martes, 4 de mayo de 2021

Lectura actualizada del Génesis

 

 

COSMOGÉNESIS

Nota: Ofrecemos esta original y curiosa narración desde la aceptación de la Evolución y aproximación a los datos de las ciencia. (!os gustará¡)

OTRA FORMA DE REDACTAR EL GÉNESIS

 Y dijo Dios”

He aquí un asunto que conviene matizar. En realidad, Dios no “dijo”. Dios no “habla” en el

sentido humano que le damos a esta palabra. Dios no tiene pulmones, garganta, lengua y

labios como tenemos las personas que hablamos. Ni “habla” español, inglés, árabe o guaraní.

Entiéndase el lenguaje metafórico. Ni la frase “Y dijo Dios” ni otras muchas que se refieren

al Creador hay que tomarlas en sentido literal. Quedémonos con su significado hondo: Dios,

en tanto que fundamento de todo, tuvo la “voluntad”, la “intención” de poner en marcha y

acompañar este formidable despliegue que es el universo. La manera de expresarlo es algo

secundario, y siempre será limitada y estará condicionada por nuestros lenguajes humanos.

Está bien intentar formular con palabras –y este texto es solo un balbuceo de ello– lo que

en el fondo sigue siendo un misterio. Los humanos somos seres de palabra, necesitamos

las palabras, porque estas, más allá de su función referencial, tienen la capacidad de

introducirnos en una dimensión simbólica, metafísica y poética. Y todo eso es necesario

para captar, siquiera mínimamente, la profundidad de lo real. Es bueno intentar comprender

la realidad divina con nuestra limitada inteligencia, sabiendo que ese misterio fundante

que llamamos Dios siempre estará mucho más allá de lo que podamos intuir o formular.

 

En el principio, todo estaba en el mismo punto. Toda la energía, la materia, los conocimientos, las emociones, los amores, los suspiros…

Todo estaba inmensamente concentrado en un punto. Hasta que Dios dijo: “¡Venga, que empiece todo!”. Y así fue. Y todo comenzó a expandirse a una

velocidad inimaginable. Y surgieron las primeras micropartículas. Y poco después, ¡zas!, aparecieron los protones, los neutrones y los átomos, como resultado      

de la energía tremendamente concentrada de sus partículas en vibrante movimiento.¡Apareció la materia! Porque la materia, también esa de la que

estamos hechos cada uno, es en esencia energía concentrada y en relación. ¡La materia está hecha de energía en relación! Según los científicos, eso sucedió

hace unos 13.700 millones de años. De ese punto de energía inmensamente concentrada fueron surgiendo las nubes de materiaincandescente, las galaxias y las

estrellas, que al principio solo eran enormes masas ardientes de hidrógeno y helio. Y aunque todo aquello podía tener una apariencia caótica,

en realidad todo estaba finamente ajustado.

La intensidad de la primera explosión (si es que podemos hablar de “explosión”) fue la justa para hacer posible el

desarrollo del universo. Si hubiera sido un poco mayor, la energía se hubiera disipado sin haber formado galaxias y estrellas; si hubiera sido un poco menor,

al cabo de un tiempo todo se hubiera vuelto a concentrar, colapsando la evolución del cosmos. Y lo mismo podemos decir de las fuerzas nucleares,

electromagnéticas y gravitatorias que dan cohesión a la energía y a la materia: el “ajuste” de cada una es tan sutil que una pequeña variación en sus constantes

haría imposible el universo tal como lo conocemos.

Un universo en el que todo está intrincadamente conectado. Cuanto más profundizan los científicos en los secretos de la materia y los astrónomos en los

orígenes del universo, más desconcertados se quedan ante lo que parece un pozo sin fondo de conexiones armoniosas, inabarcablemente complejas,

entrelazadas en un equilibrio desconcertantemente bien tramado, un “ajuste fino”,asombroso e inconcebible.

Y dijo Dios: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”.

