Basado
en Cuadernos CyJ “Pisar la luna” de J. Laguna
Finde
0ctubre 2017
J. F. Kennedy tomó
una decisión política: marcó un horizonte y dinamizó los recursos para
alcanzarlo. Dos momentos: meta y gestión, inscritos en el ADN de toda política
que quiera ir más allá del mero arbitraje de intereses particulares.
Lo terrible de la
política actual no es sólo el grado de corrupción de sus representantes o el
sometimiento a los dictados del mercado global, sino su ausencia total de
sueños movilizadores.
En el ciudadano de
a pie se ha instalado el convencimiento de que da lo mismo votar a izquierdas o
derechas porque todas las opciones ejercerán las mismas políticas tecnocráticas
al servicio de intereses económicos. Ninguna de ellas ofrece una luna que
pisar.
En este texto esbozaremos
los dinamismos y requisitos de una praxis política que quiere ser constructora
de futuro y no mera gestora del presente.
Detrás de la
actual crisis financiera mundial se esconde una evidente crisis moral reflejada
en los ingentes casos de corrupción política, que afloran como un cáncer por
todos los rincones del planeta, pero también –y no menos importante–una crisis de
utopía. El derrumbe posmoderno de los grandes relatos de sentido ha dejado una
sociedad desnortada sin horizonte hacia el que encaminar sus pasos.
Nadie duda hoy de
que nos encontramos inmersos en un cambio de época y que la sociedad avanza a
un ritmo vertiginoso, la pregunta es ¿hacia dónde?, ¿quién lleva las riendas de
un caballo que a juicio de muchos parece correr desbocado?
El grito de los
movimientos altermundistas, que resuena en calles y plazas de todo el mundo:
«otro mundo es posible», necesita esbozar los contornos políticos de su
propuesta alternativa (meta y gestión) si no quiere quedarse en la necesaria –aunque
insuficiente– expresión de una queja. Cuando la indignación busca articularse
políticamente necesita la brújula de la utopía. El deseo utópico e
indeterminado de «otro mundo posible» necesita una formulación.
Expresado de forma
más concreta: ¿cómo podemos anticipar el «otro mundo posible» anhelado?
Sólo si la
realidad puede «dar más de sí» es posible plantearse políticas con alma utópica
capaces de inaugurar futuros no predichos.
Más allá del
progreso. El futuro como capacitación.
La historia se
cuenta en clave de progreso, seres humanos y sociedades evolucionan de forma ascendente
hacia un futuro mejor para todos. Nosotros vivimos mejor que nuestros padres y
éstos lo hicieron mejor que los suyos.
Una nueva
concepción política del progreso pasa por renovar el discurso sobre el que se
ha construido hasta el día de hoy. La historia no hay que entenderla como un
progreso continuo, cuya meta final fuese una situación ideal, porque esto sería
ver el sentido de la historia fuera de la propia historia. La historia no se
predice ni está determinada hacia una determinada dirección. La historia se
produce, se crea, mediante la actividad humana de transformación.
Lo real abarca
tanto lo actual como lo posible. La historia –la realidad histórica– no se
predice sino que se produce, se crea a partir de la actividad humana sobre la base
del sistema de posibilidades ofrecido en cada situación y en cada momento del
proceso histórico.
La nobel de economía
Amartya Sen acude también a la categoría «capacidad » para referirse al
progreso. Según él, la política no debe juzgarse sólo en función del incremento
de bienes materiales, sino que debe atender también a su capacidad para generar
las condiciones que permitan a toda persona convertir sus derechos en
libertades reales. Este es el progreso «capacitante» de las mayorías
desfavorecidas, si no quiere confundirse el progreso con la demanda de
privilegios para las élites. La mera defensa de la expansión de las libertades, sin que se logre una distribución social de
acceso a las condiciones reales para su ejercicio, sólo favorece de hecho a los
mejor situados.
«Anomalías» sociales”
¿Dónde y cómo
podremos vislumbrar las posibilidades reales que aún no han sido actualizadas?
¿Cuáles son las nuevas realidades que luchan por salir a la luz?
El germen de lo
nuevo histórico hay que buscarlo en las anomalías sociales que rompen con
la inercia de lo establecido y van surgiendo acá o allá.
En su reflexión
sobre el modelo de universidad que deseaba Ellacuría, Hugh Lacey animaba a los
universitarios a investigar sobre las anomalías actuales que pueden
constituirse en fuente de posibilidades sociales del futuro. En el contexto
latinoamericano, las comunidades eclesiales de base y las «organizaciones populares»
eran propuestas como ejemplos de prácticas alternativas anómalas con
capacidad de engendrar futuro. Cooperativas y grupos de consumo ecológico,
alternativas de financiación colectiva o micromecenazgo (crowdfunding), plataformas
de afectados por las hipotecas, bancos de tiempo, objeción fiscal, movimiento slow,
decrecimiento, distribución libre de software y obras culturales
mediante licencias copyleft, plataformas de acogida a inmigrantes, banca
ética, etc., son solo algunos ejemplos de las miles de pequeñas grietas que
agujerean el muro del futuro.
