Patrocinio Navarro
Todo cuanto existe
está inmerso en un enorme océano de energía donde cada partícula, cada molécula
y cada átomo, sean cuales sean las formas en que se agrupan y su aspecto
externo, están en profunda interconexión y da y recibe del conjunto aquello que
le corresponde por la ley de acción y reacción, de causa y efecto o de siembra
y cosecha, como queramos llamarla. Intentaremos aproximarnos a estas cuestiones
desde diversos ángulos.
Comencemos por las injusticias sociales y su lado cínico
¿No perciben cómo los
ricos, los especuladores financieros y sus parlamentarios nos ponen delante las
desigualdades que ellos crean para que seamos nosotros, el pueblo, su reserva
monetaria cuando dicen que pierden? ¿Y acaso no son los mismos quienes
organizan esas campañas navideñas para hacernos sentir acomodados egoístas
insolidarios si no contribuimos con nuestras esquilmadas economías – de lo que
son responsables- a esas campañas que montan de cuando en cuando para lavar sus
propias conciencias? Las navideñas son emblemáticas, pero entre una y otra
Navidad no faltan catástrofes para que los mayores responsables de provocarlas
de nuevo se conviertan en nuestros pedigüeños y pretendan ahora que las
amorticemos. Todo eso sería justo si hubiera justicia, o sea: si no hubiera
ricos, gentes cuyo alto nivel económico ha sido conseguido explotando a
personas y esquilmando y envenenando los recursos de este Planeta que nos
pertenece a todos. En definitiva: ¿No son los ricos culpables de la pobreza del
mundo y de la destrucción medioambiental?¿Cómo despertar la conciencia
colectiva en la aldea global?....
¿Qué pasaría si el panal de abejas decidiera quedarse con su miel?
Pero esa rebelión no
puede ser violenta, no funciona así y la Historia debe servirnos de algo. Esa
rebelión ha de ser fruto de una especie de proceso alquímico en la conciencia
personal de cada uno de nosotros que debe despojarse de programas, tradiciones
y hábitos heredados y aprendidos que nos mantienen atados dando vueltas a lo
mismo y así permanecemos siendo lo mismo y haciendo lo mismo. Precisamos
cambios profundos espirituales y personales que conduzcan a fortalecer nuestra
voluntad de poder y nuestros sentimientos de unidad, justicia, libertad, hermandad
e igualdad. No hay otra salida que practicar cada uno estos valores hasta que
lleguen a ser patrimonio de la humanidad.
Ignoro cuánto tiempo
puede llevarnos, pero lo que es claro ahora mismo es que a un capitalismo
global basado en la ambición, la violencia, el individualismo salvaje y el
egoísmo debe corresponder cuando menos una oposición global basada en
altruismo, pacifismo y espíritu comunitario, que son leyes del amor. Y es que
el amor es la llave que abre la puerta a otro mundo posible y justo. Pero si
tardamos mucho puede que el Planeta Tierra nos imponga sus propias leyes
sacudiéndose esta civilización de microbios humanos que no cesan de alterar sus
ritmos biológicos y sus corrientes electromagnéticas. Y creo que esta rebelión,
la de la Tierra, ya ha comenzado. Y causas, como veremos, no faltan para tales
efectos.
ROSTROS SUCIOS DE LOS DIVIDENDOS LIMPIOS
La industria química,
como la petroquímica que destruyen la capa de ozono y contribuyen al cambio
climático, junto al metano de la ganadería extensiva y a las extracciones
masivas de petróleo y minerales del interior de la Tierra, actúan
desestructurando sus elementos produciendo desequilibrios electromagnéticos y
descompensaciones de pesos y volúmenes que necesariamente tienen que ejercer
presión sobre el eje de la Tierra, lo que añade otro elemento más de empuje
para el salto magnético de los polos, del que los científicos ya comienzan a
hablar.