Y así fue. Algunas de esas estrellas, al cabo de mucho, mucho tiempo, fueron encogiéndose cada vez más hasta… ¡explotar de nuevo!, convirtiéndose en lo

que los astrónomos han llamado “supernovas”. Y estas “estrellas de segunda generación”, al explotar, hicieron surgir elementos más pesados, como el hierro,

el fósforo, el calcio, el magnesio… Si nosotros tenemos esos elementos en nuestro cuerpo, es porque alguna vez, hace mucho, mucho tiempo, aparecieron en el interior de una supernova. Realmente, somos “polvo de estrellas”…

Una de esas estrellas es nuestro sol, surgido hace aproximadamente cinco mil millones de años. No quiere decir que justo hace ese tiempo apareciera

el sol en el universo –ya sabemos que fue un lento proceso–, sino mil millones de años, ya podemos hablar de un sol propiamente dicho, con nubes de

materia incandescente girando alrededor.

Y dijo Dios: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”.

Y así fue. El proceso de evolución del universo siguió su curso, de forma que tenemos que dejar pasarunos 500 millones de años para que podamos hablar

 de la creación de nuestro planeta. En esos tiempos la Tierra, que hasta entonces había sido una bola de fuego en torno al sol,tenía ya una corteza sólida.

Entonces “la Tierra era caos y confusión…”,un caos de fuego con una corteza sólida cada vez más gruesa, un magma de rocas surgiendo de las

profundidades de forma violenta o progresiva (todavía hoy los volcanes nos recuerdan aquellos tiempos). Con una atmósfera desprovista de

oxígeno, cargada de vapor de agua y de CO2. Un auténtico horno…

Pero la Tierra conocería un destino singular, el que le dio la presencia del agua. A la distancia justa del sol –ni demasiado cerca ni demasiado lejos–, el agua

 podía manifestarse en sus tres formas conocidas: líquida, sólida y gaseosa. Y en un planeta ardiente que se va enfriando poco a poco, el vapor de agua, presente

en la atmósfera, fue cayendo sobre la superficie de los continentes en forma de lluvia. Así se fueron formando los ríos y los océanos…

El agua va arrancando minerales de las rocas y, así, poco a poco, el agua de los océanos se carga de sal.

Y dijo Dios: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”

la corteza terrestre –ochocientos millones de años, ¡casi nada!–,aparece un fenómeno que nos deja maravillados: ¡la vida! Las primeras bacterias –células procariotas, sin núcleo, o procariontes–, capaces de autorreproducirse, que se alimentan del calor de la tierra y del agua.Todavía hoy nos preguntamos

cómo fue posible la aparición de la vida en la Tierra. ¿Fue una intervención directa de la acción creadora de Dios? ¿Se podría explicar con causas físicas?

Algunas teorías intentan dar una respuesta comprensible. Podría ser que la vida se originara en alguna playa tropical, debido a la combinación del agua

salada templada, el movimiento de las mareas (en esto la vida en la tierra tendría mucho que agradecer a la luna) y alguna que otra tormenta eléctrica… Sea

como fuera, quedémonos con la dimensión asombrosa y maravillada. Todo empieza por el asombro…

Y, tras la aparición de la vida en la Tierra, dijo Dios: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”.

Y en algún momento apareció un nuevo tipo de bacterias –llamadas cianobacterias– con la capacidad para volverse hacia la luz del sol para tomar su calor.

Son el origen de todas las especies de plantas, acuáticas y terrestres. Y, por tanto, están en el origen de la fotosíntesis, ese fenómeno prodigioso que utiliza

la luz del sol para convertir la materia inorgánica en orgánica, rompiendo la molécula de CO2 de la atmósfera, capturando carbono y liberando oxígeno…

EL MILAGRO DE LA VIDA

A estas alturas de nuestra trama  cósmica, en nuestro planeta ya se distingue la tierra firme de los océanos. Y es precisamente en ellos donde mucho, mucho

tiempo después de que se solidificara Y así, estas cianobacterias y sus fueron cambiando la atmósfera del planeta. ¡Fue lo viviente, la vida, lo que cambió la atmósfera de la Tierra! Y así, durante mucho,mucho tiempo, la atmósfera fue transformándose y haciéndose más favorable a otras formas de vida.

