martes, 16 de noviembre de 2021

 

Extracto del cuadernillo de Cristianismo y Justicia:

“CÓMO PENSAR EL CAMBIO HOY

APUNTES Y PROPUESTAS PARA EL COMPROMISO”.

(Aportado por Reyes)

 

Rasgos que caracterizan este “cambio de época”

En primer lugar, hay que resaltar el fin del llamado “contrato social”, un pacto tácito entre capitalismo industrial y trabajo que dio forma a los llamados “estados del bienestar”. Mediante este se otorgaba al Estado un papel redistributivo y corrector de la desigualdad generada por la economía de libre mercado, a través de un sistema fiscal de tipo redistributivo y el despliegue de políticas sociales dirigidas a establecer una serie de derechos sociales considerados de carácter universal. Este marco que otorgaba al Estado una suerte de contrapoder ha ido derivando progresivamente –y más aún a partir de 2008– en un proceso marcado por los recortes en gasto social, por la privatización y la mercantilización de sectores hasta entonces públicos y por la imposición de políticas de austeridad.

 

En segundo lugar, cabe señalar el «divorcio entre poder y política» de los últimos decenios, en palabras de Zygmun Bauman.

En el contexto de la globalización, el Estado nación ha sido incapaz de controlar y regular la actividad financiera promovida por unos mercados que operan en el orden global y en los que el crédito y la deuda se convierten en dispositivos disciplinadores hacia los países. En consecuencia, esto ha producido una asimetría creciente entre la esfera reguladora del Estado y el marco de actuación del poder financiero. O, dicho de otro modo, entre una política que sigue jugándose en el obsoleto mapa de los Estados nación y el desplazamiento del poder hacia unas esferas financieras que operan en el plano global. En palabras de Bauman: «Hoy tenemos un poder que se ha quitado de encima a la política y una política despojada de poder. El poder ya es global; la política sigue siendo lastimosamente local»13. Y es precisamente la crisis de las instituciones atrapadas en un contexto aún territorial o nacional lo que está en la base de fenómenos como la emergencia de las retóricas identitarias o nacionalistas mencionadas anteriormente.

 

En tercer lugar, la globalización ha facilitado la movilidad de capital y que estas grandes corporaciones busquen mano de obra más barata que permita rebajar los procesos de producción. Las deslocalizaciones industriales han supuesto un proceso de industrialización de los países del Sur, a la par que la desindustrialización –al menos parcial– de muchos países del Norte, lo que ha desembocado de facto en una «división internacional del trabajo»14. Todo ello ha llevado a un aumento del desempleo y a un cierto proceso global de igualación a la baja de los salarios, del poder adquisitivo y de las condiciones sociales entre los países occidentales y los emergentes.

 

Por último, debe destacarse cómo todos estos procesos han ido acompañados del triunfo de un pensamiento neoliberal, cuyo relato puede resumirse en pocas palabras: individualismo, libertad de mercado y estado mínimo.

¿Qué hacer? Un paseo por algunos posibles espacios para trabajar por el cambio social.

 

En un mundo que está sufriendo profundas transformaciones y en un contexto que a veces puede invitar al desánimo ante sufrimientos y circunstancias que nos desbordan, vale la pena ahondar en ofrecer algunas pistas para la reflexión que animen a trabajar en la construcción de una realidad más esperanzadora.

 

    La dimensión personal

 

El auge del neoliberalismo ha comportado que su visión del mundo se haya convertido en hegemónica en el ámbito cultural, con un marco de pensamiento cuyo relato se basa en pilares como una política subordinada a la economía, una mirada economicista, un individualismo exacerbado o la exaltación del hiperconsumo.

Ante esta realidad, que además se nos presenta negando la existencia de otras posibilidades, cabe preguntarse cómo podemos situarnos y qué podemos hacer para abrir los límites de lo posible adoptando una mirada crítica, pero esperanzada sobre la realidad, y afirmar, como decía el poeta Miquel Martí i Pol, que «todo está por hacer y todo es posible». Para ello, a continuación ofrecemos una serie de pistas.

