martes, 10 de noviembre de 2020

Finde de otoño 2020: Qué Espiritualidad tenemos?

                         

ESPIRITUALIDAD Y PSICOANÁLISIS. 

Jordi Font Rodón

La vida espiritual, en cuanto vida humana, parece ser una misma realidad que existe en todas las culturas, es una emergencia de la vida. Las religiones son expresiones humanas simbólicas, son como el continente y vehículo de la espiritualidad, que se configuran y evolucionan culturalmente.

En las últimas décadas, la Neurociencia ha ayudado a comprender cómo se produce en nuestra mente la experiencia espiritual. Los conocimientos psicoanalíticos nos ayudan a comprender el mundo afectivo inconsciente y su proceso evolutivo nos abre posibilidad de investigar y acercarnos al itinerario de las experiencias espirituales.  

El ser humano se acerca a la realidad espiritual en un proceso evolutivo, proceso que manifiesta la vida, que late y que origina la vida, es creador y novedoso. La vida tiende a la unidad a partir de la diversidad.

La realidad que late en la espiritualidad, así como el destino del proceso espiritual, es un misterio inefable que escapa a la categoría de espacio y de tiempo y solo nos cabe poderlo intuir.

La espiritualidad se refiere a una vivencia humana que apunta a una realidad no empírica pero que es. Podemos tener conocimiento de ella pero no podemos conocer lo que es en sí misma.

La espiritualidad en occidente, especialmente la cristina, pone el acento en el amor a la alteridad que tiende al misterio de la unión de amor místico. 

Los seres humanos no viven sólo atentos a sus necesidades de supervivencia, sino que tienen “necesidades innecesarias” que tiende a la trascendencia, lo que diferencia a la especie humana de los demás primates.

Existen estudios neurológicos que tratan sobre la emergencia del yo y la conciencia de sí mismo en la especie humana (A. Damasio, 2010), sobre los fundamentos neurofisiológicos de las experiencias espirituales (F.J.Rubia, 2004), sobre el conocimiento del cerebro humano y la trascendencia (R.M. Nogués, 2007, 2011) que  nos ayudan en el conocimiento  de la espiritualidad.  

La progresión evolutiva del hecho vital, la vida, se manifiesta en todas las dimensiones; la creativa, la artística, la científica, etc. La dimensión espiritual se especifica por su orientación hacía lo que va más allá de la autosatisfacción individual, de captar lo incompleto de la vida humana y va a favor de la satisfacción en una realidad que le trasciende. Esa realidad que se conoce como Misterio.

El núcleo en el que se basa psicológicamente la experiencia espiritual no reside en la racionalidad consciente sino en los aspectos afectivos y emocionales del mundo inconsciente que no son ajenos a la inteligencia creadora.    

Según Thierry de Saussure (1989), considera que la experiencia religiosa y la experiencia psicoanalítica comparten algo común entre ellas. No comparten el sujeto sino el predicado, Dios en lo religioso, algo inefable, que no puede ser conocido. En lo psicoanalítico el predicado es el “inconsciente”, inagotable en su compresibilidad. El predicado en ambos casos es “inalcanzable”. 

El pensamiento de algunos psicoanalistas europeos, en las últimas décadas, nos aporta ideas que enriquecen la relación entre lo inconsciente y la espiritualidad. Los conceptos de W.R. Winnicott, “objeto transicional” y “espacio potencial” se pueden relacionar con la idea inefable de Dios y con la espiritualidad. Los conceptos de W.R. Bion de “confianza  básica” y “experiencia mística” pueden relacionarse con la idea de Dios, Fe y Experiencia mística espiritual. También se interesaron por la espiritualidad autores como Karen Horney, Ericsson, Erich Fromm, Ana-Maria Rizzuto y W. Meissner.  

Para el autor, hoy en día es un hecho admitido que toda experiencia, por sublime o espiritual que sea, les vivida a través de la mente, de nuestro cerebro

Desde el modelo psicoanalítico, consideran que el proceso de desarrollo psicológico evolutivo y madurativo es similar al proceso psicológico del desarrollo madurativo espiritual, si bien con objetivos y finalidades distintas.

La experiencia espiritual se desarrolla mediante elementos  simbólicos religiosos, que son expresiones psicológicas que están ya presentes en las primeras fases de  la    vida humana.  Este proceso es un continuum   con fases    evolutivas,   con   características fenomenológicas análogas, tanto en los aspectos saludables como en los patológicos. En ambos   casos,  el  crecimiento  madurativo es asintótico  y   nunca  se llega a la perfecta  maduración.

 

La maduración espiritual se gesta en el tránsito de las relaciones egocéntricas a las relaciones de alteridad, a través de los consiguientes procesos de duelos elaborados.

Generalmente, en el proceso    madurativo    espiritual,    suelen    distinguirse tres momentos evolutivos, que en la cultura cristiana se conocen como fase purgativa o de purificación; vía iluminativa; y vía unitiva. En el proceso evolutivo psicológico podemos señalar las posiciones  (desde la teoría de M. Klein) llamadas posición esquizo-paranoide   y   posición depresiva.

 

FASES

 

ESPERITUALMENTE

PSICOANALÍTICAMENTE

PURGATIVA

Superar y liberarse de deseos interiores que nos someten, tentaciones  que apartan del amor a Dios y a los demás.

Desde la posición esquizo-paranoide hay ansiedades y terrores en las relaciones primarias. Dios puede ser visto como amenazador , originando ansiedades persecutorias.

ILUMINATIVA

Se consciente del egoísmo que aparta del amor a los demás. El deseo es entrar en el conocimiento de la realidad amorosa de Dios y del prójimo.

En la posición depresiva se alcanza la relación de “objeto total”, esta etapa se corresponde con la capacidad de elaborar duelos y desarrollar capacidades creativas, pasar del egocentrismo a la alteridad.

UNITIVA

Capacidad de desarrollo espiritual en la relación de amor a la alteridad. Se entra en la dimensión del amor unitivo, de la experiencia mística, del misterio

Estaría en la dimensión depresiva. En una realidad que trasciende las dimensiones espacio-tiempo pero existe la capacidad de intuir una realidad que no siendo de orden material no solo existe sino que es.

 

La espiritualidad es manifestación de vida. Puede ser que no captemos su existencia ya que se fragua en nuestro mundo interior, inconsciente, con marcado acento afectivo- emocional. La vida se manifiesta en la salud y en la espiritualidad.

La espiritualidad sería el potencial vital de desarrollo que se orienta a una dimensión que, partiendo de la incompletud del ser humano, apunta a una realidad que trasciende la realidad física. 

                                                                                  Sevilla, 22 de octubre de 2020

                                   Artículo publicado en Temas de Psicoanálisis. Núm.10-Julio 2015

                                   Resumido por Mª Luisa Barrero

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