Pero de lo que no
hablan tanto es de cómo nosotros los seres humanos actuamos sobre el campo
magnético a través de nuestro propio campo magnético personal por medio del
cual se establece una relación recíproca entre la Tierra y nosotros. ¿Puede
ignorarse el hecho de que seis mil millones de seres humanos, seres de energía,
al igual que sucede con los cientos de miles de millones de animales no
influimos en el campo magnético terrestre a la vez que somos influidos por él?
….Y ¿qué sucede si nuestras vibraciones personales son contrarias a las de la
Tierra? Dicho de otro modo: ¿Qué sucede si nuestros modos de pensar, sentir y
actuar son contrarios a las leyes naturales? ¿Es esto algo sin importancia? O
por el contrario: ¿no se producirán interferencias y desarmonías tanto en el
Planeta como en cada persona y en cada animal que se encuentre bajo los efectos
de esas corrientes alteradas? Alteración es desarmonía y la palabra desarmonía
quiere decir conflictos, enfermedades, catástrofes que luego llamaremos
naturales y que afectan a todos los reinos de la naturaleza.
EL YOISMO NO TIENE FUTURO
Mal asunto es que un
sistema económico haya elegido finalmente la especulación financiera a la
producción. No es necesario haber salido de la escuela primaria para comprender
que el sistema económico ha decretado así su muerte y entrado en el periodo
agónico en que nos encontramos en Occidente, donde las leyes del mercado son
las leyes del juego del casino capitalista, pero no las leyes de la producción
y distribución justa de los bienes en una economía sostenible. Esto no quiere
decir que no estén dispuestos los especuladores en invertir en industrias
venenosas de segura rentabilidad o en industrias que matan con guerras
aseguradas para dar salida a los stocks. Aún así se puede decir que el
capitalismo se ha revuelto contra sus propias leyes y ha decidido suicidarse
vestido de banquero, pero pidiendo a los ciudadanos su compasión…y sus huchas
con el desparpajo cínico de cualquier pícaro medieval.
Desobedeciendo las
leyes de la conciencia es posible ser capitalista, gobernante opresor, y hasta
líder revolucionario capaz de engañar a millones. Pero lo que no se puede ser
es una persona libre, justa, defensora de la igualdad, de la unidad, de la
fraternidad y del respeto a la vida en todas sus formas sin excepción. Tener
leyes personales contra las leyes de Dios- los 10 Mandamientos y el Sermón del
Monte, de Cristo- significa pertenecer o querer pertenecer a algún camarote de
primera en el Titánic tierra y andar o querer tener derecho a hacerlo por la
cabina de mando del barco mundo y conducirlo contra los arrecifes. Pero lo que
nunca podremos ser es una persona de la Nueva Era, que es la era del Nosotros,
opuesta a la Era del Ego. Pero la Era del Nosotros comienza en cada uno, pues
como es natural no hay “nosotros” sin individuos, individuos que tienen que
vencer uno a uno sus herencias ideológicas insanas, los programas que le atan,
los hábitos que le condicionan para evolucionar.
EL YOISMO CONDUCE A LA GUERRA
En estos días atroces
que vivimos cualquiera que sea el aspecto que contemplamos, bien sea la
economía, el estado del Planeta, la pobreza creciente y la mediocridad
generalizada, acompañadas de un largo etc., es imposible pasar por alto el tema
de la guerra en general, y de lo que se llama “guerra justa”, en particular que
forma parte inseparable de los otros conflictos: los interpersonales. Y uno se
pregunta: ¿Tendrá todo ello verdaderamente alguna relación entre sí?... Y de
tenerla, ¿quiénes son los protagonistas y cuál la motivación real, dejando a un
lado las banales excusas circunstanciales que motivan cualquier conflicto?...