1.     Cultivar una mirada crítica hacia la realidad

Ello tiene que ver con la necesidad de desarrollar una conciencia crítica hacia nuestro mundo, que pretenda tener una mirada interconectada entre la dimensión global y lo que ocurre en el plano más local, así como una mirada globalizadora y no fragmentada a la hora de analizar los fenómenos sociales.

Si miramos el telediario de cualquier cadena observamos cómo se nos presenta una sucesión de piezas fugaces que hablan de acontecimientos inconexos y superpuestos, no exentos de su dosis de morbo y de espectacularización. El relato resultante de esta forma de presentar las cosas es una mirada fragmentada y dispersa que banaliza la realidad, no permite un análisis profundo de las causas que están detrás de cualquier acontecimiento y no establece interrelaciones entre los diferentes fenómenos. Así, la llegada masiva de refugiados a Europa, por ejemplo, se presenta totalmente ajena a los conflictos bélicos en Oriente Próximo y a los posibles intereses de carácter geopolítico que pueda haber detrás de estos conflictos.

Además de esta mirada fragmentada, hallamos múltiples temas que rara vez son noticia en los grandes medios de comunicación como, por ejemplo, los relacionados con los negocios de venta de armas, con la distribución de la riqueza en el mundo, con los paraísos fiscales o el volumen de economía sumergida ni con la relación de las grandes empresas con el fisco.

Por ello, un primer paso individual para cultivar una conciencia más informada y crítica pasa por buscar información alternativa alejada de la que aparece en los medios de comunicación de masas controlados por grandes grupos de poder.

 Estos medios de comunicación, muchos de ellos digitales y algunos especializados en temáticas concretas, nos proporcionan información crítica oculta muchas veces invisibilizada en los medios de masas, como por ejemplo conflictos olvidados, información relacionada con las condiciones laborales o ambientales de la producción de algunas empresas o llaman la atención sobre fenómenos que tenemos normalizados (como las personas que mueren en el Mediterráneo intentando migrar). De esta forma, estas iniciativas tratan de llevar a cabo un acercamiento más sosegado y profundo que vaya a las causas de los acontecimientos sin dejarse llevar por la lógica de la inmediatez, y que proponen otro acercamiento a la realidad.

2.      Avanzar hacia un consumo más responsable

El consumo es una excelente herramienta para pensar sobre cómo nuestros hábitos conectan con otras cuestiones más globales de carácter social, laboral o ambiental. Para ello, es fundamental que cuando vayamos a comprar no tengamos en cuenta únicamente el precio e intentemos pensar e informarnos sobre las condiciones laborales, sociales y ambientales que están detrás de cada producto.

Y es que es importante tener en cuenta que cada vez que compramos estamos optando de alguna manera por un determinado modelo económico, social y ambiental, lo que nos debería hacer más conscientes de nuestras elecciones cotidianas. Así pues, con nuestras compras, podemos penalizar a aquellas empresas que ejercen prácticas que no concuerdan con nuestros valores o favorecer aquellas iniciativas que actúan de acuerdo a ellos.

Una mirada desde esta óptica convierte al consumo en una herramienta útil para la transformación social y ayuda a tomar conciencia sobre la importancia de nuestros hábitos, para avanzar hacia una forma de vida más sobria, sencilla y coherente con nuestros valores. Para ello, son diversas las acciones que podemos realizar como reducir el consumo a lo necesario; reciclar y reutilizar objetos; o reducir al máximo el desperdicio de alimentos o los residuos generados. Otra posibilidad pasa por apoyar con nuestras compras a proyectos que siguen criterios enmarcados en el ámbito de un consumo responsable acorde a valores éticos, a la solidaridad con los excluidos de la “mano invisible del mercado”, y que tenga en cuenta el impacto medioambiental. Afortunadamente, en los últimos años, se ha producido un fuerte crecimiento de este tipo de iniciativas.

