LAS RAÍCES PSICOLÓGICAS DE LA
VIOLENCIA
Resumen.
Mª Luisa
Cualquier periodo que analicemos está bañado en
sangre, saturado de guerras, crimenes, torturas y demás actos crueles
orientados a infligir sufrimiento.
El
término violencia será utilizado
para referirnos a la vertiente comportamental de la agresividad de tipo
destructiva, al abuso de la fuerza o del poder para maltratar o subyugar a los
demás.
La
violencia se puede enfocar como un suceso
individual, un fenómeno social o como fenómeno político. Todos ellos están
relacionados entre sí y mantienen una influencia recíproca
Dos
teorías opuestas sobre la génesis de la violencia.
La tesis instintivista y la ambientalista,
ambas se sustentan en argumentos científicos y también en posiciones
ideológicas. De forma muy simplificada, para la primera el estado natural del
hombre es el de la agresividad, para la segunda tesis, el hombre es un ser
bondadoso que se vuelve agresivo por la influencia de la sociedad.
Los
autores de la primera tesis amplían su visión ya que consideran que junto a los
instintos agresivos existen otros vinculantes y de apaciguamiento que impiden
que la agresión pueda llegar a un desenlace mortal, al menos en los animales.
La agresividad cumpliría un conjunto de funciones como las de: defensa del
territorio, orden jerárquico, defensa de la progenie, etc. es decir, la
agresión sería básica para la supervivencia de la especie. La cuestión es, en
el hombre, como último peldaño de la escala evolutiva, perdurarían estos
instintos agresivos o qué nueva modalidades podría haber adquirido debido al
proceso de hominización.
No
parece adecuado hablar de instintos en
el hombre y sería más oportuno hablar de impulsos
que llevan al organismo hacia un fin, o hablar de potencialidades innatas, con un amplio grado de plasticidad, que se desarrollarán según la
intervención de factores de diferente índole.
Es este grado de plasticidad en el ser humano, respecto a la
agresividad, lo que lo distancia de la agresividad animal. El biólogo A. Portam
afirma “cuando se ve entre los hombres
cosas terribles, crueldades que apenas pueden concebirse, muchos hablan
irreflexivamente de brutalidad, de bestialidad o de retorno a niveles animales.
Como si hubiese animales que hicieran a sus congéneres lo que se hacen los
hombres los unos a los otros, …. esta maldad pertenece a este lado de la línea
divisoria, es puramente humana…”. Esta violencia en el sujeto humano es
debido a que sus impulsos o potencialidades están muy mediatizados por las
funciones del yo, debido a que, como dice Murphy, “en la especie humana la inteligencia sustituye al instinto”.
En
el psicoanálisis la agresión aparece como pulsión de conservación, de defensa,
como parte de la pulsión sexual, también relacionado con las frustraciones,
etc. La pulsión de agresión se ve como pulsión autodestructiva que pretende la
reducción de las tensiones. el retorno al estado inorgánico, al
“nirvana”. Esta propuesta se denominó pulsión de muerte (la agresividad
como manifestación de los impulsos autodestructivos).
Se
ha dicho que las pulsiones se caracterizan por su plasticidad, por el hecho de
ser influidas por factores provenientes de su medio ambiente, sobre todo por
las situaciones que afectan a la primera infancia. Desde el momento del
nacimiento se pone en marcha el incesante intercambio entre el recién nacido y
el mundo exterior, a través de los mecanismos de introyección(1)
y de proyección(2), básicos para el desarrollo y la
organización de la personalidad.
La
mente infantil se va poblando de imágenes, percepciones, sensaciones, etc.
resultado de la internalización más o menos ajustada de lo que le rodea y debido
a ello puede desarrollar una visión más positiva o negativa de la realidad en
la que está inmerso. Las situaciones de bienestar, placer, malestar, dolor,
etc. afectan a la imagen del mundo que el recién nacido se va construyendo. Los estados de malestar, displacer, privación
en el bebé producen ansiedad y lo vive como una invasión de sí. La agresividad
innata, en circunstancias externas negativas, puede sufrir un incremento o,
reducirse, por obra del amor y de la comprensión que recibe el bebé. Este
proceso se repite y mantiene durante todo el desarrollo personal.
Las
privaciones de las necesidades emocionales y físicas del infante no son
sentidas como la ausencia de la madre sino como la presencia de una madre inadecuada,
que le inflige dolor. En los casos de maltrato infantil el problema se puede
complicar debido a la posibilidad de que el niño o la niña se identifiquen con
el agresor. La identificación es una forma primitiva de funcionamiento mental,
de vinculación y de relación con los otros.
