sábado, 5 de mayo de 2018

Finde junio 2018: EL YOISMO Y LA ESPIRITUALIDAD EN UN MUNDO GLOBAL


TEXTOS   1
Historias reales para reflexionar.
Analiza las características del YO de cada uno de los personajes.
Compáralas con tu propio y secreto YO.
¿Cuál es nuestra capacidad de someter nuestro YOa la autocrítica?
***
Hoy treinta de abril de 2003 me han pasado una hoja escrita con una historia que circula por Internet.

Hace muchos años, trabajando como voluntario en un Hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña y le pregunto si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana.
Yo lo vi dudar por un momento, antes de dar un largo suspiro y decir: Si, lo haré, si eso salva a Liz.
Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la niña y sonreía mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana. Todos nos alegramos viendo retornar el color a las mejillas de Liz. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le pregunto con voz temblorosa ¿A qué hora empezaré a morirme?
Siendo solo un niño, había entendido que debía dar toda su sangre a su hermana.
Cuando todavía no hemos aprendido demasiado de la vida, de su crueldad, de su barbarie, podemos entregarla con la misma naturalidad que el hermano de Liz. Después, nuestras generosidades no encuentran la respuesta que esperábamos y la solidaridad espontánea deja paso a los resentimientos y reproches.

El País Lunes 17 de Marzo de 2003.
Una pacifista de EE UU muere aplastada por una excavadora israelí en Gaza
Una pacifista norteamericana, Raquel Corey de 23 años, murió ayer aplastada por una excavadora del ejército israelí en un campo de refugiados de Gaza cuando trataba de impedir que los soldados destruyeran una casa. La víctima formaba parte del grupo Movimiento de Solidaridad Internacional, que desde principios de la Intifada actúa en los territorios palestinos como escudos humanos tratando de impedir la demolición de viviendas.
La activista, armada de un megáfono y de una pancarta, trataba de convencer al soldado, conductor de la excavadora, para que no llevara a término la demolición de la vivienda, cuando el vehículo se puso en marcha aplastando con su pala a la muchacha. El conductor dio luego marcha atrás a la excavadora, que pasó nuevamente sobre el cuerpo de la víctima. La casa finalmente no fue destruida.

Raque era una estudiante de la Universidad de Olympia (Washington) y con la asociación pacifista a la que pertenecía había organizado iniciativas con ocasión del aniversario del 11 septiembre, en memoria de las víctimas del desastre y en contra de la guerra en Afganistán.
Había decidido pasar de la teoría a una acción más comprometida, marchándose a Israel, donde se había unido a un grupo de palestinos del Movimiento Internacional de la Solidaridad. Con esta Asociación participaba en acciones para bloquear las excavadoras israelíes, que intentaban abatir las casas de los kamikazes palestinos y de sus familiares. Las autoridades israelíes han dado diferentes versiones del suceso desmintiendo a los testigos. Raquel Corrie perdió la vida mientras defendía con su propio cuerpo el derecho de los ciudadanos palestinos a tener un techo y una tierra.
En el estado de Israel el miedo nacido del recuerdo a la terrible persecución que padecieron los judíos sigue influyendo en la política de seguridad de las actuales autoridades y secuestra la posibilidad de iniciar un autentico camino hacia una paz justa en la región.
Durante la II Guerra Mundial, Maximiliano Kolbe, fue apresado por la Gestapo acusado de proteger a los judíos y llevado a Auschwitz el día 28 de mayo de 1941 con otros 320 presos. Le tatuaron con el número 16.670.
El muro más sólido para evitar fugas de aquel campo de prisioneros era la solidaridad entre sus ocupantes. A ella apelaban los carceleros cuando dijeron que se ejecutaría a diez presos por cada uno que se escapara. Ahora en Israel las autoridades utilizan también la solidaridad humana para evitar atentados y toman represalias sobre la familia de los terroristas suicidas.
No siempre era suficientemente esta muralla en Auschwitz, como tampoco lo es ahora en Gaza y un día un prisionero escapó. El comandante del campo se dispuso elegir a los diez presos para morir en las celdas del hambre.
"¡Quítense los zapatos!", ordenó el oficial, porque descalzos y desnudos debían ir al suplicio.  -“Decidles adiós a mi mujer, a mis hijos”, dijo con un desgarrador lamento Francisco Gajowniczek, uno de los prisioneros designados. Entonces otro dio un paso al frente y se atrevió a lo que nunca nadie hacía: hablar directamente al comandante.
«Kolbe, es Kolbe», se pasaban la noticia sigilosamente unos a otros. ¿Qué quieres cerdo polaco? Él se quitó el gorro de preso y dijo sin levantar la cabeza: -Señor comandante... yo le pido permiso para ocupar el puesto de uno de los condenados.
Todos los presentes pensaron que aquella estupidez solo lograría que en vez de diez fueran once los destinados a morir. Por un momento el comandante dudó. -¿Morir tú en su lugar? ¿Por qué? -Yo estoy viejo y enfermo, ya no sirvo para trabajar.
Él era el jefe del campo de prisioneros. Él era quien decidía. Nunca podremos saber si finalmente prefirió ser justo y respetar el número establecido o simplemente sorprender a todos. -¿A cuál de los condenados quieres sustituir?  -A ese que tiene mujer y tiene hijos. -De acuerdo, tú ocuparás su lugar.