Porque todas las guerras se programan despacio y se declaran luego con solemnes
excusas (territorio, patriotismo, ideas religiosas) en las que siempre el otro
tiene la culpa. También en los conflictos interpersonales que en el fondo no
son más que guerras de baja intensidad entre personas, siempre el otro tiene la
culpa. Pero ¿quién es responsable realmente? Si en lo personal el
otro es el espejo que muestra nuestras propias miserias, ¿qué hay tras
los argumentos oficiales con que un Estado pretende justificar una guerra del
tipo que sea? Ambición de una camarilla de poder que desea enriquecerse,
dominar y controlar recursos. Para ello, el Estado que promueve una guerra se
emplea en hacer desaparecer todo obstáculo que impida su propósito, bien sea
legal, humano, físico o de cualquier naturaleza, porque en la guerra se utiliza
el “todo vale”, como la rapiña, el asesinato, y toda clase de violaciones.
¿Difícil de aceptar
que somos nosotros, uno por uno, quienes damos al mundo el aspecto que tiene,
sin exclusión de ninguno, ni de la guerra, claro está? ¿No es acaso el egoísmo
llevado a su límite más extremo la causa de toda masacre originada por todos y
comandada en nombre de todos por los egoístas con mayor poder y en su propio y
exclusivo beneficio sobre las ruinas de todos los demás, sean amigos o
enemigos? ¿En qué medida estamos libres cada uno de esta arma de destrucción?
Cada uno lo sabe.
En su libro “Los
dolores del mundo”, Schopenhauer expone las siguientes y aterradoras frases:
“Por naturaleza el egoísmo carece de límites. El hombre no experimenta sino un
deseo absoluto: conservar su existencia, liberarse de todo dolor, hasta de toda
privación”….”todo obstáculo que surge entre su egoísmo y sus apetitos excita su
malhumor, su cólera, su odio; es un enemigo que es menester aplastar”…”Todo
para mí, nada para los demás es su divisa”….”El egoísmo es colosal, no puede
contenerle ni el universo entero. Porque si a cada cual se le diera a elegir
entre el aniquilamiento del Universo y su propia pérdida no quiero decir qué
contestaría….”Hasta las grandes conmociones de los imperios son consideradas
desde el punto de vista de su interés, por ínfimo, por lejano que pueda ser”.
El campo de batalla
de nuestra mente es el secreto lugar donde en primer término suceden las
guerras, donde nuestros pensamientos convertidos en misiles de energía tan
sutil como venenosa se dirigen contra vecinos, compañeros, familiares, amigos,
partidarios de esta o aquella religión o partido…Estas son las particulares
batallas que tanto tiempo, esfuerzos y hasta salud nos detraen a diario y cuya
carga ponzoñosa, convertida de tal modo en madre de todas las guerras, crea las
condiciones sin las cuales sería imposible llevarlas a cabo en cualquier parte
del mundo, pues el odio se internacionaliza, se ramifica y acaba por descargar
su mortífero equipaje allá donde existe alguna energía igual o semejante. Esta
es una ley de la energía universal.
Hasta que la presente
humanidad, sujeto por sujeto, superemos este difícil ejercicio de mirar el
universo desde la ventana de nuestro ombligo, nos esperan duras batallas que
nos han de llevar a realizar finalmente esos modelos de pensamientos y
comportamientos correspondientes a una humanidad espiritualmente evolucionada,
socialmente convivencial, económicamente justa, internacionalmente pacífica y
políticamente participativa. Esta es la clase de humanidad que nos pude liberar
de estos modelos de pensamiento anclados en el pasado y plagados de etiquetas
opuestas para conducir rebaños enfrentados hacia catástrofes de esas que se
llaman “de consecuencias inimaginables” hacia las que estamos abocados hoy de
no poner cada uno bajo control todo lo que nos mueve contra nuestros
semejantes. Esta es la verdadera batalla de nuestra vida: la de superar nuestro
yo humano para dar paso a nuestra condición divina. Quien gane esta batalla
podrá decir sin duda: he aprovechado mi existencia y he facilitado el camino a
una humanidad evolucionada.
(Elaborado por Reyes)
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