Si una de estas minúsculas bacterias, cuya vida se reducía a unas pocas horas o días, hubiera tenido conciencia, tal vez se hubiera alzado hacia lo alto y

exclamado: “¡Dios!, ¿cuál es el sentido de mi vida?”. Y Dios tal vez le hubiera respondido (entiéndase el género literario): “¿El sentido de tu vida? Hacer que la atmósfera de tu planeta se vuelva un poquito más respirable para los que vendrán después de ti. ¿Te parece poco? ¡Cuento contigo para ello!”. ¡Qué hermoso sentido para una vida! Contribuir a que este planeta sea un poquito mejor para los que vendrán después de nosotros. Contribuir, siquiera un poquito,

a que este sorprendente y maravilloso proceso de cosmogénesis llegue a su culminación.

Y ante la respuesta de las criaturas, dijo Dios: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”.

Durante mil quinientos millones de años –¡eso es mucho, mucho tiempo!–, las bacterias y otros procariontes fueron la única forma de vida sobre la Tierra.

Hasta que sucedió algo increíble, porque la vida siempre nos sorprende: aparecieron en los océanos las células eucariotas, con un núcleo donde conservar la información genética. La vida manifiesta así una asombrosa tendencia a hacerse cada vez más compleja. Un salto evolutivo que resultaría decisivo.

Algunos de estos organismos unicelulares heredaron de las cianobacterias la capacidad de tomar la luz del sol y romper las moléculas de CO2.

De esta manera, el aumento lento y progresivo de la proporciónde oxígeno en la atmósfera no solo la hizo más respirable para organismos más evolucionados,

sino que también contribuyó a la formación de una capa de ozono que resultaría vital para el desarrollo de la vida, al retener los dañinos rayos ultravioletas

del sol. Y, nuevamente, ese no fue un proceso geológico sino biológico, el resultado de trillones de microorganismos vivos durante mucho, mucho tiempo, reteniendo carbono y liberando oxígeno…

Y, una vez más, dijo Dios: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”.

Y seguimos, poco a poco, muy poco a poco, asombrándonos del tiempo que llevó preparar las condiciones óptimas para la vida en la Tierra…

Realmente, quien planeó todo esto lo hizo con enorme cuidado, muchísima inteligencia e infinito cariño. Sí, todo se hizo a su ritmo, todo llevó su tiempo.

Y vio Dios que tenía que ser así. Y que todo era bueno.

 

SALTOS EVOLUTIVOS SORPRENDENTES

Durante mucho, mucho tiempo (unos dos mil millones de años, se dice pronto), la única forma de vida en la Tierra fueron los seres unicelulares. Hasta que

la vida, siempre sorprendente, manifestaría un salto evolutivo revolucionario: los organismos pluricelulares. ¡Seres vivos formados por más de una

célula! Pero, ¿a quién se le podía ocurrir un concepto semejante? Hasta entonces, la vida había sido tremendamente uniforme: un individuo, una célula.

Cada célula, un organismo individual que se reproduce originando células idénticas. ¿Cómo fue que un conjunto de células se organizan creando

tejidos y órganos? Y al margen de la pregunta por el cómo, ¿qué necesidad tenían de dar ese salto evolutivo? Qué les llevó a hacer una cosa así?

Imaginémonos un reportero que viajara a esos tiempos, micrófono en mano, y que le preguntara a uno de estos primeros seres pluricelulares:

“Disculpe, he venido de muy lejos para observar de primera mano este fenómeno sorprendente. Después de dos mil millones de años en que cada ser vivo

en este planeta se correspondía con una célula, ¿cómo es que un conjunto de células han sido capaces de formar algo nuevo tan original? ¿Qué les

llevó a intentar una cosa así? ¿Ha sido fortuito o estaba planeado? ¿Qué dificultades han tenido en este emprendimiento? ¿Ha habido prototipos

fallidos antes de este éxito evolutivo? ¿Cómo…?”. Y,haciendo nuevamente un ejercicio de imaginación, escuchamos una aguda vocecilla por respuesta:

