La violencia en mi vida.
Esperanza Morales
Hospedería Las Jerónimas, Constantina,
11 y 12 de enero del 2020.
Reflexiones acerca de la violencia en mi vida, tras la
lectura de los textos que nos ha proporcionado la comisión preparatoria de este
retiro.
Esto me lleva a la vivencia lejana de una violencia estructural, cuando yo tenía
10 años y nos fuimos a vivir al Poblado de San Fermín, uno de los suburbios de una gran ciudad como es
Madrid, desde un pequeño pueblo, Los Pozuelos de Calatrava en la provincia de
Ciudad Real.
Pasamos de un entorno rural
de agricultura primitiva, la fuerza para el trabajo la proporcionaba las
personas y los animales, de una vida de autoabastecimiento y trueque y con unas
relaciones sólidas de pertenencia a la familia
y al lugar que habitas, conocías tu entorno y eso te daba armonía y seguridad.
Mi padre, con 38 años, salió del pueblo en busca de trabajo a Madrid y tras un mes de buscar y subsistir como pudo,
comenzó a trabajar de peón albañil en la obra, el cambio para él fue el paso de
ser un buen agricultor, este trabajo venía ya de sus ancestros a iniciarse en
otro trabajo desconocido en un entorno diferente y con unas relaciones
igualmente diferente, no fue menor el cambio sufrido por mi madre, en la ciudad
ella, ya no hacía el pan, la matanza ,
las conservas caseras, ni lavaba la ropa en el lavadero con las mujeres del
pueblo, no cocinaba con leña ni tenía cerca a su familia, estaba sola y aislada
en un entorno desconocido y hostil. Recuerdo una frase que ella decía con pena y desconcierto al principio de llegar a
Madrid a mi padre ¿Antonio donde hemos venido?
Vivimos durante el primer año de estancia en Madrid en una
habitación, que nos alquiló otra familia de mi pueblo que ya había conseguido
un piso de La Obra Sindical del Hogar.
Yo era pequeña y lo vivía todo con interés por lo nuevo, empapándome de una nueva realidad y con una
inocencia inteligente, pero sí recuerdo la tristeza de mi madre en esa época
del inicio de una vida a la que se vieron forzados al cambio del campo a la ciudad buscando subsistir.
Y siguiendo con ese tipo de violencia estructural en mi
infancia donde viví la violencia de la pobreza que nos lanzo fuera de nuestro entorno rural a
otro tipo de violencia. La violencia
política de mi juventud. Con
20 años, y ya en la universidad, milito en un partido comunista, por la
defensa de la libertad, vivíamos bajo el régimen fascista del general Franco.
Con su potente aparato represor y su ensañamiento con toda persona amante de la
libertad y de la ciencia, vivo unos años de intensa militancia, era un tiempo
oscuro para los jóvenes en aquella época y puse mi vida al servicio de la lucha
antifascista como prioridad, con el miedo
siempre presente a ser detenida y pasar años en la cárcel, era tan fácil ser
acusada de propaganda ilegal, o detenida en una manifestación… me costó
suspensos en mi carrera, por haber presidido una asamblea en la facultad … Tengo
que agradecer a mi formación comunista y su militancia en mi juventud
que mi vida ya fue marcada desde entonces y hasta ahora a mis 68 años por la
máxima comunista de “a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus
capacidades” Y volviendo al tema de la violencia que nos ocupa, viví una
injusta violencia política por muchos años.
Aún hoy día persiste esa violencia estructural, física y de
muerte lo vivo cuando me desplazo como cooperante a Guatemala, es la violencia
extrema que mata a las personas y que queda impune, eso te deja anonadada sin
palabras, y allí se vive la muerte violenta, como cosa de la cotidianidad… mi amigo Felicito, maestro, un hombre bueno,
baleado en su casa, mientras dormía…. Su
delito, ser buena persona.
