Merece la pena presumir de nuestro mundo teniendo personas como estas
El Padre Ángel visita al obispo-poeta, enfermo de
Parkinson, en el Mato Grosso
Monseñor Casaldáliga: "Gracias por venir a verme.
Sigue siendo profeta"
El sacerdote pide al Papa que lo haga cardenal, que le
escriba una carta o que lo llame por teléfono
José Manuel
Vidal, 15 de julio de 2017 a las 08:09
El cardenal Osoro saluda al
obispo-poeta por teléfono: "Es usted un testigo del Evangelio"
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(José M. Vidal, Sao Felix do
Araguaia).- "Te quiero, Ángel. Gracias por venir a verme. Sigue siendo
profeta". Con estas tres frases apenas balbuceadas, recibió Pedro
Casaldáliga al Padre Ángel en su casita de Sao Félix do Araguaia, mientras
le cogía el cuello y le acariciaba suavemente las manos. Emocionados los dos
hasta las lágrimas, después de tantos años de ausencia o de presencia lejana.
Sólo se habían visto una vez, en Roma, en 1988, pero la solidaridad los
conectaba permanentemente.
Lúcido, con
sus ojos azules a los que no se le escapa detalle, Casaldáliga habla con
dificultad y tiene que moverse en silla de ruedas. El próximo 16 de febrero,
el obispo de los pobres cumplirá 90 años. Suele decir que, en esta etapa de
su vida, está a las órdenes del Parkinson, "mi superior general, porque
siempre hago lo que él me ordena".
Con su
cabeza ladeada, sentado en una silla, su mirada y sus manos lo dicen todo. Manos
largas de pianista, a las que el Padre Ángel besa sin parar, mientras Don
Pedro le acaricia y sus ojos dibujan una sonrisa emocionada. ¡Cuantas luchas
distantes y, a la vez similares!
Lo primero
que hace el Padre Ángel es pedirle su bendición para él y para Mensajeros de la
Paz. Casaldáliga hace un signo en el aire con sus dedos temblorosos y balbucea
unas palabras, que ni siquiera sabe descifrar Félix Valenzuela, el
agustino que lo cuida y que fue su mano derecha y su vicario general durante
más de 30 años.
Da igual,
porque la química fluye entre ambos personajes, que intercambian a su manera
durante más de 20 minutos en su primer encuentro. Y habrá más. El Padre Ángel
le recuerda aquella vez que se encontraron en Roma hace ya tantos años o cuando
le dieron el Príncipe de Asturias a Mensajeros, porque Casaldáliga se
negó a ir a España a recogerlo. En 50 años solo dejó a los suyos en dos
ocasiones. Porque sus pobres no viajan y porque temía que, si salía del país,
no lo dejarían entrar.
El cura
también le da las gracias por recibirlo. "He cumplido un sueño que
acariciaba desde hace años", le dice, mientras saca de su famosa bolsa
del Corte Inglés algunos regalos para Don Pedro. Por un lado, sangría y vino de
La Rioja. Por otro, turrón duro y blando. Le habían dicho que le encantaba. De
hecho, al final de la charla, Casaldáliga pidió el blando y se lo comió con
miga de pan. Como en sus tiempos de niño en Balsareny.
El Padre
Ángel también le enseña un libro con los poemas de Casaldáliga, de los primeros
que publicó y que fue durante años uno de sus obras de cabecera. Le regala,
asimismo, el último libro que se acaba de publicar en España sobre él, titulado 'Padre Ángel, la
humildad y las rebeldía' (Planeta) de Lucía López Alonso.
Casaldáliga lo cogió, examinó la portada con detenimiento, lo hojeó y, mirando
al padre, le dijo: "Sigue siendo profeta".
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