martes, 24 de octubre de 2017

Textos de reflexión Finde octubre (6 de 7)



Espiritualidad y Política: ¿Puede la realidad  “dar más de si”?

Basado en Cuadernos CyJ “Pisar la luna” de J. Laguna
Finde 0ctubre 2017


J. F. Kennedy tomó una decisión política: marcó un horizonte y dinamizó los recursos para alcanzarlo. Dos momentos: meta y gestión, inscritos en el ADN de toda política que quiera ir más allá del mero arbitraje de intereses particulares.
Lo terrible de la política actual no es sólo el grado de corrupción de sus representantes o el sometimiento a los dictados del mercado global, sino su ausencia total de sueños movilizadores.

En el ciudadano de a pie se ha instalado el convencimiento de que da lo mismo votar a izquierdas o derechas porque todas las opciones ejercerán las mismas políticas tecnocráticas al servicio de intereses económicos. Ninguna de ellas ofrece una luna que pisar.
En este texto esbozaremos los dinamismos y requisitos de una praxis política que quiere ser constructora de futuro y no mera gestora del presente.
Detrás de la actual crisis financiera mundial se esconde una evidente crisis moral reflejada en los ingentes casos de corrupción política, que afloran como un cáncer por todos los rincones del planeta, pero también –y no menos importante–una crisis de utopía. El derrumbe posmoderno de los grandes relatos de sentido ha dejado una sociedad desnortada sin horizonte hacia el que encaminar sus pasos.
Nadie duda hoy de que nos encontramos inmersos en un cambio de época y que la sociedad avanza a un ritmo vertiginoso, la pregunta es ¿hacia dónde?, ¿quién lleva las riendas de un caballo que a juicio de muchos parece correr desbocado?
El grito de los movimientos altermundistas, que resuena en calles y plazas de todo el mundo: «otro mundo es posible», necesita esbozar los contornos políticos de su propuesta alternativa (meta y gestión) si no quiere quedarse en la necesaria –aunque insuficiente– expresión de una queja. Cuando la indignación busca articularse políticamente necesita la brújula de la utopía. El deseo utópico e indeterminado de «otro mundo posible» necesita una formulación.
Expresado de forma más concreta: ¿cómo podemos anticipar el «otro mundo posible» anhelado?
Sólo si la realidad puede «dar más de sí» es posible plantearse políticas con alma utópica capaces de inaugurar futuros no predichos.

Más allá del progreso. El futuro como capacitación.
La historia se cuenta en clave de progreso, seres humanos y sociedades evolucionan de forma ascendente hacia un futuro mejor para todos. Nosotros vivimos mejor que nuestros padres y éstos lo hicieron mejor que los suyos.
Una nueva concepción política del progreso pasa por renovar el discurso sobre el que se ha construido hasta el día de hoy. La historia no hay que entenderla como un progreso continuo, cuya meta final fuese una situación ideal, porque esto sería ver el sentido de la historia fuera de la propia historia. La historia no se predice ni está determinada hacia una determinada dirección. La historia se produce, se crea, mediante la actividad humana de transformación.
Lo real abarca tanto lo actual como lo posible. La historia –la realidad histórica– no se predice sino que se produce, se crea a partir de la actividad humana sobre la base del sistema de posibilidades ofrecido en cada situación y en cada momento del proceso histórico.
La nobel de economía Amartya Sen acude también a la categoría «capacidad » para referirse al progreso. Según él, la política no debe juzgarse sólo en función del incremento de bienes materiales, sino que debe atender también a su capacidad para generar las condiciones que permitan a toda persona convertir sus derechos en libertades reales. Este es el progreso «capacitante» de las mayorías desfavorecidas, si no quiere confundirse el progreso con la demanda de privilegios para las élites. La mera defensa de la expansión de las libertades,  sin que se logre una distribución social de acceso a las condiciones reales para su ejercicio, sólo favorece de hecho a los mejor situados.

«Anomalías» sociales”
¿Dónde y cómo podremos vislumbrar las posibilidades reales que aún no han sido actualizadas? ¿Cuáles son las nuevas realidades que luchan por salir a la luz?
El germen de lo nuevo histórico hay que buscarlo en las anomalías sociales que rompen con la inercia de lo establecido y van surgiendo acá o allá.
En su reflexión sobre el modelo de universidad que deseaba Ellacuría, Hugh Lacey animaba a los universitarios a investigar sobre las anomalías actuales que pueden constituirse en fuente de posibilidades sociales del futuro. En el contexto latinoamericano, las comunidades eclesiales de base y las «organizaciones populares» eran propuestas como ejemplos de prácticas alternativas anómalas con capacidad de engendrar futuro. Cooperativas y grupos de consumo ecológico, alternativas de financiación colectiva o micromecenazgo (crowdfunding), plataformas de afectados por las hipotecas, bancos de tiempo, objeción fiscal, movimiento slow, decrecimiento, distribución libre de software y obras culturales mediante licencias copyleft, plataformas de acogida a inmigrantes, banca ética, etc., son solo algunos ejemplos de las miles de pequeñas grietas que agujerean el muro del futuro.
Resulta vital reivindicar el valor trascendente de las pequeñas acciones colectivas y/o domésticas. Cuando miles de personas se unen en una cooperativa sin ánimo de lucro para autoabastecerse la energía eléctrica verde, o cuando una asociación de vecinos decide promover actividades en favor de los jóvenes de su barrio, están demostrando que la realidad «da de sí» por nuevos caminos.
Lo nuevo histórico germina en y desde las anomalías sociales, por más insignificantes que éstas puedan parecer. No conviene olvidar que el “reino de dios se parece a un grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, que un hombre sembró en su campo”.
El hecho de que en la realidad hay opresión no supone sólo un desafío para su eliminación sino que es el lugar  donde se descubre la verdad de una nueva vida que tiene caracteres de creación»

