Mercedes
López Herrera
Mi
espiritualidad/religiosidad siempre tuvo una mirada hacía la política, como una
consecuencia de mi clase social obrera, y de la espiritualidad religiosa
comprometida con el mundo como promesa liberadora de los pobres. El concepto de
laicidad lo descubrí tardíamente, pienso hoy.
Para
mí no es ninguna novedad, sé por experiencia personal sindical, y social
que hubo tiempos en que quienes militaban en lo sociopolítico no necesitaban,
ni se planteaban interpelación de la espiritualidad, sólo se planteaban el
compromiso “en razón de la fe” que a la postre la espiritualidad que desprendía
la fe de cada cual tenía todos los aderezos de la personalidad y su contexto
histórico. En los ámbitos teológicos “feministas” en los que sí ha tenido una
presencia mayor o menor dependiendo de la persona en cuestión y su peso
específico en los grupos, distingo en ello a quienes pudieran pertenecer a
grupos como PC, PT, o PSOE y espiritualidades como la de Maria Tabuyo, en un
arco que va desde IU al Anarquismo, o M.J. Arana que sirve como párroca
oportunamente a la diócesis (aunque sin el reconocimiento oficial) con clara
militancia internacional, las CCPD, y las mujeres teólogas que sigilosamente
han ido suministrando subversivamente elementos de reflexión para la acción
política transformadora de las iglesias etc.
El
campo político /religioso-espiritual yo lo he vivido escindido de facto, es
decir el predominio religioso por un lado con una marcada mirada de análisis
sociopolítico de corte marxista junto a un mandato de abstenerse de la participación
“en el poder”, ya sea cargo político o gubernamental por ser estos elementos de
“innegable corrupción del ser” y de tentaciones deshonestas a cuya vigilancia
nos debíamos. Hoy pienso que fue una marcada esquizofrenia muy difícil de
situar para mucha gente, y, en mi desarrollo espiritual, esta construcción “por
constreñida, pacata, etc.” me costaba a la hora de tomar posiciones militantes
en todo lo que me tocó vivir (liderar conflictos laborales-profesionales) y aún
hoy me sigue afectando.
En
mi experiencia, el concepto de espiritualidad simplemente no existía más que
como enunciado, dentro de los contextos o mejor dicho de los textos, y no se
veía ni se trataba en general a excepción de la mística etc. de ahí que
descubrir también la espiritualidad laica, sea un nuevo punto de partida.
En
mi experiencia de sufrimiento ante la ignorancia y el desprecio por visibilizar
la diferenciación de roles de géneros, absolutamente imprescindible para enfocar
y afrontar la vida desde los grupos eclesiales como MCC, JOC, MOA, Sindicatos
etc… Fue en cambio en el ámbito de Mujeres y Teología de España, donde justo
ocurría lo contrario y era la espiritualidad como punto de partida de un
anhelo, procedente de una esclavitud histórica de sufrimiento y dolor de las
mujeres, que sólo tenía por dimensión política un horizonte
ético-político-religioso, sin más pretensión que retomar la genealogía de las
mujeres (cristianas en nuestro caso) que daban luz a nuestro caminar y nos
abrían las puertas de una reflexión espiritual mucho más allá de lo conocido, conectando nuestra experiencia
humana con el saber y con el ser, toda ella desde un lugar que nada o
muy poco tenía que ver con la heterodesignación, el esencialismo y sus (nada
neutras) malvadas, interesadas y cuando no muy ignorantes fundamentaciones
bíblicas patriarcales, misógenas, sexistas y machistas.
Por
fin, desde la reflexión teológica feminista tuve, como MUJER que soy,
REFERENCIAS, y en consecuencia conciencia y dignidad de plenitud social y
eclesial, de deberes, pero también de derechos. Una nueva hermenéutica, me
abría los brazos al mundo con certezas y alegrías bien fundamentadas y como
Miriam camino del éxodo, bailé y canté tocando la pandereta tras muchas
lágrimas derramadas durante muchos años.
Hoy,
ante la crisis política y la crisis de religiones, la búsqueda de
espiritualidades es más una necesidad de encontrar sentido en la vida, frente al
riesgo de negarse a sí mism@, de enfermar o de idiotizarse, que también es una
opción, aunque menos digna claro, y siempre queda el estoicismo de vivir en
soledad, algo para lo que no hemos nacido.
