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Gandhi: el político y su pensamiento
Un hombre delgado
y menudo, de unos 45 kilos de peso, setenta y nueve años de edad, cubierto con
pocas prendas hechas a mano, los pies cubiertos con un par de sandalias,
también éstas hechas a mano, ha subido a una pequeña plataforma para su
habitual oración pública seguida por un breve discurso. Hablará seguramente
sobre reconciliación.
El subcontinente
indio ha sido recientemente dividido. La India ya está en guerra con Pakistán
-la primera guerra por Cachemira-. En los dos nuevos estados, hindúes y
musulmanes son víctimas de recíprocas y feroces violencias. El hombre que ha
subido a la plataforma está muy débil. Es sostenido por dos jóvenes mujeres.
Nos situamos en Delhi, el 30 de enero de 1948. Son
apenas pasadas la 17:00, hora local. Muy poco que ha finalizado un dramático
ayuno en el que ha rozado la muerte, tras haber conseguido dos condiciones
básicas para interrumpirlo, a saber, el compromiso de los líderes de los
partidos y de los de las diversas facciones hindúes y musulmanas, en
interrumpir la lucha violenta por la calles de Delhi, para restituir y
garantizar, aún arriesgando su propia vida, la calma y la paz en la ciudad; y
el compromiso concreto por parte del Gobierno indio, conducido por Nehru, para
pagar a Pakistán la parte del erario que según el pacto de división del
subcontinente le corresponde, con la finalidad de favorecer la transformación
del conflicto entre los dos países.
Entre la multitud que se había reunido para asistir a
la oración pública se abre camino un hombre. Estaba armado con una pistola, una
Beretta. Éste se acerca a Gandhi y lo saluda: “¡Namaste!” (¡hola!). Con la mano
izquierda retira a una de las jóvenes que lo sostienen y, con la derecha, le
descarga a quemarropa tres tiros. Gandhi muere al instante.
Gandhi fue un
revolucionario. Su lucha noviolenta anti-colonial es un interesante –e
inspirador- ejemplo de movimiento de resistencia contra los imperios. Su
doctrina ético-política –cuyos conceptos básicos son ahimsa (no violencia), Satya
(verdad), satyagraha (fuerza de la verdad) y sarvodaya (el bienestar de todos)- contiene
un mensaje todavía muy relevante para los movimentos sociales y los grupos de
resistencia civil empeñados en su oposición contra la globalización de la violencia
y los procesos violentos de globalización.
Entre todas estas opiniones impacta por su
ponderación la caracterización que Gandhi a menudo ha dado de sí mismo como
“apasionado estudioso de la Verdad” que no posee “otros intereses en la vida”
sino el de “realizar la misión” de practicar y difundir la noviolencia en el
mundo “La única virtud que procuro reivindicar es la verdad y la noviolencia.
No pretendo asumir ningún poder sobrehumano. No sabría qué hacer con él. Soy de
carne y hueso como el más pequeño de mis semejantes; débil y falible como
cualquier hombre. Los servicios que practico están muy lejos de ser perfectos;
pero hasta ahora, Dios ha querido bendecirlos, pese a sus deficiencias”.
Gandhi fue un apasionado, indomable y
valiente contestatario dotado de una profunda fe en sí mismo y en la misión de
liberar, de modo noviolento, a la India del yugo del poderío británico y
difundir la noviolencia en la sociedad india y en el mundo. Logró transmitir al
pueblo indio -especialmente a las numerosas masas campesinas- un nuevo sentido
de la propia identidad y dignidad, a un nivel de conciencia política nunca
alcanzado antes. Como llegó a decir Nehru, a pesar de sus severas críticas a la
noviolencia gandhiana, Gandhi ha sido el mayor revolucionario que se haya visto
en la escena política india. Así describió Nehru lo que significó la aparición
de Gandhi, a su regreso de Sudáfrica, en el escenario político en un momento en
que parecía que ninguna fuerza era capaz de sacudir a las masas indias de su
resignado entumecimiento político: “Fue entonces que apareció Gandhi. Fue como
si nos hubiera embestido una potente corriente de aire fresco, obligándonos a
desperezarnos y respirar profundamente, como un rayo de luz que desgarró las
tinieblas y quitó el polvo que cegaba nuestros ojos, como un tornado que
trastornó muchas cosas, pero sobre todo la manera de pensar de la gente. Él no
descendió desde arriba; más bien pareció emerger de las masas de la India,
hablando su mismo idioma y dirigiendo continuamente su atención hacia ellas y a
su terrible condición. Quitaos de las espaldas de estos campesinos y
trabajadores, nos dijo, vosotros que vivís de su explotación; liberaos de un
sistema que produce esta pobreza y esta miseria” (Nehru).
