Ivone Gebara: saber vivir en un mundo cambiante.
Estamos en un
mundo cambiante en que tenemos miedo a pensar. Pero debemos quitarnos el miedo
y plantearnos muchas preguntas. Y entre ellas, las que más nos inquiera son las
que se refieren a Dios o las que mencionan su nombre.
A Jesús el
cristianismo lo llama “El Hijo Único de Dios” pero ¿de qué Dios es Hijo Jesús?
¿de qué Dios estamos hablando? Dios no es un concepto unívoco. No basta decir
Dios, sino que hay que aclarar: ¿Qué realidad ponemos debajo de esta palabra?
¿Qué significa la palabra “Dios”?
Dos músicos
argentinos, uno joven y otro viejo, llegan a un santuario y ven como los fieles
devotos, hombres y mujeres, acarician un crucifijo con sus pies llenos de
sangre y su cabeza con las espinas. El joven exclama “Yo no creo en nada de
eso”. Y el viejo dice: “La fe en Dios expresa la pérdida de la fe en el ser
humano”.
Y en mi
opinión esto es terrible. Ciertamente cuando hablamos de Dios estamos hablando
de nuestra finitud humana. Cuando ya no tenemos a quien pedir… pedimos a Dios. Nuestro
imaginario viene a ayudarnos. Deseamos, imaginamos, sospechamos… que puede
haber algo que nos ayude a afrontar el misterio de la nada que nos envuelve. Al
menos puedo pedir ayuda, puedo acudir a una figura imaginaria, que no está en
ninguna parte, sino que en está en mi interior.
Los
intelectuales y los teólogos varones hablan de un Dios “Único”. Pero cuando aceptamos
a ese Dios, nos damos cuenta de que no podemos captar un sentido único, y
perdemos el sentido de la diversidad. La idea de la unicidad de Dios es un modo
de manipularnos. Hay que doblarse a la voluntad de ese Dios “Único”. Y esto va
en contra de nuestra experiencia. Veinticuatro personas de distintos credos se
reunieron y explicaron: ¿Qué es Dios para mí? Esa diversidad muestra que ninguna
teología tiene derecho de proponer un “único” significado.
Cada imagen de
lo divino tiene su propia historia. Proyectamos nuestro querer y nuestra
imaginación en un Dios único y ahí se nos manipula. El problema no es Dios. El
problema somos nosotros, que creamos diversas imágenes de Dios. Griegos y romanos
pueblos asiáticos y otras culturas, tenían un pluralismo de dioses y diosas, y
cada una tenía su especialidad: el Dios Baco, el dios del jolgorio y de la
fiesta, la Diosa Ceres era invocada para conseguir una buena cosecha…. Y eso se
repite en las advocaciones de la Virgen y los santos, con sus peculiares características:
santa Lucía para sanar la vista, Judas Tadeo, patrono de las causas imposibles,
etc. etc.
Con la llegada
de cristianismo al Imperio Romano y su proclamación como única religión
verdadera, se precipitó la evolución de la imagen de las divinidades que habían
sido primordiales hasta ese momento y llegamos a la definición de un Dios “único”.
La tradición monoteísta
ha hecho también de Dios un “sustantivo”. La teología de la edad media ha definido
a Dios como “Principio y fin de todas las cosas”. Dios es un “espíritu perfecto”.
Aquí se separa la materia del espíritu. Separación de Dios y de sus creaturas.
Dios está separado de sus creaturas, porque Él es infinitamente superior. Pero cuando
decimos eso, apenas decimos nada, pues no sabemos exactamente lo que es “infinito”.
Este discurso tradicional está lleno de presupuestos que condicionan nuestros
planteamientos. El contenido real de este Dios “perfectísimo” es fruto de
nuestra imaginación, aprendido en las enseñanzas habituales, pero en la
actualidad nos sentimos incapaces de dar por definitivo e inamovible su
significado.
¿Eso quiere
decir que las mujeres, incluyéndome a mí, como monja católica, hemos sido
ingenuas…? ¿nos hemos engañado? No, no, no hemos sido ingenuas. No hay que renegar
de nuestra historia. Simplemente pasa que estamos en evolución y no podemos
seguir aferradas a viejas tradiciones caducas. Hay que cambiar, pues estamos en
un mundo cambiante…
Cuando decimos
que Dios es “puro espíritu” estamos desvalorizando nuestra realidad. Y esto nos
empuja a no estar jamás contentas con nosotras mismas. Pero eso es un puro
capitalismo, que nos lleva a luchar por mejorar, para avanzar, para acumular,
tener más, ser más competitivas. Pensamos que tenemos que ser creativas, pues Dios
nos dio esa capacidad creadora, sin ver que esa capacidad creadora puede también
crear esclavitudes y opresiones.
El concepto de
Dios “Único”, unido a un poder “Omnipotente” va unido a un sustantivo poderoso,
valioso. ¿por qué Dios en vez de un sustantivo no podría ser un verbo? Un Verbo
conjugable en las diferentes circunstancias. Como dijo Ortega y Gasset: “Yo soy
yo y mis circunstancias”.
Los primitivos
cristianos de los primeros siglos, eran perseguidos por ser peligrosos ateos, pues
no adoraba a ningún dios del Panteón romano. San Pablo habla del Dios
desconocido. Luego los cristinos, de perseguidos, se convirtieron en
perseguidores.
Todo esto es
fruto de creer en un Dios único y no en un dios plural, como son plurales y
cambiantes las necesidades de la gente.
¿Cuál es el Dios de la ética
cristiana?
El Dios de la
ética cristiana no es un Dios separado del Mundo que habita en otro mundo, que
manda sus órdenes al pobre planeta Tierra. En realidad, Dios es “Relación”, relación
entre todos los seres, que para vivir necesitan colaborar unos con otros.
Somos finitos,
pero una finitud en evolución. Debemos dar gracias por no saber totalmente lo
que significa “estar en este momento”.
Yo, que he
vivido como monja… les pregunto: ¿qué impacto les causa este tipo de reflexión?
¿Qué preguntas
le plantea en la actualidad la palabra “DIOS” frente a las ideas que han
recibido en su formación clásica y tradicional?