Por otro lado, otra posibilidad de actuación pasa por probar y buscar otras formas de aprovisionamiento que vayan más allá del mercado, dado que el abastecimiento de productos o servicios realizados por uno mismo (ropa, alimentos u otros objetos), además de suponer un ahorro económico, permite descubrir y potenciar talentos propios y es una buena forma de avanzar en la simplicidad voluntaria. Finalmente, podemos preguntarnos sobre qué pasos podemos dar para extender algunas de estas prácticas a nuestro entorno de trabajo.

3.      Actuar de forma responsable a nivel fiscal

Desde los años 80, la política económica internacional ha estado dominada por la desregulación de los mercados financieros, vinculada al auge del capitalismo financiero. Desde el punto de vista fiscal, este proceso se ha traducido en un aumento de la evasión fiscal con la consecuente proliferación de numerosos paraísos fiscales y una política impositiva cada vez más regresiva, como han puesto de manifiesto diversos informes. Así, en el caso de España, el sindicato de Técnicos de Hacienda estima que la evasión y el fraude fiscal ronda los 60.000 millones de euros. De esa cantidad, el 72% de los impuestos no pagados corresponden a grandes fortunas y empresas (casi 43.000 millones de euros).

La combinación de la menor recaudación por parte de los Estados, el hecho de que el grueso de la evasión fiscal se concentre en las grandes fortunas y la existencia de una fiscalidad regresiva ha llevado a una erosión de los mecanismos de cohesión y equidad, y a un aumento de la desigualdad, lo que ha generado problemas de recaudación a los estados.

Por ello, todos estos factores deberían concienciarnos sobre la importancia que tiene el pago de nuestros impuestos para sufragar los servicios públicos básicos y para hacernos reflexionar sobre la necesidad de exigir un modelo fiscal más justo y basado en criterios de progresividad.

4.     Cultivar una mirada empática

Vivimos en una sociedad que rinde culto continuamente al individualismo posesivo y al hedonismo, a través de mecanismos como la publicidad o el consumo en un contexto marcado por la crisis de las utopías y un cierto vacío de sentido. Una sociedad en la que la presentación de la realidad llega a menudo de manera espectacularizada, como señaló el filósofo Guy Debord, y en la que frecuentemente se banaliza el dolor y el sufrimiento ajeno, en un momento, en el que los vínculos sociales se han debilitado notablemente y en el que la fragmentación social se extiende.

En este contexto, que invita a la indiferencia y a ser meros espectadores, corremos el riesgo de normalizar la pobreza, la exclusión social y otras situaciones marcadas por el dolor, y acercarnos a ellas desde la indiferencia. Para evitarlo, es necesario el cultivo de una mirada empática hacia el otro o, como afirma Jorge Riechmann, una «ética de la compasión como paso para construir una sociedad humana y justa». Básicamente, porque una mirada empática atravesada por una visión profunda hacia la injusticia, el empobrecimiento y el sufrimiento invita sin duda a nuestro descentramiento, lo que, a su vez, nos interpela por nuestros estilos de vida y nuestros compromisos. Para ello, puede ser muy útil la educación de lo que Rafael Díaz-Salazar denomina el “yo interior”, en tanto que paso fundamental para vincular progresivamente la dimensión interior y la dimensión política de la vida humana. Y es que, como señala, «la indiferencia y la pérdida de sensibilidad ante el dolor social y ecológico constituyen el cemento del consenso pasivo que hace posible la reproducción del desorden existente».

 

 

 

    La dimensión comunitaria

En la construcción de la transformación social, además de las acciones que podamos desarrollar en el plano individual de las que ya hemos dado cuenta, es fundamental construir iniciativas colectivas basadas en la cooperación.

