martes, 8 de mayo de 2018

De la era del yoismo a la era del nosotros/ Texto 2


 
Patrocinio Navarro
Todo cuanto existe está inmerso en un enorme océano de energía donde cada partícula, cada molécula y cada átomo, sean cuales sean las formas en que se agrupan y su aspecto externo, están en profunda interconexión y da y recibe del conjunto aquello que le corresponde por la ley de acción y reacción, de causa y efecto o de siembra y cosecha, como queramos llamarla. Intentaremos aproximarnos a estas cuestiones desde diversos ángulos.

Comencemos por las injusticias sociales y su lado cínico

¿No perciben cómo los ricos, los especuladores financieros y sus parlamentarios nos ponen delante las desigualdades que ellos crean para que seamos nosotros, el pueblo, su reserva monetaria cuando dicen que pierden? ¿Y acaso no son los mismos quienes organizan esas campañas navideñas para hacernos sentir acomodados egoístas insolidarios si no contribuimos con nuestras esquilmadas economías – de lo que son responsables- a esas campañas que montan de cuando en cuando para lavar sus propias conciencias? Las navideñas son emblemáticas, pero entre una y otra Navidad no faltan catástrofes para que los mayores responsables de provocarlas de nuevo se conviertan en nuestros pedigüeños y pretendan ahora que las amorticemos. Todo eso sería justo si hubiera justicia, o sea: si no hubiera ricos, gentes cuyo alto nivel económico ha sido conseguido explotando a personas y esquilmando y envenenando los recursos de este Planeta que nos pertenece a todos. En definitiva: ¿No son los ricos culpables de la pobreza del mundo y de la destrucción medioambiental?¿Cómo despertar la conciencia colectiva en la aldea global?....

¿Qué pasaría si el panal de abejas decidiera quedarse con su miel?
Pero esa rebelión no puede ser violenta, no funciona así y la Historia debe servirnos de algo. Esa rebelión ha de ser fruto de una especie de proceso alquímico en la conciencia personal de cada uno de nosotros que debe despojarse de programas, tradiciones y hábitos heredados y aprendidos que nos mantienen atados dando vueltas a lo mismo y así permanecemos siendo lo mismo y haciendo lo mismo. Precisamos cambios profundos espirituales y personales que conduzcan a fortalecer nuestra voluntad de poder y nuestros sentimientos de unidad, justicia, libertad, hermandad e igualdad. No hay otra salida que practicar cada uno estos valores hasta que lleguen a ser patrimonio de la humanidad.
Ignoro cuánto tiempo puede llevarnos, pero lo que es claro ahora mismo es que a un capitalismo global basado en la ambición, la violencia, el individualismo salvaje y el egoísmo debe corresponder cuando menos una oposición global basada en altruismo, pacifismo y espíritu comunitario, que son leyes del amor. Y es que el amor es la llave que abre la puerta a otro mundo posible y justo. Pero si tardamos mucho puede que el Planeta Tierra nos imponga sus propias leyes sacudiéndose esta civilización de microbios humanos que no cesan de alterar sus ritmos biológicos y sus corrientes electromagnéticas. Y creo que esta rebelión, la de la Tierra, ya ha comenzado. Y causas, como veremos, no faltan para tales efectos.

ROSTROS SUCIOS DE LOS DIVIDENDOS LIMPIOS
La industria química, como la petroquímica que destruyen la capa de ozono y contribuyen al cambio climático, junto al metano de la ganadería extensiva y a las extracciones masivas de petróleo y minerales del interior de la Tierra, actúan desestructurando sus elementos produciendo desequilibrios electromagnéticos y descompensaciones de pesos y volúmenes que necesariamente tienen que ejercer presión sobre el eje de la Tierra, lo que añade otro elemento más de empuje para el salto magnético de los polos, del que los científicos ya comienzan a hablar.
Pero de lo que no hablan tanto es de cómo nosotros los seres humanos actuamos sobre el campo magnético a través de nuestro propio campo magnético personal por medio del cual se establece una relación recíproca entre la Tierra y nosotros. ¿Puede ignorarse el hecho de que seis mil millones de seres humanos, seres de energía, al igual que sucede con los cientos de miles de millones de animales no influimos en el campo magnético terrestre a la vez que somos influidos por él? ….Y ¿qué sucede si nuestras vibraciones personales son contrarias a las de la Tierra? Dicho de otro modo: ¿Qué sucede si nuestros modos de pensar, sentir y actuar son contrarios a las leyes naturales? ¿Es esto algo sin importancia? O por el contrario: ¿no se producirán interferencias y desarmonías tanto en el Planeta como en cada persona y en cada animal que se encuentre bajo los efectos de esas corrientes alteradas? Alteración es desarmonía y la palabra desarmonía quiere decir conflictos, enfermedades, catástrofes que luego llamaremos naturales y que afectan a todos los reinos de la naturaleza.