A los diez condenados los encerraron todos juntos, en la celda del hambre, en el sótano, el famoso bunker de la muerte. Ni un trozo de pan, ni una gota de agua durante los quince días que duro la agonía. Por todo el campo se pudieron oír sus lamentos hasta que pereció el último.
El día en que Pablo VI beatificaba al cura franciscano Maximiliano Kolbe, llegó a Roma desde Polonia con los peregrinos un viejecito superviviente de Auschwitz de nombre Francisco Gajowniczek.
Esta generosa manera de entregar la vida ocurrida hace ahora 60 años es la misma que nos ofrecía Raquel Corrie, la joven pacifista que con su coraje quiso parar de forma pacífica las injusticias de una guerra interminable en Palestina.
Nos debería resultar natural aceptar que estos sentimientos de crueldad y miedo o de generosidad y esperanza son parte inseparable de los personajes reales que forman nuestra humanidad desconfiada y solidaria escribiendo su propio destino.
Seguramente el soldado israelí que aplastó a Raquel no conoce la historia de Maximiliano Kolbe. Probablemente algún familiar antepasado suyo haya estado muy cerca de aquellos diez prisioneros que murieron en Auschwitz en junio de 1941. Nosotros sabemos que el soldado israelí, el cura polaco y la pacifista norteamericana  son parte de la misma historia.

El País Jueves 3 de Octubre de 2002.
Sangre judía en un cuerpo palestino
Yasmin Abu Ramila, una niña palestina de seis años, vivirá gracias al riñón de Yoni Jesner, un muchacho judío de origen escocés de 19 años, muerto en un atentado suicida perpetrado por un terrorista de Hamás contra un autobús de transporte público en el centro de Tel-Aviv, en el que fallecieron otras cinco personas y más de sesenta resultaron heridas. El proceso de trasplante ha culminado con éxito en un hospital israelí. La intifada ha impedido a los familiares de Yasmina y Yoni intercambiar una sola palabra. “No he podido aún dar las gracias a la familia Jesner, no he tenido ocasión de hablar nunca con ellos” asegura Fuar, padre de Yasmin.
Una semana antes había aparecido en el periódico el comienzo de esta historia.
El País Martes 24 de Septiembre de 2002.
Un transplante contra el fanatismo
Yoni Jesner y Yasmin Abu Ramila crecieron en mundos muy distintos. Separados por la religión y miles de millas de distancia tuvieron infancias muy diferentes. Yoni Jesner era un brillante estudiante judío en Glasgow. Se encontraba en Israel para un período de dos años sabáticos dedicados a estudiar religión, antes de empezar sus estudios de medicina en el King’s College de Londres.
La cuna de la pequeña Yasmin fue una Ramala destrozada por la guerra entre árabes e israelíes. A sus siete años hacía ya más de dos que sufría de fallos constantes al riñón.

“La gente puede reservarse el derecho de a quien donan un órgano, especialmente cuando se trata de un atentado terrorista, pero en ningún momento éste fue el caso” dijo Tamar Ashkenazi director general de la Organización Israelí de Transplantes. “Esa familia solo pensaba en salvar una vida”
Ari Jesner hermano mayor de Yoni Jesner declaraba: “El principio de salvar una vida es uno de los grandes valores del judaísmo, en los que se basa el estado de Israel. Lo único importante es que se ha salvado la vida de un ser humano. Estamos orgullosos y felices de que la memoria de Yoni siga viva de alguna manera. Esta es la forma en que Yoni hubiera querido que se hicieran las cosas”
Parece imposible que entre los individuos de nuestra especie se den situaciones con tan terribles paradojas. Generosidad y fanatismo se cruzan en un cortísimo espacio de tiempo y lugar. Un terrorista islámico entrega su vida, por un ideal llevado al límite, que ha logrado anular su instinto de conservación, convirtiéndose en mártir. Y ese acto heroico de entrega voluntaria de su vida ha quitado la vida a otros seres humanos como él. Pero al mismo tiempo y muy cerca de allí, este hecho provoca que el cuerpo destrozado de una de las víctimas se convierta en vida para una niña palestina enferma.
Que dos hechos como estos, coincidan en tiempo y espacio, supone que estamos ante factores emocionales que nublan la racionalidad de nuestros sentimientos. ¿Cómo es posible, que sucesos como estos no hagan reflexionar a unos y otros sobre lo absurdo de un interminable odio que durante décadas ha traído dolor y sufrimientos a tantas personas que se merecían otro destino?. ¿No pertenecen todos a la misma tribu humana que habita este planeta? ¿Son tan distintos unos y otros, como para no poder convivir en vecindad, para no poder compartir una tierra, un aire y un sol, que nos pertenece a todos?.
Seguramente no son tan diferentes, pues sino ¿cómo órganos judíos pueden ser implantados en un niña palestina? o ¿será simplemente porque el odio no se trasmite a través de nuestro ADN?.
Lamentablemente tampoco se trasmiten biológicamente las inmensas cantidades de generosidad que a veces surgen entre ciertos ejemplares de la raza humana. De momento tenemos que conformarnos con verlos pasar a nuestro lado, dar un suspiro de admiración y esperar a que, tal vez, en otro momento de la historia, surja en el firmamento una nueva estrella fugaz que ilumine brevemente nuestro camino.

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