El
valor de la persona en sí misma.... ¿habrá algo más revolucionario hoy día?
El
reconocimiento de la dignidad humana, de la dignidad personal como valor
supremo y todo lo que se desprende de ello me parece algo absolutamente fuera
de este modelo de funcionamiento social y de relaciones humanas que nos han
impuesto.
Es
dificil, en un contexto que pone en el centro de todas las cosas al valor del
dinero, del poder sobre el otro, que busca justamente la deshumanización más
absoluta, justo para quitarle a la persona todo el valor y todas las
potencialidades que posee de manera innata, que utiliza el alienamiento
individual y colectivo como instrumento de dominación y de perpetuación, en
este contexto no es facil sentirse persona y sentir la dignidad de serlo.
Y
supone un esfuerzo añadido, según mi experiencia, si eres persona/mujer. Porque
a la pelea por no ceder a la tentación constante del sistema a no pensar, a no
disentir, a dedicarte solo al disfrute y a vivir el momento, a no “ser”, en
definitiva, se añade la carga de invisibilidad y elementos que bombardean a la
mujer para desdibujarla y convertirla en objeto (ideas de modas sobre como debe
ser y comportarse la “mujer moderna”, dobles jornadas, exigencias sociales de
belleza, tacones, cosmética, atención a los cuidados sin despeinarse,.... )
mensajes permanentes de como debes sentirte, que debes hacer para “ser”
guapa,.... la avalancha de mensajes y de instrumentos para la anulación me
parece mayor cuando tiene como destinatarias a las mujeres.
Estamos
“invadidas” , en palabras de Ivone Gebara, con proyecciones sociales, por
estereotipos marcados externamente y siento que se nos hace verdaderamente
complicado tener o crecer en la conciencia de tu valor absoluto como
persona/mujer, sin caer en la dispersión o en la linea trazada para la
des-humanización o la des-personalización.
Ser con el otro, con la otra. El
personalismo comunitario de Mounier me da valor en mí misma, pero también me
subraya que no es sino siendo con otras, con otros, como voy a descubrir mi
propio valor. Cuando me encuentro en el rostro del otro, de la otra, cuando
amo, me pierdo en el tú, pero es así como, paradójicamente, alzanzo la
autoconciencia. Carlos Díaz resalta que estas relaciones no son de poder, ni de
supeditación, sino entre iguales, cooperativas y libres. TOMA REVOLUCIÓN!!!
Se
concibe el “amor al prójimo” dentro de la máxima de “no degradar a ningún otro
ser humano, convirtiéndolo unicamente en medio para mis fines”. Es decir, que
debo ver en el/a otro/otra un valor en
sí mismo/a, en su propia dignidad sin que deba convertirlo en medio para mis
propios intereses.
Evidentemente
esto no se puede hacer de otra manera que desde el amor, y desde el amor como
fuerza ética, por tanto no vale cualquier ética, solo la generadora de vida.
Si
la ética estudia la moral y determina que es lo bueno y desde ese punto de
vista, como se debe actuar, hay que volver a la tesis de que el amor es la
fuente de todo, y su fuerza, debería ser
el motor del mundo, debe trascenderlo todo.
No
es novedoso para mi esta concepción, como cristiana , identifico a Di*s, o la
dimensión de lo absoluto, de lo transcendente con el amor o con la experiencia
amorosa (hacia el otro o la otra, hacia mis misma, hacia la creación, hacia la
naturalera.... )
Quizás
lo que me suena diferente es formularlo, como Ivone Gebara me invita, el amor
como origen de la ética y constituirlo si no en un movimiento político, si al
menos en una corriente, “un movimiento espiritual profundo” de “vuelta a los
origenes” que hace confluir en el mismo camino a feministas, ecologistas y
todas esas lineas de acción o pensamiento “no pasivos” en la construcción de
otro mundo posible.
Un
movimiento espiritual etico-político que no se contenta con una contemplación
pasiva sino que empuja a la acción y al cambio.
Se
me antoja que confluyen aquí el “Ecofeminismo para otro mundo posible” de
Alicia Puleo, el “Rescate de lo femenino para reanimar la tierra “ de Mª José
Arana, incluso el discurso del pensamiento comunitario, que quizás a priori,
puede ser menos social, desenvoca en el “ser con otr@” de una manera activa, en
esa interrelación que exige respuesta, que lanza a la acción como persona, como
sujeto con dignidad propia y que Ivone Gebara propone que tenga como epicentro
la etica del amor.
Si
la ética determina lo bueno y lo malo de nuestras acciones, me parece el amor,
un maravilloso modelo para un proyecto de vida comunitario, para conseguir
“humanizar” o “personalizar” el mundo. Llenarlo de “personas” en todo el
sentido amplio que hoy le doy a esta palabra.
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