Más allá del «globalitarismo»
No sabemos qué nos deparará el futuro pero de lo que nadie parece dudar es que ese futuro será «global» o no será. La reflexión sobre espiritualidad y política que venimos realizando ha de confrontarse necesariamente con el dogma globalizador, discerniendo sus virtualidades capacitantes para las mayorías empobrecidas. Para María José Fariñas, la globalización, como único horizonte social es un mito construido alrededor de intereses multinacionales y de espaldas a las necesidades de los más pobres. Para ella, la deslocalización del proceso globalizador lleva implícito el enorme peligro de desvincular las instituciones sociales de la vida real de los individuos y, peor aún, del sufrimiento concreto de los más desfavorecidos. Un desanclaje que ya se ha producido en el ámbito económico, en las transacciones financieras globales, se compra y se vende deuda pública entre países, las multinacionales cambian la localización de sus fábricas atendiendo sólo a su rentabilidad económica, se pueden incluso vender y comprar «derechos de contaminación» (a día de hoy una tonelada de CO2 se paga a 17€) y países que practican el agrocolonialismo, estableciéndose una ruptura ética que desresponsabiliza a los mercados de las consecuencias sociales de sus acciones. La globalización que permite la libre circulación de mercancías y cierra fronteras a seres humanos condenados a morir en pateras no parece apuntar hacia el mejor de los progresos. La globalización ha traido, sin duda, ventajas generalizando el acceso a recursos, pero no perdamos esa mirada crítica que acabamos de analizar desde la sospecha.
Tras el mito de la globalización se esconde la dinámica de un desarrollo uniformador, que impone el modelo de vida occidental como ideal para todas las culturas.
El progreso no es unívoco ni necesariamente  globalizador. Hay que romper con la idea de «países en vías de desarrollo» viajando en el furgón de cola de «países desarrollados». Frente a esta concepción existe una visión que permite hablar de desarrollos simultáneos no necesariamente convergentes.

Política del cuidado
En el mundo antiguo greco-romano había dos grandes ámbitos de experiencia, el doméstico (de oikos/domus, la casa) y el político (de polis, la ciudad). Vida privada y vida pública eran dos esferas antropológicas complementarias que la edad moderna ha venido a contraponer de modo antagónico. Una nueva concepción de la política pasa por volver a fundir polis y domus. Cuando en estas páginas he hablado de las anomalías sociales como acciones posibilitantes de futuros alternativos he mezclado pretendidamente actuaciones públicas (luchar contra la ley de extranjería) y domésticas (consumir productos de temporada) porque considero que la política ha de abarcar ambos campos.
La gestión del bien común no puede desligarse de las necesidades «domésticas» de comida, techo, educación y ternura. Una política que se entiende exclusivamente desde el ejercicio del poder no responde ni a las demandas ni a las necesidades de una ciudadanía que se define «políticamente» desde su pertenencia a ámbitos colectivos y privados. Siguiendo a Lucía Ramón, creemos vital la reconstrucción de una nueva política que aúne justicia, cuidado y transformación social.

Nuevas realidades, nuevas reflexiones, nuevas políticas
Como vió el historiador de la ciencia Thomas S. Khun, un cambio de paradigma científico obliga a reconstruir el discurso para explicar las «anomalías» que el modelo anterior ya no es capaz de justificar. Estamos inmersos en un cambio de época en el que un nuevo paradigma, aún en construcción, obliga a replantear políticas y criterios. Que la historia avanza es una evidencia, que progrese a favor de los últimos depende, entre otras cosas, de nuestras políticas y nuestras reflexiones.
La imagen de un parto doloroso es una buena metáfora para describir las enormes dificultades que tienen que vencer las nuevas realidades históricas que quieren ver la luz.
El fin del apartheid, la conquista del voto femenino, el logro de jornadas laborales de ocho horas son «milagros seculares» que muestran la posibilidad de una novedad histórica. Una novedad que no cae del cielo, los «milagros sociales», es el resultado de una lucha denodada por «forzar» la realidad hacia el lugar señalado por el sueño utópico. La irrupción de la novedad histórica surge como fruto de la lucha contra el statu quo presente. La conquista –aún inacabada– de los derechos Humanos es un claro ejemplo de cómo la declaración ha sido una meta, acompañada de gestión.
Jesús
(Es un texto que centra el Tema, con pistas de una manera nueva de hacer política. )

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