Parece
que uno de los factores más influyentes para que se constituyan subculturas de
la violencia, territorios o países donde la violencia se manifiesta de forma
endémica, es debido a los mecanismos de identificación que se dan en la
familia.
El
impacto de los factores, mientras se configura el mundo interno del bebé, deja
una impronta de cómo se han elaborado esas experiencias precoces y que
predisponen hacía unas determinadas tendencias del desarrollo. Se trata de
procesos muy complejos en los que están implicados cantidad de eventos que
estimulan o atenúan los procesos agresivos o por el contrario hacen que se
afiancen los procesos vitales más positivos.
Ludwig
von Bertalanffy dice que el hombre crea un universo simbólico donde la
violencia, entre otras manifestaciones, adquiere unas características singulares
privativas del ser humano que, desafortunadamente, puede expresar un nivel de
sofisticación y de crueldad muy alejado de las reacciones instintivas propias
de los animales.
Las
pulsiones agresivas (de muerte) y las libidinales (de vida) están fusionadas y
su actividad está regulada por un balanceo que se establece entre ellas y por
la peculiar relación que mantienen entre sí. Las pulsiones están dirigidas
hacia uno mismo o hacia el mundo exterior. Existen situaciones de conflicto
personal y social que favorecen la irrupción brusca de comportamientos
violentos.
Se
dan dos formas diferentes de agresión, la de carácter autopreservativo y la violencia
destructiva. En la primera, la agresión se pone, por un lado, al servicio
de la capacidad de madurar, de afirmar, de reconocer el mundo personal y, por
otro lado, al servicio de
(1) La introyección es un proceso
psicológico por el que se hacen propios rasgos, conductas u otros fragmentos
del mundo que nos rodea, especialmente de la personalidad de otros sujetos.
(2) La proyección es un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas las
propias virtudes o defectos, incluso sus carencias.
intentar consolidar
y afianzar los valores e intereses sociales.
La destructiva tiene como finalidad infligir daño o subyugar al otro.
Esta violencia es propia del hombre y se fragua a través de su historia
personal, está bajo el dominio del narcisismo donde prevalece el desprecio y la
falta de preocupación por el otro.
La violencia destructiva
se puede agrupar en cuatro apartados:
-
Reacción
frente a un peligro interno. Existen sentimientos de culpa de
origen desconocido para la persona que le incita a cometer actos violentos.
-
Organización
mental sadomasoquista. Entendiendo por sadismo abuso de poder
que conduce a infligir daño físico o moral, malos tratos o humillaciones a
otras personas, para obtener una satisfacción, sentido del dominio, superioridad
sexual, etc.
-
Defusión
pulsional. Cuando los elementos violentos vividos no pueden ser
mitigados por las pulsiones libidinales se produce una disociación que provoca
que el individuo se comporte como si tuviese dos diferentes personalidades: una
brutal y violenta y otra amable y con capacidad para sentir amor.
-
Influencias
situacionales. Personas, aparentemente normales, que al
entrar en contacto con situaciones de mucha violencia sufren cambios en su
actitud y se revelan como personas de gran inmadurez, lo que le lleva a
obedecer órdenes crueles e incapaz de poder tomar decisiones de forma autónoma.
Reflexiones
finales:
-
Los cuidados a nivel psicológico de las y
los bebés, así como la satisfacción amorosa de sus necesidades, es decir, ser
cuidados y criados en los buenos tratos por sus cuidadores principales, son
fundamentales para el desarrollo e integración de una personalidad sólida y
sana, constituyendo esto una forma de mitigar la violencia destructiva.
-
El amor y el respeto entre los seres
humanos puede ser cultivado y la violencia y la crueldad ser corregibles. La
mujer, todavía hoy, como cuidadora principal de la especie humana y transmisora
de valores, tiene un papel fundamental.
-
Desterrar la agresividad humana, hoy por
hoy, es una tarea ilusoria debido, entre otras cuestiones, al enigmático
vínculo que une violencia y amor. Más que desterrar, tendremos que plantearnos
cómo canalizar esa energía para que no sea destructiva.
Artículo: Las
raíces psicológicas de la violencia. Autor. Ramón Bassols. Publicado 2012.
Revista Temas de Psicoanálisis.
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