El objetivo de Gandhi, a medida que
iba profundizando el conocimiento de la situación social, económica y política
en la que se hallaba el país -descubriendo las enormes injusticias que padecía
la sociedad india, de las condiciones miserables en las cuales vivía la mayor
parte del subcontinente- se volvió cada vez más intenso. Gandhi vió claramente
la necesidad de una profunda transformación de la sociedad india y muy pronto
fue consciente de que la independencia política del dominio inglés no habría
significado mucho para la población del subcontinente, si al mismo tiempo no se
realizaba la emancipación económica, cultural y moral. El programa constructivo
que presentó por primera vez a la nación en 1920, y que volvió a presentar con
mayor vehemencia en 1941, proponía toda una serie de objetivos concretos cuya
realización habría conducido a profundos cambios en las estructuras sociales,
económicas, políticas y culturales de la sociedad india.
Sin embargo, la India no lo siguió.
Salvo un reducido sector, la clase dirigente del país se alineó con la posición
de Gandhi sólo en los momentos más espectaculares y dramáticos de la lucha
contra el dominio británico, pero la abandonó casi totalmente cuando se trató
de llevar a cabo la transformación del país una vez obtenida la independencia.
En sus escritos Gandhi también se refiere
frecuentemente a una “noviolencia del cobarde” (non-violence of the coward).
Con este término busca referirse a sediciosos no violentos los cuales, en
nombre de la noviolencia, se abstienen de oponer cualquier tipo de resistencia,
armada o no armada, al abuso y a la opresión violenta, por miedo y cobardía. A
estos, Gandhi siempre les ha señalado el camino de la lucha violenta como
preferible a una sumisión pasiva: mejor empuñar las armas, para luchar en
defensa de derechos sacrosantos y liberarse, antes que someterse oportunista y
cobardemente al poder del agresor, del explotador, en nombre de una supuesta
noviolencia.
“La noviolencia no es la justificación del cobarde,
sino la suprema virtud del valiente”. En la concepción gandhiana de la
noviolencia, la “noviolencia del fuerte” es preferida y preferible a la
“noviolencia del débil”. Se podrá discutir si Gandhi preferiría la “noviolencia
del débil” a la violencia (siempre que la causa sea considerada justa), pero no
hay duda de que siempre manifestó preferir una resistencia violenta a una
cobarde sumisión. Entre tantos fragmentos que se podrían citar basta con
enunciar como ejemplo el siguiente: “Nunca he considerado la violencia como
algo permitido. Simplemente distingo dos grados, coraje y cobardía. Lo único
lícito es la noviolencia. La violencia
nunca puede ser lícita [...] Sin embargo, si bien la violencia no es lícita,
cuando la misma se usa como autodefensa o para proteger a los indefensos, ésta
constituye un acto de coraje, mucho mejor que la cobarde sumisión”. Por
“comportamiento lícito” Gandhi entiende comportarse conforme a esa ley moral no
escrita a la que se refiere como “la ley hecha por la naturaleza del hombre”.
Tanto, sobre la concepción moral de Gandhi y sobre los argumentos con base en
los que sostiene que la violencia es moralmente ilícita, así como respecto a la
prioridad de la lucha violenta sobre la cobarde abstención del uso de la misma
me remito a mis escritos.
La triple distinción y gradación entre los diversos
tipos de noviolencia instituida por Gandhi y su convicción de que una
resistencia violenta es “mucho mejor” que una cobarde sumisión, contribuyen a
convertir el “pacifismo” de Gandhi en una posición más bien compleja.
Gandhi nunca rechazó el conflicto. No era el tipo de
persona que tenía temor al conflicto. Nunca había sostenido que, con el fin de
no crear conflictos o de no sacar a la luz conflictos latentes, se debería
aceptar el status quo. Al contrario, en cuanto rechazo de toda forma de
violencia, física, psíquica, directa e indirecta, armada y estructural, su noviolencia
se configura como contestación permanente, siendo ella misma creadora de
conflictos. “Ninguna persona puede ser activamente noviolenta y no rebelarse
contra la injusticia social, dondequiera que ésta se produzca”.
Gandhi no consideraba el no matar como un deber
absoluto. Al contrario, a veces sostuvo que matar, en ciertas circunstancias,
es un deber. “Matar [...] puede ser un deber [...] Supongamos que a un hombre
le agarre un ataque de locura homicida y empiece a caminar con una espada en la
mano matando a todo aquel que se le atraviese, y nadie tenga el coraje de
capturarlo vivo [...] Desde el punto de vista de la ahimsa (no violencia), es
un claro deber de cada uno matar a un hombre así [...] Abstenerse de matar, en
determinadas circunstancias, puede no ser un deber absoluto. Además, la noviolencia fundada en la doctrina
de la ahimsa (no violencia) es, para Gandhi, compatible con la eutanasia y con
la matanza de animales.
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