Hoy
al menos para mí la política tiene rostro de mujeres más o menos amigas, más o
menos compañeras (igual que en tiempos lo tuvo para los hombres militantes con
los que crecí), con sus aciertos y errores, con sus egos y sus ignorancias, a
veces demasiadas creo, improvisando y así nos va. La ausencia de militantes,
de historia y de formación para la Igualdad es hoy una realidad que se
constata como los agujeros negros por los que se pierden las estructuras de
gobierno.
Ellas
van haciendo camino a base de errores que pagamos tod@s... Ahí me sitúo como
mujer que trata de llevar un signo de Espiritualidad en medio de tanta competitividad,
pero no tengo “burladero” en esta plaza de toros, y no es fácil estar siempre a
cuerpo descubierto, porque se pasa mucho frio, o mucho calor.
Si
entendemos por "espíritu" el principio vital y constitutivo de todo
lo que es, habremos de concluir que "Espiritualidad" es la capacidad
de "ver" esa dimensión profunda y última de lo real y vivir políticamente
en coherencia con ello. Vivencia que sobrepasa lo personal (nuestro ego),
dimensión transpersonal desde la que damos respuestas ante la realidad en la
que nos movemos somos y existimos.
Por
lo tanto, la lectura o el análisis de la respuesta histórica de las mujeres
a la realidad está marcada por una fuerte dimensión política en su
espiritualidad.
Esta
Espiritualidad-Política de dimensión integradora, no dualista, no fragmentadora
de la realidad que tanto necesita el mundo, es ancestral en nosotras las
mujeres y sabemos mucho más de lo que nos está permitido reconocer y
reconocernos. Pero no nos equivoquemos, no se trata de agregar a las mujeres al
conocimiento existente, sino de “romper con esa forma de conocimiento” con ese
paradigma.
Desde
diferentes ámbitos del saber –desde la física cuántica hasta la psicología
transpersonal, desde la mística hasta recientes estudios en el campo de las
neurociencias, lo que se nos muestra es que nada se halla separado de nada,
siendo solo la mente la que nos hace creer en una realidad fraccionada y
separada en partes, tal como ella misma la ve. Olas diferentes en un mismo mar.
La
espiritualidad es la fuente de todo, es principio vital, dinamismo de vida, el
núcleo más hondo, la identidad última de todo lo que es, la Mismidad de lo
Real. Pero no como una "entidad" separada, sino como
"constituyente" de todas las formas, en un abrazo no-dual. En razón
de esa misma no-dualidad, podemos ver, palpar y saborear al Espíritu en todas
las formas de la realidad: todas lo expresan y en todas se manifiesta, sin
negarlas ni anular las diferencias.
Por
todo ello: La igualdad es de todas las pretensiones humanas la más ética,
espiritual, religiosa, teológica, creyente y cristiana.
Las
políticas de igualdad se defienden hoy como única alternativa transformadora de
la realidad mundial.
Ante
la observación de los cambios y desconciertos que se van produciendo en los
objetivos políticos actuales, es necesario no perder de vista que la
fortaleza histórica de la dimensión política de la espiritualidad de las
mujeres ha sido y es: que el objetivo ha sido siempre poner en el centro el
cuidado de la vida (ahora ya está de moda, pero ojo con las malas
imitaciones).
Esta conciencia espiritual de la interrelación de todo, de la no-separación, de la no-dualidad radical, es una nueva conciencia, que va conformando una nueva cultura, afecta también a todas las dimensiones de nuestra experiencia: a la economía, a la ecología, a la política, a las relaciones, a la religión…
En el modelo integrador, desde el que las mujeres históricamente hemos hecho posible la existencia humana, es un modelo en el que el trabajo no es sinónimo de empleo, sino lista de tareas, lista que no pueden ser sustituidas por el mercado con su modelo economicista que ahí no puede triunfar en modo alguno. Si las fragmentamos algunas tareas podrían incluso ser sustituidas en el mercado, pero nunca en su totalidad.
Si
lo Personal es Político, también es inexorablemente Espiritual, depende por lo
tanto de la subjetividad y espiritualidad de cada una, por lo que son tareas
que nunca podrán ser realizadas por otra persona. Ese es nuestro modelo, es un
modelo de hondura y no de superficie, por tanto, no es exportable en su
totalidad porque parte del respetuoso protagonismo de la experiencia y la
realidad geocósmica de cada ser.
Esta
nueva visión que nace del reconocimiento de otro modo de conocer, del que
nosotras tenemos tanta sabiduría transmitida y experimentada, se trata de una
aproximación respetuosa a "lo que es" en la que, silenciada la mente,
acogemos la realidad (el Misterio) que se nos muestra, nos reconocemos en ella
(agua y no sólo ola) y actuamos en consecuencia.
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