Resulta vital
reivindicar el valor trascendente de las pequeñas acciones colectivas y/o
domésticas. Cuando miles de personas se unen en una cooperativa sin ánimo de
lucro para autoabastecerse la energía eléctrica verde, o cuando una asociación
de vecinos decide promover actividades en favor de los jóvenes de su barrio,
están demostrando que la realidad «da de sí» por nuevos caminos.
Lo nuevo histórico germina en y desde las anomalías sociales, por más insignificantes
que éstas puedan parecer. No conviene olvidar que el “reino de dios se parece a
un grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, que un hombre sembró
en su campo”.
El hecho de
que en la realidad hay opresión no supone sólo un desafío para su eliminación sino
que es el lugar donde se descubre la
verdad de una nueva vida que tiene caracteres de creación»
Más allá del
«globalitarismo»
No sabemos qué nos
deparará el futuro pero de lo que nadie parece dudar es que ese futuro será «global»
o no será. La reflexión sobre espiritualidad y política que venimos realizando
ha de confrontarse necesariamente con el dogma globalizador, discerniendo sus
virtualidades capacitantes para las mayorías empobrecidas. Para María José Fariñas,
la globalización, como único horizonte social es un mito construido alrededor
de intereses multinacionales y de espaldas a las necesidades de los más pobres.
Para ella, la deslocalización del proceso globalizador lleva implícito el enorme
peligro de desvincular las instituciones sociales de la vida real de los individuos
y, peor aún, del sufrimiento concreto de los más desfavorecidos. Un desanclaje
que ya se ha producido en el ámbito económico, en las transacciones financieras
globales, se compra y se vende deuda pública entre países, las multinacionales
cambian la localización de sus fábricas atendiendo sólo a su rentabilidad
económica, se pueden incluso vender y comprar «derechos de contaminación» (a
día de hoy una tonelada de CO2 se paga a 17€) y países que practican el agrocolonialismo,
estableciéndose una ruptura ética que desresponsabiliza a los mercados de las consecuencias
sociales de sus acciones. La globalización que permite la libre circulación de
mercancías y cierra fronteras a seres humanos condenados a morir en pateras no
parece apuntar hacia el mejor de los progresos. La globalización ha traido, sin
duda, ventajas generalizando el acceso a recursos, pero no perdamos esa mirada
crítica que acabamos de analizar desde la sospecha.
Tras el mito de la
globalización se esconde la dinámica de un desarrollo uniformador, que impone
el modelo de vida occidental como ideal para todas las culturas.
El progreso no es
unívoco ni necesariamente globalizador.
Hay que romper con la idea de «países en vías de desarrollo» viajando en el
furgón de cola de «países desarrollados». Frente a esta concepción existe una
visión que permite hablar de desarrollos simultáneos
no necesariamente convergentes.
Política del
cuidado
En el mundo
antiguo greco-romano había dos grandes ámbitos de experiencia, el doméstico (de
oikos/domus, la casa) y el político (de polis, la ciudad).
Vida privada y vida pública eran dos esferas antropológicas complementarias que
la edad moderna ha venido a contraponer de modo antagónico. Una nueva
concepción de la política pasa por volver a
fundir polis y domus. Cuando en estas páginas he
hablado de las anomalías sociales como acciones posibilitantes de futuros alternativos he mezclado pretendidamente
actuaciones públicas (luchar contra la ley de extranjería) y domésticas
(consumir productos de temporada) porque considero que la política ha de
abarcar ambos campos.
La gestión del
bien común no puede desligarse de las necesidades «domésticas» de comida,
techo, educación y ternura. Una política que se entiende exclusivamente desde
el ejercicio del poder no responde ni a las demandas ni a las necesidades de
una ciudadanía que se define «políticamente» desde su pertenencia a ámbitos
colectivos y privados. Siguiendo a Lucía Ramón, creemos vital la reconstrucción
de una nueva política que aúne justicia, cuidado y transformación social.
Nuevas realidades,
nuevas reflexiones, nuevas políticas
Como vió el
historiador de la ciencia Thomas S. Khun, un cambio de paradigma científico
obliga a reconstruir el discurso para explicar las «anomalías» que el modelo
anterior ya no es capaz de justificar. Estamos inmersos en un cambio de época
en el que un nuevo paradigma, aún en
construcción, obliga a replantear políticas y criterios. Que la historia avanza
es una evidencia, que progrese a favor de los últimos depende, entre otras
cosas, de nuestras políticas y nuestras reflexiones.
La imagen de un
parto doloroso es una buena metáfora para describir las enormes dificultades que
tienen que vencer las nuevas realidades históricas que quieren ver la luz.
El fin del apartheid,
la conquista del voto femenino, el logro de jornadas laborales de ocho horas
son «milagros seculares» que muestran la posibilidad de una novedad histórica. Una
novedad que no cae del cielo, los «milagros sociales», es el resultado de una
lucha denodada por «forzar» la realidad hacia el lugar señalado por el sueño
utópico. La irrupción de la novedad histórica surge como fruto de la lucha
contra el statu quo presente. La conquista –aún inacabada– de los derechos
Humanos es un claro ejemplo de cómo la
declaración ha sido una meta, acompañada de gestión.
Jesús
(Es un texto que
centra el Tema, con pistas de una manera nueva de hacer política. )
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