EL YOISMO NO TIENE FUTURO
Mal asunto es que un sistema económico haya elegido finalmente la especulación financiera a la producción. No es necesario haber salido de la escuela primaria para comprender que el sistema económico ha decretado así su muerte y entrado en el periodo agónico en que nos encontramos en Occidente, donde las leyes del mercado son las leyes del juego del casino capitalista, pero no las leyes de la producción y distribución justa de los bienes en una economía sostenible. Esto no quiere decir que no estén dispuestos los especuladores en invertir en industrias venenosas de segura rentabilidad o en industrias que matan con guerras aseguradas para dar salida a los stocks. Aún así se puede decir que el capitalismo se ha revuelto contra sus propias leyes y ha decidido suicidarse vestido de banquero, pero pidiendo a los ciudadanos su compasión…y sus huchas con el desparpajo cínico de cualquier pícaro medieval.
Desobedeciendo las leyes de la conciencia es posible ser capitalista, gobernante opresor, y hasta líder revolucionario capaz de engañar a millones. Pero lo que no se puede ser es una persona libre, justa, defensora de la igualdad, de la unidad, de la fraternidad y del respeto a la vida en todas sus formas sin excepción. Tener leyes personales contra las leyes de Dios- los 10 Mandamientos y el Sermón del Monte, de Cristo- significa pertenecer o querer pertenecer a algún camarote de primera en el Titánic tierra y andar o querer tener derecho a hacerlo por la cabina de mando del barco mundo y conducirlo contra los arrecifes. Pero lo que nunca podremos ser es una persona de la Nueva Era, que es la era del Nosotros, opuesta a la Era del Ego. Pero la Era del Nosotros comienza en cada uno, pues como es natural no hay “nosotros” sin individuos, individuos que tienen que vencer uno a uno sus herencias ideológicas insanas, los programas que le atan, los hábitos que le condicionan para evolucionar.


EL YOISMO CONDUCE A LA GUERRA

En estos días atroces que vivimos cualquiera que sea el aspecto que contemplamos, bien sea la economía, el estado del Planeta, la pobreza creciente y la mediocridad generalizada, acompañadas de un largo etc., es imposible pasar por alto el tema de la guerra en general, y de lo que se llama “guerra justa”, en particular que forma parte inseparable de los otros conflictos: los interpersonales. Y uno se pregunta: ¿Tendrá todo ello verdaderamente alguna relación entre sí?... Y de tenerla, ¿quiénes son los protagonistas y cuál la motivación real, dejando a un lado las banales excusas circunstanciales que motivan cualquier conflicto?... Porque todas las guerras se programan despacio y se declaran luego con solemnes excusas (territorio, patriotismo, ideas religiosas) en las que siempre el otro tiene la culpa. También en los conflictos interpersonales que en el fondo no son más que guerras de baja intensidad entre personas, siempre el otro tiene la culpa. Pero ¿quién es responsable realmente? Si en lo personal el otro es el espejo que muestra nuestras propias miserias, ¿qué hay tras los argumentos oficiales con que un Estado pretende justificar una guerra del tipo que sea? Ambición de una camarilla de poder que desea enriquecerse, dominar y controlar recursos. Para ello, el Estado que promueve una guerra se emplea en hacer desaparecer todo obstáculo que impida su propósito, bien sea legal, humano, físico o de cualquier naturaleza, porque en la guerra se utiliza el “todo vale”, como la rapiña, el asesinato, y toda clase de violaciones.

¿Difícil de aceptar que somos nosotros, uno por uno, quienes damos al mundo el aspecto que tiene, sin exclusión de ninguno, ni de la guerra, claro está? ¿No es acaso el egoísmo llevado a su límite más extremo la causa de toda masacre originada por todos y comandada en nombre de todos por los egoístas con mayor poder y en su propio y exclusivo beneficio sobre las ruinas de todos los demás, sean amigos o enemigos? ¿En qué medida estamos libres cada uno de esta arma de destrucción? Cada uno lo sabe.
En su libro “Los dolores del mundo”, Schopenhauer expone las siguientes y aterradoras frases: “Por naturaleza el egoísmo carece de límites. El hombre no experimenta sino un deseo absoluto: conservar su existencia, liberarse de todo dolor, hasta de toda privación”….”todo obstáculo que surge entre su egoísmo y sus apetitos excita su malhumor, su cólera, su odio; es un enemigo que es menester aplastar”…”Todo para mí, nada para los demás es su divisa”….”El egoísmo es colosal, no puede contenerle ni el universo entero. Porque si a cada cual se le diera a elegir entre el aniquilamiento del Universo y su propia pérdida no quiero decir qué contestaría….”Hasta las grandes conmociones de los imperios son consideradas desde el punto de vista de su interés, por ínfimo, por lejano que pueda ser”.
El campo de batalla de nuestra mente es el secreto lugar donde en primer término suceden las guerras, donde nuestros pensamientos convertidos en misiles de energía tan sutil como venenosa se dirigen contra vecinos, compañeros, familiares, amigos, partidarios de esta o aquella religión o partido…Estas son las particulares batallas que tanto tiempo, esfuerzos y hasta salud nos detraen a diario y cuya carga ponzoñosa, convertida de tal modo en madre de todas las guerras, crea las condiciones sin las cuales sería imposible llevarlas a cabo en cualquier parte del mundo, pues el odio se internacionaliza, se ramifica y acaba por descargar su mortífero equipaje allá donde existe alguna energía igual o semejante. Esta es una ley de la energía universal.
Hasta que la presente humanidad, sujeto por sujeto, superemos este difícil ejercicio de mirar el universo desde la ventana de nuestro ombligo, nos esperan duras batallas que nos han de llevar a realizar finalmente esos modelos de pensamientos y comportamientos correspondientes a una humanidad espiritualmente evolucionada, socialmente convivencial, económicamente justa, internacionalmente pacífica y políticamente participativa. Esta es la clase de humanidad que nos pude liberar de estos modelos de pensamiento anclados en el pasado y plagados de etiquetas opuestas para conducir rebaños enfrentados hacia catástrofes de esas que se llaman “de consecuencias inimaginables” hacia las que estamos abocados hoy de no poner cada uno bajo control todo lo que nos mueve contra nuestros semejantes. Esta es la verdadera batalla de nuestra vida: la de superar nuestro yo humano para dar paso a nuestra condición divina. Quien gane esta batalla podrá decir sin duda: he aprovechado mi existencia y he facilitado el camino a una humanidad evolucionada.
(Elaborado por Reyes)

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