viernes, 13 de enero de 2023

Ivone Gebara: saber vivir en un mundo cambiante.

 

Ivone Gebara: saber vivir en un mundo cambiante.

 

Estamos en un mundo cambiante en que tenemos miedo a pensar. Pero debemos quitarnos el miedo y plantearnos muchas preguntas. Y entre ellas, las que más nos inquiera son las que se refieren a Dios o las que mencionan su nombre.

A Jesús el cristianismo lo llama “El Hijo Único de Dios” pero ¿de qué Dios es Hijo Jesús? ¿de qué Dios estamos hablando? Dios no es un concepto unívoco. No basta decir Dios, sino que hay que aclarar: ¿Qué realidad ponemos debajo de esta palabra? ¿Qué significa la palabra “Dios”?

Dos músicos argentinos, uno joven y otro viejo, llegan a un santuario y ven como los fieles devotos, hombres y mujeres, acarician un crucifijo con sus pies llenos de sangre y su cabeza con las espinas. El joven exclama “Yo no creo en nada de eso”. Y el viejo dice: “La fe en Dios expresa la pérdida de la fe en el ser humano”.

Y en mi opinión esto es terrible. Ciertamente cuando hablamos de Dios estamos hablando de nuestra finitud humana. Cuando ya no tenemos a quien pedir… pedimos a Dios. Nuestro imaginario viene a ayudarnos. Deseamos, imaginamos, sospechamos… que puede haber algo que nos ayude a afrontar el misterio de la nada que nos envuelve. Al menos puedo pedir ayuda, puedo acudir a una figura imaginaria, que no está en ninguna parte, sino que en está en mi interior.

Los intelectuales y los teólogos varones hablan de un Dios “Único”. Pero cuando aceptamos a ese Dios, nos damos cuenta de que no podemos captar un sentido único, y perdemos el sentido de la diversidad. La idea de la unicidad de Dios es un modo de manipularnos. Hay que doblarse a la voluntad de ese Dios “Único”. Y esto va en contra de nuestra experiencia. Veinticuatro personas de distintos credos se reunieron y explicaron: ¿Qué es Dios para mí? Esa diversidad muestra que ninguna teología tiene derecho de proponer un “único” significado.

Cada imagen de lo divino tiene su propia historia. Proyectamos nuestro querer y nuestra imaginación en un Dios único y ahí se nos manipula. El problema no es Dios. El problema somos nosotros, que creamos diversas imágenes de Dios. Griegos y romanos pueblos asiáticos y otras culturas, tenían un pluralismo de dioses y diosas, y cada una tenía su especialidad: el Dios Baco, el dios del jolgorio y de la fiesta, la Diosa Ceres era invocada para conseguir una buena cosecha…. Y eso se repite en las advocaciones de la Virgen y los santos, con sus peculiares características: santa Lucía para sanar la vista, Judas Tadeo, patrono de las causas imposibles, etc. etc.

Con la llegada de cristianismo al Imperio Romano y su proclamación como única religión verdadera, se precipitó la evolución de la imagen de las divinidades que habían sido primordiales hasta ese momento y llegamos a la definición de un Dios “único”.

La tradición monoteísta ha hecho también de Dios un “sustantivo”. La teología de la edad media ha definido a Dios como “Principio y fin de todas las cosas”. Dios es un “espíritu perfecto”. Aquí se separa la materia del espíritu. Separación de Dios y de sus creaturas. Dios está separado de sus creaturas, porque Él es infinitamente superior. Pero cuando decimos eso, apenas decimos nada, pues no sabemos exactamente lo que es “infinito”. Este discurso tradicional está lleno de presupuestos que condicionan nuestros planteamientos. El contenido real de este Dios “perfectísimo” es fruto de nuestra imaginación, aprendido en las enseñanzas habituales, pero en la actualidad nos sentimos incapaces de dar por definitivo e inamovible su significado.


 

 

¿Eso quiere decir que las mujeres, incluyéndome a mí, como monja católica, hemos sido ingenuas…? ¿nos hemos engañado? No, no, no hemos sido ingenuas. No hay que renegar de nuestra historia. Simplemente pasa que estamos en evolución y no podemos seguir aferradas a viejas tradiciones caducas. Hay que cambiar, pues estamos en un mundo cambiante…

Cuando decimos que Dios es “puro espíritu” estamos desvalorizando nuestra realidad. Y esto nos empuja a no estar jamás contentas con nosotras mismas. Pero eso es un puro capitalismo, que nos lleva a luchar por mejorar, para avanzar, para acumular, tener más, ser más competitivas. Pensamos que tenemos que ser creativas, pues Dios nos dio esa capacidad creadora, sin ver que esa capacidad creadora puede también crear esclavitudes y opresiones.

El concepto de Dios “Único”, unido a un poder “Omnipotente” va unido a un sustantivo poderoso, valioso. ¿por qué Dios en vez de un sustantivo no podría ser un verbo? Un Verbo conjugable en las diferentes circunstancias. Como dijo Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”.

Los primitivos cristianos de los primeros siglos, eran perseguidos por ser peligrosos ateos, pues no adoraba a ningún dios del Panteón romano. San Pablo habla del Dios desconocido. Luego los cristinos, de perseguidos, se convirtieron en perseguidores.

Todo esto es fruto de creer en un Dios único y no en un dios plural, como son plurales y cambiantes las necesidades de la gente.

¿Cuál es el Dios de la ética cristiana?

El Dios de la ética cristiana no es un Dios separado del Mundo que habita en otro mundo, que manda sus órdenes al pobre planeta Tierra. En realidad, Dios es “Relación”, relación entre todos los seres, que para vivir necesitan colaborar unos con otros.

Somos finitos, pero una finitud en evolución. Debemos dar gracias por no saber totalmente lo que significa “estar en este momento”.

Yo, que he vivido como monja… les pregunto: ¿qué impacto les causa este tipo de reflexión?

¿Qué preguntas le plantea en la actualidad la palabra “DIOS” frente a las ideas que han recibido en su formación clásica y tradicional?


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