 

En los últimos años, y especialmente tras la emergencia del 15-M, hemos asistido a una proliferación de múltiples proyectos de carácter comunitario en cierta medida como reacción de la sociedad civil ante la crisis financiera, la desconfianza hacia el plano institucional y como respuesta ante los recortes y el retroceso del Estado del Bienestar. Muchas de estas iniciativas han sido protagonizadas y generadas por diversos movimientos sociales, lo que supone, como señala Subirats, un giro en sus formas de actuación. Para él, los movimientos sociales ahora no canalizan su actuación únicamente en la presentación de demandas ante las instituciones, sino que también buscan dar respuesta directa a través de la realización de iniciativas y acciones que en muchos casos presentan un fuerte componente de innovación social.

Más allá de la utilidad concreta que tienen este tipo de iniciativas, hay que destacar que su valor es triple: son un espacio que permite afirmar desde la práctica que es posible realizar las cosas de otra manera; tienen un valor educativo importante en sí mismas; y, para las personas que forman parte de ellas, constituyen un espacio de socialización prepolítica con valores diferentes al individualismo imperante en un momento en el que existe una carencia de espacios de socialización contrahegemónicos.

 

Si hacemos un breve recorrido por las iniciativas de carácter comunitario que existen, en primer lugar podemos destacar aquellas propuestas que intentan ofrecer respuestas colectivas y con lógicas cooperativas a personas en situación de vulnerabilidad a partir de necesidades concretas y partiendo de la autoorganización y el apoyo mutuo. En este marco, podemos situar iniciativas como las asambleas de parados que han surgido: la denominada “obra social de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca”, y otras iniciativas asociadas a los desahucios; la Red de Solidaridad Popular; o algunas despensas solidarias o comedores solidarios creados a la luz de centros sociales, asambleas populares y otras iniciativas similares.

Una segunda línea de trabajo, quizás la más numerosa, está conformada por aquellos proyectos que tratan de constituirse en una iniciativa alternativa en sí misma y que se caracterizan en muchas ocasiones por su carácter innovador y creativo. Así, encontramos una enorme diversidad de iniciativas comunitarias que tratan de luchar contra la exclusión social, inspirándose en muchos casos en la economía social y solidaria, en el cooperativismo o en la denominada “economía colaborativa”. Ello sucede, por ejemplo, con prácticas como las monedas sociales y complementarias, los huertos comunitarios, las tiendas de ropa a coste cero o las redes de intercambio de servicios. O algunos equipamientos e infraestructuras como el cohousing, las cooperativas de vivienda en derechos de uso, la producción comunitaria de energía renovable de producción comunitaria o los medios de comunicación de carácter comunitario… Muchas de estas iniciativas beben de procesos colectivos, comunitarios o solidarios que se constituyen como verdaderos «ingenios de producción colectiva», como los denomina Ecologistas en Acción en la interesante y sugerente recopilación que realiza de estos.

En tercer lugar, cabe destacar y poner en valor el papel que en muchas ocasiones juegan algunas asociaciones vecinales, culturales y deportivas, las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos o algunas parroquias. Muchos de estos espacios son fundamentales para promover la cohesión y la inclusión social, y constituyen un espacio privilegiado para favorecer la convivencia y fortalecer el tejido social y comunitario. Algunos ejemplos interesantes serían el club de fútbol Los Dragones, en el barrio de Lavapiés (Madrid), que alberga en su equipo a jóvenes de más de 21 nacionalidades; la fiesta de Arroces del mundo del barrio de San Francisco (Bilbao),…

 

 

Sin duda, no es fácil el reto que tenemos ante nuestros ojos, pero como afirma Pedro Casaldáliga:

Es tarde pero es nuestra hora.

Es tarde pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer el futuro.

Es tarde pero somos nosotros esta hora tardía.

Es tarde pero es madrugada si insistimos un poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario