Nuestro colectivo, donde está tambien integrado el movimiento feminista MyT, apoya la Revuelta de las Mujeres en la Iglesia el próximo día 1 de marzo ante la catedral de Sevilla. Publicamos el manifiesto que nos envía nuestra compañera Mercedes López.
LA REVUELTA DE LAS MUJERES EN LA
IGLESIA,
HASTA QUE LA IGUALDAD SE HAGA COSTUMBRE.
Somos
mujeres creyentes. Vivimos con pasión el seguimiento de Jesús de Nazaret en
muchos grupos, parroquias, organizaciones, movimientos eclesiales y
congregaciones.
Estamos comprometidas con la causa de Jesús y
luchamos por la renovación de la Iglesia y la transformación social desde la
perspectiva de las mujeres.
Alzamos la voz y nos manifestamos porque
vivimos una profunda discriminación en la Iglesia y ha llegado el momento de
decir “¡Basta ya!”. Ni podemos ni queremos callarnos.
Estamos cansadas de las incoherencias y
autoritarismo que percibimos a diario, por eso:
Queremos denunciar las múltiples formas de injusticia
e invisibilización que sufrimos en la Iglesia. La institución, con su
estructura y organización, está quedando al margen de las conquistas sociales
en igualdad y corresponsabilidad y está cometiendo un error. El clericalismo es
causa de muchos males. Por ejemplo, la dolorosa violencia ejercida sobre
mujeres, religiosas y laicas, además de otras formas de violencia
lamentables.
Denunciamos la cobardía para abordar cambios
en la organización de la Iglesia, frente a los signos de los tiempos que claman
por sí mismos. Y la cerrazón ante la necesidad de un cambio imprescindible: el
acceso al diaconado y al presbiterado femenino para atender a las comunidades
cristianas. Denunciamos la desproporción entre el número de teólogas preparadas
y los puestos que ocupan como docentes en las facultades de Teología y en otros
puestos de responsabilidad.
La institución arrincona, desprecia y silencia
a las mujeres que la sustentan; la hegemonía masculina se legitima y se
perpetúa sin ninguna autocrítica.
Queremos hacer visible nuestro trabajo incansable y
gratuito. Las mujeres somos mayoría aplastante en el voluntariado, en las
celebraciones religiosas, en catequesis, en pastoral, en la acción social con
las personas más empobrecidas, en los movimientos eclesiales, en la enseñanza,
en la vida religiosa… Somos las manos y el corazón de la Iglesia, pero se nos
niega la palabra, tener voz y voto, la toma de decisiones y el liderazgo en los
ámbitos oportunos, como se ha puesto de manifiesto, una vez más, en el Sínodo de
la Amazonía.
Hemos demostrado con creces que desarrollamos
nuestro trabajo o voluntariado con creatividad y responsabilidad. Pero,
habitualmente, solo se nos ofrecen tareas que aligeran el trabajo de los
varones, manteniendo ellos la responsabilidad final. Hay una clara desproporción entre lo que
damos a la Iglesia y lo que recibimos, porque la mentalidad patriarcal y
feudal, junto a una teología caduca, justifican esa desproporción.
¿Qué sería de la
Iglesia y de las iglesias si dejáramos de hacer todos estos trabajos, porque
estamos cansadas de la invisibilidad y de la injusticia?
Trabajamos
en la Iglesia, porque es nuestra comunidad de referencia para vivir el
Evangelio. Seguiremos trabajando en ella hasta para recuperar la comunidad de
iguales que trajo Jesús.
Trabajamos
y trabajaremos por una iglesia sinodal que reconozca la plena ministerialidad
de las mujeres. Hace años abrimos una brecha en el muro que nos impedía el
acceso a los estudios de teología, no pararemos hasta que se reconozca y valore
la riqueza de la teología feminista, como motor de cambio. No pararemos hasta
que se elimine el lenguaje patriarcal y sexista en las homilías, textos
litúrgicos y documentos; hasta que la moral sexual de la Iglesia se preñe de
ternura y misericordia y deje de culpabilizar a las mujeres.
Seguiremos trabajando con empeño para que la Iglesia
dialogue con los movimientos de liberación de las mujeres y reconozca la
diversidad de familias, identidades y orientación sexual.
Trabajamos
con ahínco para que la Iglesia denuncie el sistema económico neoliberal que
impide que las personas tengamos unas condiciones de vida acordes con nuestra
dignidad, porque este sistema expolia la tierra, fomenta la feminización de la
pobreza y favorece la explotación laboral y sexual de las mujeres.
Trabajamos
y trabajaremos para recuperar una Iglesia donde las mujeres seamos reconocidas
como sujetos de pleno derecho, con voz y voto en todas partes y valoradas por
nuestros talentos y carismas.
No estamos solas. Formamos parte de una red que
crece cada día y se entrelaza con mujeres de las iglesias de Europa y del mundo
que también han dicho “¡Basta ya!” y alzan su voz, hasta que la igualdad sea
costumbre, como María 2.0 o el Movimiento internacional Voices of faith.
Y hemos recogido el testigo de la Buena
Noticia que trajo Jesús. Transgredió las normas de una sociedad profundamente
patriarcal y dialogó con las mujeres de tú a tú, tratándolas como iguales y
discípulas. Nos han pasado el testigo María de Nazaret, María Magdalena, Marta
y María, Juana de Cusa, Susana, la diaconisa Febe, Junia y muchas otras que a
lo largo de la Historia han luchado y trabajado por nuestra dignidad y el
reconocimiento de todos nuestros derechos.
Muchas han pagado esta lucha con persecuciones
y malos tratos, incluso con su vida. Tenemos presentes a Hildegarda de Bingen,
Clara de Asís, Catalina de Siena, las Beguinas, Teresa de Jesús, Mary Ward y
Dorothy Stong, entre muchas otras que nos han abierto camino.
En
el año 2000 celebramos el Jubileo de las Mujeres, manifestándonos ante la
catedral de Madrid. Hoy, 20 años después, damos un paso más: nos hemos
organizado para expresar nuestra Revuelta en la Iglesia, a través de la música,
reflexión, silencio, oración, cantos, danza... Leeremos un manifiesto.
Estaremos unidas a las compañeras que harán su gesto de denuncia y en muchos
otros lugares del estado y del mundo.
Te
animamos, os animamos, a que nos acompañéis el domingo 1 de marzo de 2020 a una concentración en Sevilla, a las 12
de la mañana y que compartáis esta iniciativa con otras mujeres y
colectivos, más allá del ámbito creyente, para que se solidaricen con esta
causa. Si te gustaría estar presente, pero no puedes unirte el día 1, haz lo
que esté en tu mano para que la Iglesia vuelva a ser una comunidad de iguales Y
LA IGUALDAD SE HAGA COSTUMBRE.
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