“Ya ve usted.La vida, que no sabe estarse quieta…”.¡La vida, que no se está quieta! Todavía podemos imaginarnos a nuestro asombrado reportero, antes

de cerrar el micro, hacer una última pregunta: “Y ahora que han sido capaces de dar este salto, ¿qué nuevos proyectos tienen previstos?”. Pero ya su

interlocutor ha desaparecido entre las aguas del mar… No necesitamos escuchar la respuesta de nuestro imaginario prototipo pluricelular. A partir de

estos momentos, parece como si hubieran disparado un pistoletazo de salida para la experimentación de nuevas formas de vida… Porque descubrimos

que la energía tiene tendencia a formar materia. Y la materia tiene tendencia a autoorganizarse en elementos y formas cada vez más complejos. Y

la combinación de formas complejas de materia con la energía y otras circunstancias favorables tienen tendencia a generar vida. Y la vida tiene tendencia

a hacerse cada vez más compleja y bio-diversa

Y, en medio de tanto derroche decreatividad, dijo Dios: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”.

Y así fue. En algún momento de esta sorprendente evolución surge una nueva revolución: ¡la reproducción sexual! Hasta entonces, los individuos eran

idénticos a sus progenitores. Con la reproducción sexual, cada ser vivo incorpora información hereditaria de una madre y de un padre, con lo que las

posibilidades de combinación genética se disparan… La vida nuevamente mostrando su imparable proceso de diversificación.

Y nuevamente nos preguntamos: ¿pero a quién se le podía haber ocurrido una cosa así?Y algo más: con la reproducción sexual aparece

por primera vez en la historia  de la vida en la Tierra la necesidad de encontrar otro ser para reproducirse, un individuo de la misma especie pero

biológicamente distinto y complementario. Aparece en la Tierra la necesidad de los seres vivos de buscarse,cortejarse, encontrarse y unirse…

Y eso también está muy bien.

A partir de la reproducción sexual de los seres vivos, el proceso de biodiversificación se acelera. Apenas 110 millones de años después de la aparición

 de los primeros organismos pluricelulares, ya vemos en los océanos los primeros seres vivos con algo parecido a una espinal dorsal. Son los

antecesores de los primeros peces. Y la vida no se detiene en su impresionante proceso creativo. Nuevamente le esperaba otra gran sorpresa a la historia

de este planeta, un nuevo salto evolutivo. Hasta entonces todos los seres vivos eran acuáticos. La mayor proporción de oxígeno en la atmósfera, junto

a la formación de la capa de ozono, que llevó mucho, mucho tiempo, hicieron posible que, “tan solo” cincuenta millones de años después de la aparición

de los peces, ya podamos ver sobre la superficie terrestre seres vivos pluricelulares. Y, a partir de entonces, la vida sobre la Tierra se fue haciendo cada

vez más diversa, multiplicándose las especies. Realmente, quien ideó todo esto lo hizo con una creatividad desbordante. Verdaderamente, ¡qué historia

más bonita! El universo es hermoso no solo en el espacio; también en el tiempo, como proceso en evolución, como argumento genial, como un “drama

cósmico” emocionante que se desarrolla a lo largo del tiempo.

Y, ante tanta belleza evolutiva, dijo Dios: “¡Esto está muybien, vamos a por más!”.

La multiplicación de las especies se produjo a lo largo de mucho tiempo, pero comparativamente hablando respecto al tiempo que llevó la formación

de las estrellas, de los planetas, la Tierra con su corteza sólida, el agua, la aparición de las bacterias, la lenta purificación de la atmósfera, la formación

de la capa de ozono…

Comparando con todo eso, una vez que la vida empezó a manifestar su tendencia a diversificarse, la biodiversidad puede compararse a una explosión

de vida… ¡Una fiesta!… Y un formidable espectáculo de creatividad: arácnidos, insectos, anfibios, reptiles, aves… ¡y dinosaurios! Sí. Hubo un tiempo

en que la superficie de la Tierra estaba dominada por estos enormes animales que imaginamos terribles.Y, prácticamente al mismo tiempo, descubrimos

unos pequeños agujeros en la tierra, que son madrigueras de los primeros mamíferos, unos nuevos y minúsculos animales parecidos a los ratones.

