnoslo como personal si nos sirve, pero
sabiendo que eso sólo es una facilitación.
-En
el ensayo “Un camino hacia el Oeste”, Teilhard confronta su visión de la
espiritualidad oriental con el cristianismo. Observa que en los sistemas
místicos o metafísicos que pertenecen a la corriente oriental, alguna idea del
mal siempre se asocia con el origen. Entonces es necesario escapar del mundo,
alejarse de él. Pero Teilhard repite con pasión que para el cristiano son dos
acciones esenciales y complementarias: Encontrar a Dios en y a través del
mundo. Quienes intentan seguir este modelo de religiosidad han conseguido
superar el dualismo entre lo religioso y lo laico. Este es el futuro y el
camino que inicia el modelo de cosmovisión teilhardiana. Es la opción por la
Unidad, por la teoría del Todo, a cuya teoría aspira todo sistema científico y
filosófico. A nadie se le oculta que una
ciencia abierta y una nueva religiosidad trabajan por ello para suavizar la
dicotomía cultural de miradas cortas, e históricamente violentas. Este es
nuestro movimiento teilhardiano.
... Dios no puede ser Señor, porque sólo se
puede ser Señor en una realidad e la structurada desde la dominación. Teilhard
creía que un cambio exigido por la cultura actual era que Dios dejase de ser el
«propietario neolítico del mundo». El dios-Señor es una proyección de la edad
agraria-autoritaria.
- La perspectiva feminista descubre en el
teísmo la proyección de los afanes masculinos de poder... (Ivone Gebara).
- Redescubrir la presencia y la
identidad del Misterio (lo divino, la Divinidad) en la realidad cósmica y
natural. Reconocer/percibir la sacralidad de la naturaleza. Reencontrar a Dios
(también) en la naturaleza –igual que el cristianismo nos ha hecho tan
sensibles a la presencia de Dios en el ser
humano–.
- En este sentido, es urgente que las religiones vuelvan su mirada al
estado actual de las ciencias, que surgen hoy como nueva «revelación»,
manifestación de los signos de la presencia del Misterio, que los hombres y
mujeres de hoy rastrean con mayor sintonía y lenguaje.
La situación actual de nuestro
planeta es insostenible, y tremendamente amenazadora y violenta. La distancia
mantenida cada vez más entre los humanos da pie a denominar “ley del hielo” a
ciertas actitudes de violencia hoy.
Posiblemente estamos acercándonos
al desastre y el final de este siglo tal vez vaya a ser testigo del colapso de
nuestra civilización y de la disminución drástica de nuestra especie. Ésta puede ser la ocasión de que surja una
nueva especie y menos violenta con el planeta.
Como hemos querido mostrar, la
solución del problema más grave que tiene la Humanidad ahora mismo pasa
principalmente por la urgencia de adoptar «una nueva visión y una nueva
espiritualidad». Está en juego la supervivencia de la Humanidad y el porvenir
de la Vida en este planeta.
Una de las conclusiones del
sínodo Amazonia, que finaliza estos días dice: “Denunciar todas las formas de
violencia y agresión contra la autonomía y los derechos de los pueblos
indígenas, su identidad, sus territorios y sus formas de vida.”
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