Ahora voy a pasar a comentar de otro tipo de violencia mas
propia de nuestro entorno de país occidental. Es una violencia sutil, mas invisible, pero que parece que lo impregna
todo, como un caleidoscopio que va formando figurar de violencia a lo largo del movimiento de la cotidianidad.
Esta violencia sutil es la que sustenta las violencias visibles, que derivan en
violencia física de palizas, asesinatos y la guerra, como expresión suprema de la barbarie.
Y pasando a lo práctico, que tengo yo de violenta?
Pues pienso de mi,
qué mi violencia es sobre todo por omisión, por individualismo por
incoherencia, entre lo que hago y lo que pienso, entre lo que es y lo que
debería ser
Como buena burguesa,
y mediocre revolucionaria, así me puedo clasificar, busco mi zona de confort
y me apego a ella, y así voy levantando muros invisibles para no dejar pasar
todo lo que me incomoda y me interpela.
Y así recalco, o repito casi de forma inconsciente, que “Yo”
soy manchega, europea, heterosexual, médico, no creyente, comunista…..
Con todo esto yo estoy creando una sutil violencia contra
los que no tienen exactamente mi mismo perfil, por ser africanos, homosexuales,
limpiadoras, musulmanes, de derechas….
He de minimizar mi “Yo”, lo mío para entrar en el “Nos”, en lo nuestro.
Y porque me pasa esto, pues por “MIEDO” por miedo a salir de
mi zona de confort, donde todo está según a mí me gusta.
Quiero salir humildemente, solidariamente al encuentro de
todas las personas que no son como yo, y hermanarme con ellas así ponérselo
difícil a esa violencia sutil.
Pero como hermanarse con los que tienen menos que yo, como
arriesgarme a la coherencia del compartir TODO, posesiones, cariño…. Eso es muy
difícil eso me violenta y pongo esas muros invisibles,
Hay dos cosas que hoy día
me superan y que me hacen mirar para
otro lado.
Una, ver a personas durmiendo en la calle, cuando salgo de
noche por el centro de la ciudad. Me interpela esta situación tan
directamente….eso de pasar superfluamente por su lado, como si no viera nada,
no puedo, o no lo puedo ver o me acerco a esa persona para interesarme por
ella, que en varias ocasiones lo he hecho
o me voy a mi casa.
Y otra, es ver en instituciones sanitarias y educativas
personal de seguridad que escanean los bolsos y te
hacen pasar por arcos de seguridad y que levan sus porra y sus esposas….. en
estas instituciones cuyo objetivo es la
salud y la educación de la ciudadanía, pero como un sanitario o un maestro, se
tiene que defender de esa manera , tan aceptada ya por todos de aquellos que
son la razón de su profesión, esto también me violenta mucho como médico que
soy
Por qué tanta pobreza… por qué tanta desconfianza….
Porque igual que yo, todos tenemos miedo a salir de nuestra
zona de confort y entrar en la zona de coherencia desde las cosas mas
pequeñitas de nuestro entorno y cotidianidad
a las grandes que abarcan muchos
personas y muchos buenos haceres.
Pienso que la violencia de nuestra sociedad, se sustenta en
cada uno de nosotros, en unos en forma pequeña, ocupa poco espacio, en otros
casi todo el espacio de su mente está ocupado por ella. Esas personas son terribles-
Como final de mi reflexión, desearme que los hados me ayuden
a perder mis miedos a diluir mi “yo” y mirar amorosamente a mi alrededor
cotidiano y a las personas cercanas y poder pasar de forma sencilla a mirar
también amorosamente a las lejanas y así situarme, en el camino de la no
violencia.
Si pienso en los mas pequeños, en mis nietos en este caso y
en los niñas y niñas del mundo llevar a cabo este deseo se me hace más fácil.
Final de mi reflexión sobre la violencia.
En mi casa,
relajadamente lo escribo en el ordenador 3 días después del encuentro en silencio.
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