viernes, 20 de octubre de 2017

Texto para reflexionar en el Finde 2



EXPERIENCIA DE ALVARO
Por fin me he podido conectar a Internet. He seleccionado algunos textos que me han resultado interesantes para el tema de Política y Espiritualidad: Psicopolítica, Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder de un tal BYUNG-CHUL HAN publicado por Editorial Herder, Biología y Espíritu, de Andrés Moya, publicado por la editorial Sal Terrae, Capítulo 17 de El Porvenir del Hombre: La Esencia de la democracia, de Teilhard de Chardín
Pero como introducción y primer cambio de impresiones, os cuento mi enfoque personal del tema.

Para un español que ya ha pasado de los setenta, hablar de política y de espiritualidad significa necesariamente recordar los últimos años del franquismo, cuando tenía 30 y en plena juventud, vivir el paso la democracia. En aquellos años hablar de política era algo peligroso, que según nuestros padres volvería a repetir los enfrentamientos que llevaron a España a la guerra civil. Lo sensato era preparar cada uno su futuro profesional, dejando esos temas a los que sabían cómo gobernarnos y disfrutar de la prosperidad económica que disfrutábamos en nuestro país. Y hablar de espiritualidad era repetir, sin crítica, los principios del llamado nacional-catolicismo, donde todo estaba claro y diáfano, empezando por la división entre creyentes católicos y ateos o agnósticos, que era lo mismo que decir buenos y malos.
Han pasado desde entonces más de cuarenta años y en ellos he tenido la suerte de conocer y tratar con personajes como el Padre Llanos, la Pasionaria, Marcelino Camacho, los obispos Alberto Iniesta y Casaldáliga, la experiencia en Chile en 1973 de los discursos de Salvador Allende en el Estadio Nacional y el inevitable golpe de estado de Pinochet, etc. etc. Pero hay uno en especial, Alfonso Carlos Comín, promotor en España del movimiento Cristianos por el Socialismo, que resumen mejor que ninguno cómo fue esa trayectoria: En el movimiento de “Cristianos por el socialismo” había muchos que se sentían marxistas y cristianos, pero eran pocos los que hacían valer sus convicciones creyentes en la organización política. Comín sí lo hacía. El era el modelo del cristiano en el partido y del comunista en la Iglesia. Eso rompía los esquemas de cada institución y las convicciones del cristianismo y del comunismo y desafiaba los dogmas que ambos tenían por inamovibles. Alfonso Carlos Comín sabía formularlo de manera clara y concisa: “Los hombres no se dividen entre ateos y creyentes, como dice la mayoría de la jerarquía católica. Los hombres se dividen entre quienes creen en el hombre, en la posibilidad de transformar la sociedad y construir una sociedad nueva y quienes no creen en ello. Entre los ateos los hay que no creen en el hombre y entre los cristianos que ocupan las iglesias hay multitudes que no creen en el hombre. Pero el cristianismo que no cree en el hombre no puede creer en Dios”.
Dentro de la estructura de la Iglesia, como en las burocracias de lo que entonces se llamaba “los países del Este”, la defensa del hombre era siempre una provocación. Como escribió Reyes Mate “Hacía mucho tiempo que la Iglesia había sepultado al hombre bajo los cascotes del legalismo y el comunismo lo había enterrado en el hormigón de ideologías inhumanas.
Sé que todo esto son ya viejas historias y  que un mundo tan acelerado como es nuestro, ya más que estrenado el siglo XXI, suenan a leyendas de la Edad Media. Hoy ya jubilado y por necesidad biológica retirado de la primera línea, veo con el optimismo de Teilhard, que somos una partecita muy pequeña, pero importante, del proceso de hominización de la rama de los primates que es el “homo sapiens” saliendo del Neolítico y que la actividad política es, junto con la Medicina, la más noble de cuantas puede ejercitarse en nuestra sociedad.
Sin embargo me preocupa cómo se tratan actualmente estos temas en los medios de comunicación. Me quedo atónito y últimamente más bien cabreadísimo, cuando en tertulias televisivas, los contertulios se interrumpen unos a otros, e incluso hablan todos a la vez. Siento vergüenza ajena cuando el director del programa ni siquiera les llama al orden, para pedirles que no se interrumpan y que se escuchen, o lo hace tan tímidamente que más bien parece que eso es lo que se pretende y lo que la gente quiere oír, personajes enfrentados, a la derecha y a la izquierda, que ante problemas complejos no buscan aclarar las ideas, sino demostrar la sinrazón del otro.
Pero como dice Carmen Melendo en su libro “LA ESCUCHA”: Escuchar es un elemento esencial, yo diría el más importante de la comunicación. La comunicación es la base de todas las relaciones interpersonales. Sin comunicación no hay relación. Escuchar es uno de los actos más libres del ser humano. Escuchar no quiere decir no hablar. No tenemos que confundir escuchar con estar callados. Hay personas muy calladas, que no por eso escuchan. Pueden estar manteniendo un dialogo interno, mental, mientras callan o incluso miran a su interlocutor aparentando escuchar. Pero para escuchar hay que querer escuchar. Esto supone hacer un silencio interior, callar mis diálogos internos Supone también hacer vacío interior, es decir hacer espacio para acoger el dialogo, las palabras y la comunicación de aquel a quien quiero escuchar.
....estamos llenos de monólogos internos sobres nuestras preocupaciones. Sobretodo estamos llenos de prejuicios y juicios sobre los demás y sobre las cosas.
....escuchar es una forma maravillosa de descansar de mis problemas personales... de desconectarme de mis inquietudes para conectar con los intereses, problemas o alegrías de los demás.

Esto es lo que pretendo con vuestra ayuda lograr en el próximo finde de Octubre. Findes de Silencio y por tanto también Findes de escucha.
Espero lograr suficiente paz interior para superar el cabreo que me produce como se trata en la mayoría de las ocasiones el tema de la política.
Y respecto a la Espiritualidad, intentar comprender y asimilar el significado profundo de mensaje evangélico del amor a los enemigos, San Mateo capítulo 5º: al que pide la túnica, darle también el manto, y perdonar, no siete, sino setenta veces siete, et. etc.
Saludos y hasta la próxima.  Alvaro

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