 

LA APARICIÓNDE LAS EMOCIONES

Los mamíferos incorporan a la evolución dos hechos sorprendentes. El primero es un cerebro límbico. Además del cerebro “básico” de reptiles y aves,

el de los mamíferos tiene una capa añadida donde se procesan las emociones. El segundo es el amamantamiento de las madres a sus crías. Las dos cosas

hacen que la relación de las madres con sus retoños incluya una nueva componente que, aunque todavía sería pronto para llamarla así, podríamos denominar “afectiva”. ¡Qué abismo de sabiduría y de creatividad! ¡Qué derroche de generosidad! La vida siempre sorprendiendo, haciéndose cada vez más compleja,

biodiversa y maravillosa… Y ahora, con la aparición de los mamíferos, también cada vez más afectiva, tierna y emotiva.

Y dijo Dios: “¡En verdad, esto está pero que muy bien! ¡Venga, vamos a por más!”.

Y así fue. Cuando apenas quedan 120 millones de años hasta el día de hoy, tiene lugar otro precioso salto evolutivo: ¡las flores! Y con ellas, ¡la Tierra se

llena de colores! Sí, por increíble que parezca, hasta entonces no existían plantas con flores. A partir de aquí, surge una nueva manera de reproducción

vegetal en la que participan los insectos. Estos se benefician del néctar de las flores y las plantas los utilizan para la polinización. Y uno no deja de preguntarse:

¿qué fue primero, las plantas con flores que necesitan a los insectos para reproducirse, o los insectos polinizadores que necesitan las flores para alimentarse? ¿Cómo fue eso? Y,de nuevo la pregunta de fondo: ¿qué necesidad había? ¿Qué es lo que llevó a poner en marcha un salto evolutivo tan asombroso? “Ya ve usted. La vida, que no sabe estarse quieta…”. En cualquier caso, ¡qué maravilla! ¡Pero qué idea más genial la de inventar las flores! Realmente, el Creador de todo esto lo ha hecho con infinita inteligencia, sensibilidad y creatividad… Y, sin duda, con infinito amor… Pero el destino iba a cambiar drásticamente el desarrollo de los

acontecimientos. Hace unos 65 millones de años, un meteorito de gran tamaño y velocidad se precipitó sobre sobre la Tierra. Durante años, el polvo que levantó aquel fenomenal impacto cubrió el cielo, impidiendo a los rayos del sol llegar a la superficie terrestre. Fue un auténtico  cataclismo. Muchísimas especies

vegetales y animales desaparecieron.Una extinción masiva de especies, entre ellas la de los dinosaurios. ¿Buena suerte, mala suerte? ¿Fue bueno, fue malo para la vida en la Tierr a? ¿Quién sabe? La naturaleza siempre es más sabia. La extinción de los dinosaurios propició el desarrollo de los mamíferos, que podían así

crecer y multiplicarse sin la amenaza de sus anteriores depredadores. Y no solo crecen en número, también en diversidad y complejidad, dando lugar a una

nueva multitud de especies: marsupiales, roedores, felinos, primates… ¡hasta murciélagos! (Hoy contamos ¡más de mil especies diferentes de murciélagos!).

Y la vida continuó haciéndose cada vez más compleja, biodiversa, preciosa y emocionante. Y Dios siguió enviando su Espíritu y renovando la faz de la Tierra: “¡Esto está muy bien, vamos a por más!”.

Y así fue. Apenas ocho millones de años antes de que esta historia pudiera ser contada, descubrimos los primeros homínidos sobre la Tierra. Los primeros seres que, además de la capacidad de ternura y afecto, empiezan a ser conscientes. Losprimeros seres que se levantan sobre sus patas traseras, levantan la vista

al cielo estrellado y descubren la capacidad de admiración: “¡Guau!”.

 

Hasta que, hace apenas doscientos o trescientos mil años, aparece sobre la Tierra una especie llamada homo sapiens/demens, el ser humano, sabio y necio a la vez, nuestra especie, la única especie animal que conocemos que es capaz de asombrarse, reverenciar y pronunciar con los labios: “¡Loado seas, mi Señor!”. En nosotros, la Tierra se hace consciente, se hace amorosa.  Somos la Tierra que siente, la Tierra que canta, la Tierra que ama… Y aquí estamos. En esta historia de

miles de millones de años, nosotros llevamos “tan solo” unos doscientos mil años. Y, realmente, de todo ese tiempo, la mayoría sobreviviendo en minoría, cazando, recolectando y defendiéndonos de las adversidades.  Hasta que hace diez mil años –¡un lapsus minúsculo en términos astronómicos!–, gracias a un clima

más benigno, el homo sapiens/demens se asienta y descubre que puede cultivar la tierra. Aparece la agricultura. Y la cultura. Y las culturas.Y las naciones.

Y las religiones…Han sido necesarios cinco mil millones de años desde que la Tierra era una bola de fuego para que aparecieran en ella unos seres inteligentes

y sensibles capaces de contar esta historia. Y lo más sorprendente: los científicos nos dicen que el sol está aproximadamente en la mitad de su vida. ¡Aún le quedan otros cinco mil millones de años, la mayor parte de ellos enviando radiación benéfica a la Tierra (luego ya se pondrá insoportable)! ¿Qué sabemos de lo

que nos espera dentro de, pongamos, “tan solo” un millón de años? Esto nos ayuda a darnos cuenta de que, en el tiempo, como especie, somos una insignificancia. “Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato”, escribía

un salmista hace tiempo. Y esto nos hace ser necesariamente humildes. La vida del ser humano es un soplo, un abrir y cerrar de ojos en el conjunto del tiempo. Y

nuestra presencia en el universo como especie, seguramente también. ¿Vamos a seguir pensando que somos el culmen de la Creación y que todo ha sido creado para nuestro beneficio? Humildad,humanos, humildad…

 

¿CÓMO CONTINUARÁ

ESTA HISTORIA?

El proceso de cosmogénesis observado hasta ahora nos hace intuir que el universo camina hacia estadios cada vez más complejos, evolucionados ysorprendentes… Aunque, en realidad, no lo sabemos. Pero precisamente el que un relato tenga final abierto es lo que hace que nos entusiasme. Si conociéramos de antemano el

final, no tendría ningún interés. Si el destino del universo estuviera ya prefijado, ¿qué pintamos nosotros aquí? Pero el que tenga un final abierto es, justamente, lo que hace que nuestra vida, como la de cada una de esas antiquísimas bacterias, tenga sentido: podemos contribuir –¡o no contribuir!–, siquiera un poquito, a dejar este mundo en mejores condiciones de como lo hemos encontrado, a que este designio que apenas vislumbramos camine o no hacia su culminación. Y, dicho en lenguaje religioso , ¡Dios cuenta con nosotros para ello! Dios nos ha confiado este maravilloso planeta en este preciso momento de su devenir para que lo

cuidemos y lo protejamos, para que pueda seguir avanzando hacia su “punto Omega”, hacia el “Cristo cósmico”, como lo llamaba Teilhard de Chardin.

En verdad somos la Tierra que siente, que canta, que ama… pero también somos, en este momento, sus custodios, los jardineros responsables a quienes se

nos ha encomendado su cuidado. ¿Cómo continuará esta historia? En el corto plazo, sabemos que se avecina una nueva extinción masiva de especies, un nuevo cataclismo climático; esta vez no provocado por un meteorito, sino por la insensatez de nosotros, los seres humanos capaces de alterarlo todo en muy

poco tiempo y frustrar un proceso que ha necesitado miles de millones de años para llegar hasta aquí.

Seguramente a esta historia le queden todavía muchos capítulos imprevisibles. El universo es precioso no solo en su plasticidad material, sino también en su inefable devenir. Tendremos que esperar al final de este maravilloso proceso para poder leer con feliz admiración el misterio del universo. Tal vez, tan solo

Cuando lleguemos a su final, como cuando cerramos  la última página de una novela emocionante, podremos dar un  profundo suspiro  y exclamar:“¡Guau, qué

historia más bonita!”.

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